lunes, 10 de noviembre de 2025

La curiosidad: antídoto del cerebro contra el miedo


La neurociencia nos informa –y confirma lo que los grandes pensadores siempre han sabido – que la curiosidad es el antídoto del cerebro contra el miedo.

Cuando la curiosidad se activa, el cerebro literalmente apaga el circuito de evitación e ilumina las regiones relacionadas con el aprendizaje, la creatividad y el coraje.
En lugar de retirarse a lo desconocido, empieza a explorarlo.

A través de estudios que utilizan la "imágenes cerebrales" han demostrado que la curiosidad estimula el sistema de recompensas dopaminérgicas, la misma red responsable de la motivación y el placer.
A medida que la dopamina aumenta, la ansiedad disminuye, y la corteza prefrontal, la parte del cerebro que toma decisiones racionales, toma el control de centros emocionales como la amigdalaria.
Esta transición convierte el miedo en fascinación.

En momentos de incertidumbre, la curiosidad actúa como un contrapeso biológico al estrés.
Le dice al cerebro: "Esto es seguro de explorar. "
He aquí por qué la gente que se mantiene curiosa durante los desafíos a menudo experimenta menos ansiedad y se recuperan más rápido de los contratiempos.

La curiosidad ayuda al cerebro a "reenmarcar" el peligro en descubrimiento, convirtiendo la confusión en crecimiento.
¿La parte más poderosa?
Puede ser entrenada.

Hacer preguntas, probar nuevas experiencias o incluso aprender temas desconocidos fortalece gradualmente los circuitos neurales de la exploración.
Con el tiempo, estas redes superan los patrones de evitación, creando resistencia y adaptabilidad tanto en la mente como en el cuerpo.
La curiosidad no elimina el miedo, lo transforma.

Al elegir mantenerse curioso, no ignoras la incertidumbre; enseñas a tu cerebro a encontrar significado dentro de ella.
Así es como aprender se convierte en coraje, y la maravilla se convierte en fuerza.

Salud Cerebro y Neurociencia

Ciencia de la Mente  Argentina




lunes, 3 de noviembre de 2025

¿Sanación o curación?

 

La sanación es un proceso que va más allá de la curación del cuerpo físico. Se trata de un proceso emocional, mental y espiritual muy poderoso que nos acerca a quienes somos realmente y a nuestro propósito en este mundo.

Sanar es regresar a nuestro estado de integridad.

La experiencia nos demuestra que la sanación es accesible para todos los seres humanos, mientras que la curación no necesariamente lo es.

Hay personas que sanan y se curan. Son los pacientes extraordinarios. Hay personas cuyo cuerpo no se cura y sin embargo, parten como triunfadores, habiéndole dado verdadero sentido a su existencia al sanar la totalidad de su ser.

La sanación es un proceso que nos acerca a Dios, a la conectividad o como se elija llamar a aquello que nos trasciende, capaz de trasformar nuestras vidas y la de nuestros familiares.

La mayoría, educados en la tradición de la ciencia médica occidental, tendemos a considera la enfermedad como una especie de falla mecánica del cuerpo que requiere de “un mecánico debajo del capó” para reconectar los cables y reemplazar las piezas. A eso le llamamos curación.

En cambio la sanación, es una cuestión de significado, no de mecánica: es una respuesta integral que busca entender la experiencia de una enfermedad como parte esencial de la vida. Según este enfoque, quien sana no es el paciente, sino la persona.

El corazón de la sanación radica en atender los diferentes aspectos del ser de una persona: físico, psicológico, espiritual, las relaciones, su entorno y las interrelaciones entre todos ellos.

Cada uno es importante y ninguno puede ser ignorado.

Si abordamos todos los aspectos, podemos optimizar los recursos de curación y autocuración disponibles, para que el programa médico sea más efectivo.

Se trata de trabajar para que el paciente se torne resiliente, es decir, que adquiera plasticidad biológica y biopsicosocial ante cualquier adversidad para salir fortalecido de ella.

No es un fracaso que alguien muera, pues hacia eso vamos todos, se trata de vivir intensamente hasta que llegue el momento de morir.

No existe en la naturaleza ninguna regla fija que se aplique a todo del mismo modo, la variedad es la esencia misma de la naturaleza, la media es una abstracción, un “ley” que la mente humana trata de imponer a la variada profusión de casos individuales. Para Stephen Jay Gould (catedrático de zoología en la Universidad de Harvard y especialista en teoría de la evolución, considera como el segundo Darwin, con 40 años padecía mesotelioma peritoneal, un cáncer grave y poco común, atribuido al contacto con el amianto), el individuo, distinto del resto, la cuestión era qué lugar ocupaba el en el espectro de variaciones existente, por encima y por debajo de la media.

Le dieron una media de supervivencia de 8 meses, lo que significaba que la mitad de los enfermos vivía menos de 8 meses; por lo que la otra mitad vivía más de 8 meses. A cuál de las dos mitades pertenecía el? No fumaba, tenía buena salud hasta ese momento, y tenía a su alcance el mejor tratamiento posible, concluyó que tenía motivos para considerarse dentro de las mejores perspectivas de supervivencia. Encontró información sobre la curva de supervivencia y se alargaba varios años más, una pequeña cantidad de personas vivían con esa enfermedad, pensó que él podía estar entre ellas.

También contaba con que esa curva de supervivencia se refería a personas tratadas entre 10 y 20 años antes, o sea que se beneficiaron con tratamientos de ese entonces y era una época donde la investigación aún no estaba tan avanzada. Si las circunstancias cambian, también lo hace la curva de supervivencia. Gould murió 20 años después, murió con cáncer, pero no de cáncer. Le dió tiempo a recorrer una de las carreras científicas más admirables de su época. Dos meses antes de morir, pudo ver publicada su obra magna: la estructura de la teoría de la evolución.



Uno de los primeros estudios que reflejó el fenómeno de las remisiones espontáneas en enfermedades consideradas incurables fue Spontaneous Remission: An Annoteated Bibliography, publicado en 1993. Este trabajo recopiló centenares de casos debidamente documentados que demuestran la extraordinaria capacidad del organismo para responder, incluso en situaciones en las que los médicos afirmaban que no había más alternativas. Más actual, en su conferencia “Una medicina de esperanza y posibilidad”, el doctor Jeffrey Rediger compartió profundas reflexiones sobre el fenómeno de las remisiones espontáneas y desafió las percepciones tradicionales de la medicina.

Estas son sus conclusiones principales:

1. No hay nada espontáneo en la remisión espontánea: según el doctor Rediger cada caso estudiado de remisión ha estado acompañado de un cambio radical en la percepción que las personas tienen de sí mismas y de mundo que las rodea.

2. El misterio de la interfaz cuerpo-mente-alma: esta conexión profunda podría ser uno de los enigmas más significativos de nuestra era, con un gran potencial transformador para la medicina y la salud.

3. La necesidad de una plataforma científica para historias de remisión: estas historias respaldadas por la evidencia, tienen el poder de inspirar a las personas. La inspiración no solo impulsa a superar barreras, sino que también motiva a otros a hacer lo mismo. Debemos construir una ciencia de la salud, no solo la ciencia de la enfermedad.


Estas ideas marcan el inicio de una era en la que la medicina podría trascender su enfoque tradicional para abarcar la complejidad y el potencial del ser humano en su totalidad.




Los pacientes excepcionales:

1- Aceptan su diagnóstico, pero no se convierten en sus víctimas.

2- Pueden responder con alegría a pesar de lo que les está pasando.

3- Pueden expresar libremente sus emociones sin sentirse juzgados, criticados o contrariados.

4- Tienen una familia que forma parte de la medicina y no de la enfermedad.

5- A pesar de los pronósticos adversos, creen y sienten que pueden recuperarse.

6- Utilizan sus creencias y sus imágenes como recurso terapéutico.

7- Descubren un sentido, un para qué a la experiencia que les toca vivir.

8- Se tornan resilientes y salen fortalecidos de la adversidad.

9- Utilizan técnicas de bienestar, como la relajación y la meditación.

10- Tienen un propósito en la vida, algo que va más allá del ejercicio de sus roles o su profesión.

En definitiva, quieren vivir, que es muy diferente a no querer morir. Hacen todo lo posible por vivir con intensidad, sin dejar de aceptar la transitoriedad de la vida.

Mover el potencial interno, te saca de las estadísticas, prolonga la supervivencia y aporta más vida a la vida.


S.M.Maruso



domingo, 2 de noviembre de 2025

Pensamientos, emociones y el dolor


Los pensamientos y el dolor.

Muchas investigaciones, han demostrado cómo el cerebro controla realmente el dolor.

Todo dolor tiene componentes sensoriales, cognitivos y afectivos (Wager et al., 2004).

El componente sensorial incluye descripciones de cómo se siente el dolor: presión, ardor, punzadas, entumecimiento...

El componente cognitivo es lo que se piensa sobre el dolor: cuál es la causa, si se cree que es temporal o permanente, controlable o superable o incurable…

El componente afectivo consiste en los sentimientos y emociones sobre el dolor: el miedo, la preocupación, la ira, el rencor, la tristeza, la culpa, la vergüenza...



Hay distintas zonas del sistema nervioso que procesan estos tres componentes del dolor (Melzack y Casey, 1968; Ploner et alm 1999; Vogt y Sikes, 2000; Ochsner et al, 2008).

Para eliminar el dolor crónico, es necesario abordar todos los tres componentes.

La forma en que las personas piensan sobre su dolor y los sentimientos que están relacionados con él, tienen un gran impacto en la gravedad del dolor.

El Dr. Lieberman y sus colegas (2004), realizaron un estudio en el cual las personas con síndrome de intestino irritable, fueron tratadas con una píldora de placebo. En los que respondieron con menos síntomas (menos dolor, menos diarrea o menos estreñimiento), encontraron que el córtex cingulado anterior, estaba inactivo, mientras que el córtex dorsolateral prefrontal, estaba activado.

Aquellos cuyos síntomas no disminuyeron, tuvieron la respuesta cerebral opuesta: un córtex cingulado anterior activado y un córtex dorsolateral prefrontal inactivo.

O sea que, lo que pensamos sobre nuestra dolencia, los componentes cognitivos de nuestro dolor, afecta la forma en que nuestro cerebro controla el dolor.



En un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (Waber et al, 2008), un grupo de investigadores, evaluó las respuestas de dolor de unos voluntarios con un brazalete que daba niveles graduales de descargas eléctricas. A todos los participantes se les dio primero una píldora que, según se les dijo, era un nuevo medicamento similar a la codeína, pero de acción más rápida.

A la mitad de los sujetos, se les dijo que costaba alrededor de 2,50 dólares por píldora, mientras que a los demás, se les dijo que cada píldora costaba 10 centavos. Aunque todas las píldoras eran placebos, los que recibieron las píldoras más caras, sintieron mucho menos dolor por las descargas del brazalete, que los que recibieron las píldoras supuestamente más baratas.



En un estudio de investigación de personas con dolor crónico en las manos debido a un trastorno síndrome de dolor regional complejo (o distrofia simpática refleja) se le mostraron a los sujetos, imágenes de manos en diferentes posiciones. Se les pidió que se imaginaran a ellos mismos en esas posiciones. Los resultados demostraron que habían aumentado el dolor y la hinchazón de las manos, simplemente por imaginar que las movían (Moseley et al., 2008).

Estos estudios, demuestran que según qué pensamos sobre el dolor, puede tener un gran impacto en la forma en que realmente sentimos el dolor. Muchos estudios también muestran cómo las emociones, afectan la forma en que experimentamos el dolor.



Las emociones y el dolor

Varios estudios demuestran la relación entre las emociones y el dolor.

Más de un tercio de las personas con fibromialgia o con síndrome del intestino irritable, tienen altas tasas de trastorno de estrés postraumático (Amir et al, 1997, Sherman et al, 2000).

Un estudio sobre un grupo de veteranos militares con trastorno de estrés postraumático, demostró que el 80 % de ellos tenía dolor crónico (Beckham, 1997).

En un estudio con personas con trastorno obsesivo compulsivo, las situaciones desencadenantes de sus síntomas, se asociaron con un córtex cingulado anterior activado en el cerebro (Fitzgerald et al, 2005).

John Burns (2006), estudió los umbrales de dolor en las personas con dolor lumbar crónico. Descubrió que cuando recordaban un momento que les había hecho enojar, habían aumentado la activación de los músculos de la espalda baja y experimentaban más dolor, pero no mostraban aumentos en la frecuencia cardiaca o de la presión sanguínea y no tenían activación en grupos musculares relacionados con las zonas de dolor, lo que demuestra que sus cuerpos reaccionaban a la ira/rabia/furia, en una zona muy específica.

En otro estudio, se puso a los voluntarios en una situación que creaba ansiedad o ira y luego, se les instruyó para que expresaran sus sentimientos desinhibidamente, trataran luego de inhibirlos o trataran de no mostrar ningún sentimiento. Luego colocaron las manos de los afectados en agua helada: los que recibieron instrucciones de no sentir, ni mostrar ansiedad o ira, tuvieron menos tolerancia al dolor (Quartana y Burns, 2007).

Por último, a los pacientes con dolor de espalda baja, se les instruyó que suprimieran la ira/rabia/furia, a otros que no la suprimieran, durante un estresante experimento de laboratorio. Los que recibieron instrucciones de suprimir sus emociones, informaron de más dolor, tanto durante, como después del experimento (Burns et al, 2008).


En conjunto, estos estudios muestran que tanto la ansiedad, como la ira/rabia/furia, pueden causar un umbral de dolor más bajo y pueden aumentar la tensión muscular.

La supresión de las emociones, lleva a niveles de dolor aún más altos.

Los estudios de imágenes cerebrales, también han revelado la fuerte relación entre las emociones y el dolor. Por ejemplo, Eisenberger y sus colegas (2003 y 2006) han demostrado que cuando se pone a personas en una situación experimental, en la cual son excluidas o rechazadas por otros, el córtex cingulado anterior se activa y la sensibilidad al dolor aumenta.

El córtex cingulado anterior, también se activa por el miedo y la preocupación, al igual que la amígdala y todo el SNA (Fitzgerald et al, 2005; Das et al, 2005)

Ethan Kross y sus colegas realizaron exploraciones cerebrales separadas en adultos jóvenes a quienes se les indujo un leve dolor físico y también les mostraron una imagen de una ex amante que había roto con ellos en los últimos seis meses (Kross et al, 2011). No es sorprendente que las mismas zonas del cerebro, se activaran por una lesión física y una herida emocional.

Tanto el dolor físico, como el dolor emocional, son manejados de la misma manera en el cerebro y ambos puedan ser causa de un dolor real.

Cuando se desarrolla el dolor, si no estamos seguros de por qué ha aparecido y nuestros médicos se muestran incapaces de explicarlo o de hacerlo desaparecer, la mayoría de la gente comienza a preocuparse por tal dolor y a temer que se convierta en un problema constante.

Estas emociones, consiguen entonces que las vías del dolor en el cerebro, se vean reforzadas, lo cual por supuesto, tiende a exacerbar el dolor (Bailey et al, 2009)


Aprende más:






sábado, 25 de octubre de 2025

Las dos caras de la realidad


Cuando nos distanciamos un poco de la actividad febril de la vida cotidiana, vemos que la realidad presenta dos aspectos básicos, que hay dos caras en nuestra existencia. 
Por un lado, tenemos la cara visible, la del mundo físico y material. Si alzamos los brazos, veremos su movimiento. Si tomamos una rosa, podremos oler su fragancia o sentir la suavidad de sus pétalos. Todo esto pertenece a la faceta o vertiente espacial del mundo físico. Pero es igualmente real la vertiente de la realidad que corresponde al aspecto experiencial: la sensación subjetiva del color rojo de la rosa, las sensaciones olfativas de su fragancia en nuestra experiencia interior, el recuerdo de otras flores que hemos visto en nuestra vida.

También podemos observar la mirada o la expresión facial de otra persona e intuir cómo debe ser su mundo interior. Recibimos esta información por medio de los cinco sentidos, pero esta experiencia del mundo exterior siempre viene acompañada de sensaciones subjetivas (lo mismo sucede con el sexto sentido con el que percibimos nuestro cuerpo).

Sin embargo, nadie sabe cómo surge la experiencia subjetiva de ver la rosa a partir del hecho físico de la activación neuronal. Nadie sabe por qué al ver una persona que llora sentimos que está triste. Y nadie sabe por qué una experiencia subjetiva como pensar en una rosa hace que se activen en el cerebro unos circuitos concretos. Basándose en esto, hay quien dice que intentar relacionar el mundo físico con el mundo subjetivo es un empeño inútil. E incluso hay quien afirma que es perjudicial, que tratar de relacionar el mundo de la ciencia con el de la subjetividad resta importancia a nuestra vida interior. Pero si se hace con humildad y espíritu abierto, relacionar el mundo objetivo físico con el mundo subjetivo interior puede ser muy positivo. Podemos percibir nuestro mar interior, que es distinto del mundo espacial y físico del cuerpo y de otros objetos.

Cuando somos conscientes de la rosa que percibimos en el mundo sensorial, y de las imágenes y emociones que la palabra rosa suscita en nuestra experiencia en el tiempo, podemos decir que estamos sintiendo ciertas pautas de activación cerebral. Pero ¿quiere decir esto que la sensación de la rosa no es más que la consecuencia de los impulsos eléctricos y las conexiones sinápticas que se activan en el cerebro? ¿O quiere decir que las dos están correlacionadas, que sabemos, por lo que nos dice la ciencia, que cuando tenemos la sensación subjetiva de ver la rosa se está activando la corteza occipital?

Para considerar esta cuestión desde una perspectiva diferente será útil aclarar previamente algunos conceptos básicos.

La vertiente experiencial y subjetiva de la realidad no es objetiva en el sentido de que no la podemos pesar ni sujetarla con la mano; tampoco podemos captar su naturaleza con una cámara, ni siquiera con un escáner cerebral. Este mundo interior, esta esencia subjetiva de nuestra vida mental, no es lo mismo que la actividad cerebral.

Podemos establecer que, cuando sentimos miedo, el escáner cerebral revela que se ha activado una región del cerebro llamada amígdala. Pero, en el fondo, solo podemos decir que la activación física y la experiencia subjetiva tienen lugar al mismo tiempo: la activación de la amígdala no es lo mismo que la sensación de miedo.

Debemos contemplar la dirección de las influencias causales con una mente abierta: podríamos decir que la activación de la amígdala «causa» la sensación de miedo, pero resulta que imaginar que sentimos miedo puede hacer que la amígdala se active.

¿Cómo conciliar esta influencia bidireccional entre la mente (la subjetividad y la cara mental e interna de la realidad) y el cerebro (el aspecto físico y objetivo de esa misma realidad)?

La experiencia subjetiva no existe en un lugar físico, pero sí que tiene lugar en el tiempo. Pensemos en qué lugar del espacio se sitúan la sensación de miedo o la sensación que suscita la fragancia de la rosa. ¿Qué sientes ahora mismo? ¿Qué imágenes aparecen en tu mente?

Aunque no puedas cuantificar las dimensiones espaciales de altura, anchura y profundidad de esa sensación o esa imagen, ya que no podemos medir con una regla una imagen que surge en la mente, sabes que tu experiencia es real en este momento. Pero ¿en qué punto del espacio se sitúa?

Si dices «En mi cerebro», estará equiparando la activación neural con la experiencia mental. La verdad de la cara experiencial y subjetiva de la realidad es que coexiste en el tiempo con la cara material y «objetiva» de la misma realidad (que sí existe en el espacio y presenta unas dimensiones físicas mensurables).

Lo que tienen en común estas dos caras de la misma realidad es el tiempo. Podemos sentir amor al mismo tiempo que se activan, en nuestro cerebro, unos circuitos neurales concretos. Y lo que tienen estos dos hechos en común es que «coocurren» en el tiempo: por eso decimos que están correlacionados. Sin embargo, si nos preguntamos cuál de los dos se ha dado primero, no encontraremos ninguna respuesta.

Si la respuesta a la cuestión del cerebro y la mente fuera unidireccional, si la mente no fuera más que la actividad del cerebro, no habría mucho más que decir. El cerebro se ocuparía de todo y seríamos sus esclavos.

Sin embargo, la ciencia actual nos dice que la mente es capaz de activar circuitos cerebrales y modificar las conexiones estructurales del cerebro.

En otras palabras, podemos utilizar el aspecto interior subjetivo de la realidad para cambiar la estructura física objetiva del cerebro.

Esta cuestión no es una simple discusión académica sobre temas intelectuales.

Si podemos despertar la mente para impulsar el crecimiento del cerebro en una determinada dirección, podemos construir los circuitos neurales de la entereza y la compasión. 
Podemos usar la mente para transformar nuestro cerebro y nuestra vida. 
No está mal para una mente que la vida moderna suele dejar de lado y que la educación de hoy acostumbra a ignorar.

Dr. Daniel Sigel




lunes, 20 de octubre de 2025

Aprendiendo el lenguaje de las emociones

                              

Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. La misma raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino movere (que significa «moverse») más el prefijo «e-», significando algo así como «movimiento hacia» y sugiriendo, de ese modo, que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción.

Genéticamente venimos equipados con ellas, es la reacción psicológica más elemental que busca la supervivencia por encima de todo.

En este sentido compartimos las mismas emociones con los demás mamíferos de este planeta.

Basta con observar a los niños o a los animales para darnos cuenta de que las emociones conducen a la acción; es sólo en el mundo «civilizado» de los adultos en donde nos encontramos con esa extraña anomalía del reino animal en la que las emociones —los impulsos básicos que nos incitan a actuar— parecen hallarse divorciadas de las reacciones.

Las emociones son procesos químicos y energéticos que ocupan un lugar en el cuerpo, aunque muchos no se den cuenta, que nos dan información sobre nuestros deseos, nuestras necesidades, y su grado de satisfacción, nos dan información acerca de nuestras preferencias, inclinaciones y nos ayudan a conocer nuestra historia personal y familiar.

Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata. Cuando las experimentamos estamos en contacto directo con nuestra realidad física, las emociones se expresan en el cuerpo incluso antes de que seamos conscientes de ellas. La emoción al ser una reacción espontánea del organismo, es amoral.


§ Las emociones nos dan información sobre lo que nos pasa. No son el problema, conviene aprovechar la información que nos dan.

§ Aceptar en vez de reprimir.

Una vez que llega una emoción, no sirve luchar contra ella o pretender que no está allí. Entender el para qué están allí, es fundamental.
La represión de una emoción lleva muchas veces a que dicha emoción crezca y se transforme en algo más disfuncional.
Por ejemplo, un miedo que se reprime puede transformarse en fobia.

§ Cuando éramos niños, mostrábamos lo que sentíamos, llorábamos cuando teníamos hambre, o cuando algo nos molestaba, gritábamos y mostrábamos nuestro miedo, cuando nos sentíamos contentos nos reíamos, etc., pero luego, la educación, nos imponía reprimir las emociones para adaptarnos al modelo social, y poco a poco fuimos negando y reprimiendo emociones por no estar a la altura de…

Y cuando la energía queda reprimida, el organismo mantiene un estado de estrés que impide su funcionamiento óptimo (enfermedades físicas, hipertensión, migrañas, úlceras, enfermedades mentales como depresión, ansiedad, fobias, comportamientos irracionales, etc.)

§ No hay emociones buenas o malas, podríamos más bien decir que las emociones son funcionales o disfuncionales.

Las emociones van a ser más o menos funcionales en cuanto a cómo nosotros decidimos responder ante la aparición de la misma.

Las emociones disfuncionales son las que bloquean la posibilidad de experiencia y aprendizaje.

Las emociones funcionales son aquellas que nos muestran información valiosa acerca de nosotros y ponen en marcha el círculo de aprendizaje continuo.

Todas las emociones tienen su lado funcional, inclusive aquellas como el miedo, enojo, tristeza, envidia y culpa, porque buscan satisfacer una necesidad.

El miedo es funcional cuando nos damos cuenta de que hay un desequilibrio entre la amenaza que enfrentamos y los recursos con los que contamos. Y comprender esto nos guía hacia la búsqueda de recursos (tanto internos como externos) que necesitamos para salir del estado de miedo. Nos invita a protegernos, a cuidarnos.

El enojo es funcional cuando nos damos cuenta que toda esa cuota mayor de energía puede darnos fuerza para resolver el problema que nos enoja. Nos ayuda a defendernos, a poner límites.

La tristeza es funcional cuando se acepta y se permite experimentar el dolor con como fuente de aprendizaje. Porque de esa manera, evitamos que el dolor se transforme en sufrimiento.

Si tratamos de escaparnos del dolor, es ahí cuando caemos en la melancolía y en la desdicha como estado de ánimo negativo (la tristeza pasa a ser disfuncional).

Cuando sentimos tristeza, nuestro organismo nos está diciendo: “retírate y vuelve a estar contigo mismo”

La envidia es funcional cuando logramos darnos cuenta que lo que la envidia busca es la eliminación de un contraste entre lo que se tiene y lo que no se tiene.

La culpa es funcional cuando nos ayuda a realizar las correcciones necesarias para restablecer el equilibrio interno ante una transgresión moral.


Las emociones más tóxicas, son el miedo y la rabia, ya que generan reacciones en cadena, mecanismos bioquímicos muy fuertes que afectan el cerebro, los riñones, los pulmones, el corazón, etc., segregando sustancias químicas dañinas para la salud, si no se descargan.

Recordemos que somos adictos a los estados emocionales y gastamos grandes cantidades de energía para sostener esos estados.

§ La interpretación que le damos a las emociones, a los hechos hará que entremos en estados de ánimo teñidos por ellas.

Los principales estados de ánimo negativos derivan de emociones no tenidas en cuenta, reprimidas o mal encauzadas.

Si queremos modificar un estado de ánimo en nosotros, debemos de prestarle atención a la emoción que antecede, que está influida por la manera de pensar que tenemos y esta se apoya en creencias profundas, arraigadas muchas veces en el inconsciente.

§ Cuando pensamos, fabricamos sustancias químicas, si nuestros pensamientos son saludables, elevados, felices, fabricamos sustancias químicas que nos hacen sentir bien; por el contrario, si nuestros pensamientos son de inseguridad, miedo, frustración…etc., fabricamos sustancias que nos harán sentir mal.

Cada sustancia que se libera en el cerebro, es un mensaje que alimenta al cuerpo físico, el que se empieza a sentir tal y como pensamos, cuando sucede esto, hay una interacción, el cerebro registra cómo está el cuerpo y comienza a pensar como sentimos, lo que a su vez, fabrica más sustancias químicas que nos hacen sentir como pensamos, y pensar como sentimos, quedando atrapados en el ciclo de pensar y sentir, entre el cerebro y el cuerpo. (J. Dispenza)

Creamos así una manera de ser, los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar y quedamos atrapados en un ciclo donde el cuerpo literalmente, piensa por nosotros.

Si mis pensamientos crean estas sustancias químicas, que me hacen sentir y comportarme de esta manera, tendré que cambiar mi forma de pensar.

Podemos tomar un rol más protagónico cuando notamos que estamos con determinado estado de ánimo. Somos responsables (no culpables), no somos víctimas de las circunstancias, sino que podemos modificar nuestros estados de ánimo.

§ Una de las primeras cosas que hacemos en la vida es utilizar la tensión de los músculos, para interrumpir las sensaciones que no nos gustan, sin darnos cuenta, que de esta manera la sensación no desaparece, sino que lo que sucede es que su señal ya no llega al cerebro, el “canal” está ocupado por la señal de tensión muscular. 
 Entonces, tenemos que seguir manteniendo esta tensión para mantener la emoción apartada de la consciencia, así la tensión, se torna habitual y ya no nos damos cuenta de ella, se cronifica, y llega a formar parte de nosotros, determinando nuestra postura, manera de movernos, etc. 
La carga energética y química, continúa en el cuerpo, sin poder circular para informar y transformarse en otra cosa, poder fluir. De esta manera no sabemos lo que la emoción tenía para decirnos, y al no estar conscientes de ello, no podemos actuar en consecuencia.

El cuerpo debe esforzarse cada vez más y recurrir a registros más fuertes para llamarnos la atención y puede llegar hasta las enfermedades.

Además, las emociones retenidas en el cuerpo, hacen que atraigamos una y otra vez situaciones en las que estas emociones estén justificadas (adicción a los estados emocionales, por la química que se produce).

Tengamos en cuenta que nuestro sistema nervioso crea y mantiene estos patrones de tensión para “protegernos”, asegurarnos la supervivencia (tienen una intensión positiva, un beneficio secundario...)

El organismo sabe que con esta conducta puede sobrevivir a pesar que, en otro nivel entendamos que dicha conducta nos hace daño (ej. es el caso de las adicciones).

§ No se puede controlar conscientemente la aparición de las emociones, pero podemos aprender a gestionarlas saludablemente una vez que aparecen.



Quieres aprender más:




OBJETIVOS

  • Profundizar sobre la importancia de las emociones, sensaciones, sentimientos, sus funciones, características, diferencias.
  • Aprender a conocer lo que funciona en uno mismo: inteligencia emocional, inteligencia racional, Psiconeuroendocrinoimunología, Plasticidad Cerebral, Redes Hebbianas
  • Aprender sobre qué pasa con las emociones cuando las reprimimos, los traumas...
  • Aprender sobre cómo se procesan las emociones y la autorregulación emocional
  • Aprender sobre gestión de emociones desde el Focusing, Mindfulness, La Memoria Celular
  • Ejercicios prácticos para el trabajo con emociones
  • Y mucho más….

www.centroelim.org




El poder de las creencias



  ¿Alguna vez te has preguntado por qué en muchas áreas de la vida  vivimos por debajo de nuestras verdaderas posibilidades?, ¿o por qué repetimos una y otra vez las mismas historias?

Nuestras conductas están teñidas por las creencias que subyacen en nuestro subconsciente y, en realidad, son las que determinan muchas de las capacidades y conductas que solemos atribuirle al azar.

Es necesario identificar estas creencias, muchas de las cuales derivan en miedos ocultos, silenciosos, que boicotean nuestros esfuerzos, debilitan nuestra voluntad y hasta nos paralizan a la hora de actuar y tomar decisiones.


¿Conoces el método de Lair Riveiro para amaestrar pulgas? :

primero se encierra a la pulga en un frasco, la pulga intentará salir saltando repetidas veces; al cabo de muchos intentos, ya no intentará salir del frasco. Y no lo hará porque “cree” que no puede.

Si en tu vida padeces una limitación y te hace “tropezar varias veces con la misma piedra”, y te resignas creyendo que no puedes cambiar los resultados, podrías pensar que gran parte del problema es que estás influenciado por tu manera de ver los acontecimientos, y te has olvidado que tu capacidad de salto, es más extraordinaria de lo que te imaginas.


En la India, para amaestrar a un elefante, cuando es bebé se lo ata con una cuerda pequeña a una planta, durante varias semanas. Cuando el elefante crece, se le ata con una cuerda similar a la original, y este no podrá escapar, porque “cree que no puede”.


Las creencias son programas inconscientes, o sea que funcionan sin que nos demos cuenta.

· Forman una pantalla entre el mundo exterior, los sucesos y nosotros mismos. Son representaciones de la realidad que muchas veces, tendemos a confundir con la realidad misma… pero que al avanzar en el camino, hemos olvidado su origen…

· A diferencia de los pensamientos, que forman activamente palabras o imágenes, la creencia actúa de manera pasiva y silenciosa.

· Las creencias perpetúan el sufrimiento pasado, la persona queda marcada, modelada en su comportamiento, sus pensamientos o sus emociones, traumatizada a veces, por un acontecimiento muy antiguo, ello sobrevive y se repite ahora, aunque el acontecimiento, el drama, la dificultad, sucedió hace muchos años atrás….es repetir para no olvidar, esto es lo que algunos llaman aprendizaje.

· Nuestras limitaciones personales responden a creencias limitantes. Si alguien por ejemplo, se cree que no merece recibir amor, se sentirá carente por más que lo quieran, porque su creencia lo hará enfocar su atención en cualquier detalle que confirme que nadie lo quiere. Incluso si alguien lo amara de un modo evidente, esta persona no llegaría a confiar por completo en ese amor, es más como las creencias generan actitudes, es probable que esta persona actúe, aunque sea inconscientemente, de manera que provoque el rechazo de los demás, para así alimentar su creencia original, con el tiempo conseguirá eso en lo que está enfocado: el rechazo.

· Si la creencia es tóxica, genera pensamientos negativos, que irán acompañados por imágenes y emociones negativas.

· Así, una creencia negativa, nos hace entrar en un círculo de acción y reacción.

· Hay creencias que abren, que potencian, son generativas y hay otras creencias que son limitativas, que aunque sean frecuentemente trabas terribles y la fuente de numerosos conflictos, estamos tan atados a ellas, porque son para nosotros, un modo de controlar las cosas, de organizar el mundo exterior, de racionalizar. Incluso nos permiten a veces, resolver la angustia del vacío.

· Las creencias son vinculadas al sentido de la vida, de los acontecimientos. Si se tiene una creencia, por ejemplo de que tal persona está enferma porque cometió un pecado, o si es su karma, o que su sufrimiento sirve al grupo, etc.… esta creencia, alivia.


Así, las creencias representan una adaptación al entorno, que nos permite estar vinculado con él, pero que al mismo tiempo, nos aísla.

Ya no vemos el entorno, sino nuestras creencias.

· Nuestras creencias se manifiestan en diferentes actitudes, aptitudes y comportamientos ante la vida, en los diferentes síntomas y enfermedades; simplemente observando cómo es la vida y el desarrollo de la persona y cuáles son sus dificultades o éxitos habituales en la consecución de sus objetivos proyectados, podemos descifrar cuales son las creencias que tienen integradas y que por supuesto, funcionan de manera automática e inconsciente.

· Somos esclavos de nuestras creencias inconscientes constantemente, porque casi nunca reflexionamos conscientemente sobre ellas. Son para nosotros unas evidencias.

· Estamos tan atados a nuestras creencias, porque en nuestra infancia nos ayudaron, y hemos construido nuestra vida encima de ellas.


Volver a plantear nuestras creencias, significa replantearnos todo un período de nuestra existencia, el modo en el cual hemos vivido, incluso sobrevivido; de alguna manera, nos sentimos seguros con ellas, tienen un beneficio secundario.

Nuestras creencias, nos conducen a volver a sentir ciertas emociones y a adoptar conductas congruentes a ellas, porque solemos cometer una serie de errores que nos parecen lógicos en el razonamiento (según las terapias de comportamiento y cognitivas):

  • Sobregeneralización: sacar conclusiones generales y globales después de un acontecimiento. Ej. Saqué una mala nota en un exámen, “todo me sale mal”.
  •  Minimización y maximización: minimizar los puntos positivos y maximizar, exagerar los negativos. Ej. tuve éxito en mi examen, pero fue un golpe de suerte. Ej. se me quemó la comida, soy una mala madre, no van a quererme.
  •  La Inferencia arbitraria: Sacar conclusiones sin pruebas. Ej. estoy deprimida porque me falta voluntad. Ej. mi hija no me llamó el día de la madre, lo cual indica que le importo muy poco.
  •  La abstracción selectiva: juzgar una situación basándonos en un solo aspecto, descartando los demás. Ej. me saqué una mala calificación, soy un mal alumno.
  •  El razonamiento o todo o nada: no hay matices grises, todo es o blanco o negro. Ej. amar es dar todo, si no se da todo es que no se ama.
  •  La personalización: atribuirse la responsabilidad de situaciones que no nos conciernen en forma directa, sentirnos responsables de las desgracias del mundo.   Ej. si fuera buena madre, a mi hija no le iría mal en la escuela.

En el campo psicológico, todos estamos sostenidos, dirigidos por nuestras creencias.




Aprende más con el curso: El poder de las creencias



OBJETIVOS DEL CURSO

  • Tomar conciencia de tus propias creencias y transformar las creencias que te limitan en otras que te sumen, que te aporten a una vida más saludable.Darte cuenta de cómo funciona la mente, mecánica y condicionada.
  • Darte cuenta de cómo tu sistema de creencias, afecta directamente tu vida, tus relaciones, limitándote….
  • Aprender cómo tus creencias afectan el mundo emocional y este tu biología.
  • Hacerte de herramientas para investigar por ti mismo tu sistema de creencias y poder elegir cambiar las que ya no te son saludables.
  • Cambiar la manera de ver, de interpretar los acontecimientos, y encontrar nuevas formas, más creativas de expresarse en la vida.
  • Aumentar la plasticidad neuronal
  • Ampliar tu mente y positivizarla
  • y muchas cosas más!

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domingo, 12 de octubre de 2025

Diálogo interno saludable



El ser humano es propenso a la auto-conversación negativa. Cuando ese diálogo es persistente, nos aboca a serios estados de indefensión y a bordear de forma peligrosa el abismo de la depresión. Cambiemos el discurso.

Ethan Kross (científico de psicología emocional, Universidad de Michigan) observó que hablarse a uno mismo pronunciando su nombre hace que tengas más éxito (no el diálogo negativo) en tu vida, mayor seguridad personal y más felicidad. El cerebro funciona mejor, su capacidad de percepción es más hábil y se gestiona mejor el mundo emocional.

1- El diálogo interno mejora la capacidad intelectual, potencia nuestra atención y capacidad de reflexión, la concentración estará más localizada y controlaremos más las distracciones, mejora mucho nuestros procesos cognitivos: “Carlos está perdiendo el tiempo inútilmente, cálmate y reflexiona sobre lo que está pasando”.

2- Hablar con uno mismo mejora la autoestima. Quedar con uno mismo. Espacios con uno mismo para reflexionar, hablarse bien como con el mejor amigo.

3- Hablar con uno mismo nos permite “centrarnos en el momento presente con las emociones presentes” para tomar conciencia de ellas y poder gestionarlas. Es una fuente poderosa de meditación, sincera y confiable y que no falla. En momentos difíciles decirnos “adelante”, no te rindas, vamos para allá.

Al hablarnos en voz alta activamos un “interruptor” en la corteza cerebral, donde se asienta la conciencia del “yo”, así desarrollamos un mejor control psicológico para pensar con mayor claridad y de forma más eficiente.

Al dar paso a una voz interior más calmada y segura, ganamos perspectiva y relativizamos los pensamientos negativos y rumiantes, para ello hay que entrenarse en “controlar” la conversación interna negativa.


Los pensamientos son una conversación honesta que el alma tiene consigo misma. Sócrates.


Cuidémosla y hablemos con ella de forma positiva.

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