Nuestro cerebro está diseñado para alertarnos del peligro.
Cuando se activan las vías del dolor en
el cerebro, sentimos dolor, cuando tenemos un susto repentino, sentimos miedo.
En ambas situaciones, nuestro cerebro trata de alertarnos del peligro físico o
emocional, para protegernos de las amenazas a nuestra salud y bienestar.
Nos está diciendo que busquemos ayuda,
que prestemos atención o que nos despertemos.
En el caso del dolor, ansiedad o la
depresión, el cerebro nos hace saber que estamos amenazados por algún tipo de
peligro, activando vías neuronales muy poderosas.
El cerebro, en particular la amígdala,
es la puede estar interpretando el acto (aunque
se trate de una compra de una casa, por ejemplo, que produce ansiedad) como si estuviera
escapando de un edificio en llamas.
Nuestro trabajo, es aprender a reconocer
estos síntomas, como señales primitivas de advertencias.
Cuando oímos la alarma de incendio,
estamos agradecidos de que nos haya alertado del peligro, sin embargo, si se
trata de una falsa alarma y no hay fuego
a la vista, simplemente apagamos el dispositivo y lo reiniciamos.
Es importante comprender que no hay un
peligro físico real, agradecer al cerebro por alertarnos, investigar nuestras
vidas para encontrar la fuente del mensaje que nuestro cerebro está enviando y
apagar la alarma.
CÓMO EL CEREBRO DETIENE EL DOLOR
Afortunadamente, el córtex dorsolateral
prefrontal y otras áreas que están en la parte consciente del cerebro (en el lóbulo frontal), pueden revertir
el círculo vicioso del dolor, controlando las rutas del subconsciente que lo producen.
El córtex dorsolateral prefrontal, es tan poderoso que
puede eliminar las experiencias dolorosas.
Se ha demostrado que las personas
que se cortan habitualmente con hojas de
afeitar, tienen mucha más tolerancia al
dolor físico.
Cuando se escanean sus cerebros, la
zona correspondiente a su córtex dorsolateral prefrontal es muy activa, lo que
demuestra el poder que esta área cerebral, puede tener sobre el dolor (Schmahl et al., 2006).
Cuando se activa el córtex dorsolateral
prefrontal, el córtex
cingulado anterior (la zona que exacerba
el dolor), se desactiva automáticamente, con lo que se reduce aún más el dolor.
De Charms y sus colegas
(2005), han demostrado que las personas pueden aprender a disminuir la actividad
del córtex cingulado anterior y aumentar la del córtex dorsolateral prefrontal,
con lo cual reducirán el dolor, así como los síntomas psicológicos (ansiedad, depresión…).
Disminuir la actividad del córtex
cingulado anterior y del sistema nervioso autónomo, mediante el aumento de la actividad del córtex
dorsolateral prefrontal;
extinguir los desencadenantes que
perpetúan el dolor
y
disminuir las respuestas emocionales de la amígdala; todo ello, interrumpe el círculo vicioso del dolor, como
otros síntomas que se corresponden a estos trastornos cuerpo/mente.
Los procesos que llevan a cabo unos
hiperactivos sistema nervioso autónomo y córtex cingulado anterior, producen
unos espasmos y tensión muscular excesiva (desencadenados
por una gran variedad de actividades, sustancias químicas y situaciones) y
son la causa de la mayoría de dolores de cuello, dolores de espalda, cefaleas
tensionales, migrañas, espasmos y molestias intestinales, espasmos de vejiga,
dolores corporales extensivos (fibromialgia),
y muchas otras condiciones crónicas.
Cuando se tienen algunos de estos
síntomas y las pruebas convencionales no identifican ninguna patología médica,
estas son buenas noticias, pues no se trata de
una enfermedad o patología, sino un síndrome cuerpo/mente y esto, tiene
fácil solución:
Reconfigurar tu cerebro y desaprender tu
dolor.
Los síntomas que ocurren cuando estamos
sometidos a un estrés significativo, pueden variar enormemente.
Las emociones fuertes, son a menudo demasiado
peligrosas o perturbadoras para ser sentidas o expresadas y por lo tanto, estas
emociones se mantienen en el subconsciente por medio de la represión; la
tensión resultante en la mente, se expresa como dolor y otros síntomas, como
una distracción o una advertencia de estas fuertes emociones subconscientes (Sarno, 2006).
Dice el Dr. Sarno:
“Pienso que todo el mundo tiene
síntomas psicosomáticos (es decir,
derivados de la conexión psicosomática). Muy pocas personas, si es que hay
alguna, viven sin experimentar una o más de estas manifestaciones, ya que éstas
reflejan la organización evolutiva de la psique humana. Y lo más importante,
estas manifestaciones, demuestran que no hay separación entre la mente y el
cuerpo; que los dos están inextricablemente interconectados.
Uno no puede estudiar la patología de
las enfermedades humanas, sin tomar en cuenta el papel de la psique.
Mi experiencia con los síndromes de
dolor más comunes, me ha demostrado la insensatez de descuidar los componentes
emocionales de la enfermedad humana.
En algunos casos, las emociones
desempeñarán un papel secundario; en otras, el principal. Descuidar esta
dimensión, es una omisión tan grande, como ignorar el papel de los
microorganismos en una enfermedad.
Nuestro cerebro, memoriza constantemente nuestro entorno, para detectar cualquier situación potencial, que pueda ser estresante o “peligrosa”. Esto ocurre casi a diario, y el mínimo estrés que produce encontrar un aparcamiento, llegar tarde a una reunión, tener una conversación difícil, preocuparte por tu hijo o por ponerte enfermo, se procesa por nuestro cerebro y se evalúa.
Cuando el cerebro detecta que una de estas situaciones, es suficientemente peligrosa, incluso si obviamente no estamos en peligro real, el cerebro puede enviar un pequeño mensaje de alarma.
Podemos sentir un ligero hormigueo en la mano o en el pie, un ligero malestar estomacal, un repentino zumbido en los oídos, una opresión en el pecho o exhalamos un profundo suspiro.
En el caso de activarse el mecanismo del estrés: lucha/huida/parálisis, por ejemplo, cuando corremos por el peligro de un oso, primero corremos y luego sentimos el miedo. Joseph Ledoux señala, que las vías nerviosas que perciben una situación peligrosa, envían señales a la amígdala en 12 milisegundos, las señales tardan el doble de tiempo en llegar a la parte consciente del cerebro.
Este proceso es como marcación
emocional rápida, para poder reaccionar con rapidez, antes de que seamos conscientes de ellos.
La amígdala, responde
a los estímulos visuales y de otro tipo que se presentan a nivel
subconsciente y que pueden causar dolor y otras reacciones en nuestro cuerpo (knight
et al., 2003)
Almacenados para siempre en el cerebro, los recuerdos
emocionales, pueden desencadenar respuestas físicas o emocionales.
Los miedos, pueden salir muchos años
después, al reaccionar ante un objeto o una situación, sin ser conscientes de
las emociones que causan la reacción (Ohmna,
1992: Le Doux, 1996)
Aunque en la vida moderna, es raro
encontrarnos con un depredador, el cerebro, escanea constantemente nuestro entorno, en
busca de cualquier signo de peligro.
Cuando tenemos tensiones psicológicas significativas,
que nos recuerdan a algo que nos causó miedo, ira/rabia/furia o culpa en una
etapa anterior de la vida, nuestra mente, las interpretará como peligrosas.
En estas situaciones, nuestra mente subconsciente,
tratará de alertarnos de un problema o de protegernos de algo que perciba como
perjudicial.
Nuestros cuerpos reaccionan y a menudo con dolor. Cuando nos enfrentamos a situaciones muy estresantes, especialmente cuando nos sentimos atrapados e incapaces de encontrar una solución, nuestro cuerpo reacciona, como si estuviéramos en grave peligro. El cerebro activa el mecanismo lucha/huida/parálisis, poniendo en tensión músculos específicos y esta tensión crea un dolor real. Con el tiempo el dolor puede empeorar o generalizarse.
El dolor de espalda, a menudo se da en
personas que están experimentando graves dificultades en el trabajo y no pueden
dejarlo, o en otras áreas de la vida. El dolor que utiliza la mente, es para
protegerlos y sacarlos de la situación angustiosa.
A veces, quieres conscientemente hacer
algo, pero tu sistema nervioso se ha sensibilizado, e inconscientemente puedes
tener sentimientos de miedo, ira/rabia/furia y culpa, causados por una
situación estresante y que hace que se vuelva a repetir el síntoma o se haga
crónico, como mecanismo de protección.
La mente subconsciente, puede elegir qué
síntomas producir durante los momentos de estrés, por eso las personas que
crecen con un padre con frecuentes dolores de cabeza, a menudo desarrollan
frecuentes dolores de cabeza.
Alguien que se hace mayor con parientes
con dolores abdominales o de espalda, a menudo, puede desarrollar esos síntomas,
décadas más tarde.
El contagio social, es un mecanismo por
el cual, se pueden desencadenar síntomas específicos.
A veces, la forma en que reaccionan
nuestros cuerpos, puede darnos una pista de lo que la mente está tratando de
decirnos. El dolor puede ocurrir en un lugar apropiado. Por ejemplo, la
dificultad para deglutir, puede estar relacionado a una situación “difícil de
tragar”.
Se puede desarrollar dolores de cabeza,
antes de las citas o situaciones sociales estresantes o en las que haya
personas por quienes tengas fuertes sentimientos. A menudo, no se es consciente
de esto: se trata de
sentimientos subconscientes. De hecho, es más probable que la emociones causen
reacciones en nuestro cuerpo, cuando no somos conscientes de que nos están
influyendo (LeDoux, 1996).
Este proceso, ocurre de manera regular,
probablemente a diario, en todos nosotros.
El aprendizaje previo o primado (facilitación, priming), es también una
manera con la cual la mente
subconsciente, elige un síntoma particular.
Alguien que se ha lesionado en cierta zona corporal, es
más probable que desarrolle dolor tipo síndrome mente/cuerpo en esa área,
porque el patrón neurológico de dolor y la sensibilización de los nervios, ya
ha sido establecido y el cerebro lo recuerda. El cerebro no olvida cómo crear
ese dolor en particular (hasta que se lo
enseñemos, lo desaprendamos).
Al saber la causa que pudiera ser,
puede que desaparezca reconociendo que se está estresado por algo, lidiando con
el estrés de la mejor manera y transmitiéndole a la mente subconsciente que: “no
necesitas el dolor para alertarte de una situación peligrosa o para alejarte de
algo que realmente no quieres hacer”.