martes, 2 de enero de 2024

El niño interior herido

 


Todas las maneras en que el niño con grandes expectativas es herido, pueden resumirse en la pérdida de su identidad.

Cada niño necesita desesperadamente saber que sus padres están sanos y son capaces de cuidarlo, y que él les importa a ellos.

El sentir que él es importante para sus padres significa que, la condición de ser especial, se refleja en los ojos de ellos o de las otras personas encargadas de su cuidado. Que él les importa también se observa en el tiempo que le dedican. Los niños saben intuitivamente que la gente pasa el tiempo con quienes ama. Los padres hacen que sus hijos sientan lástima de sí mismos, al no tener tiempo para ellos.

Cualquier niño de una familia con problemas, recibirá esta herida espiritual. Cuando los padres se hallan bajo tensión crónica, incluyendo las adicciones al trabajo, a las actividades religiosas, al alcohol, etc.; los desórdenes en las comidas; las adicciones al control excesivo o al perfeccionismo; o las enfermedades físicas o mentales, cualquiera que sea el desorden, cuando a los padres los absorben sus cuestiones emocionales, no pueden prestar la debida atención a sus hijos.

El descuidado niño herido que se aloja en el alma del adulto, es una fuente importante de dolor humano.

Hasta que reclamemos y defendamos a ese niño, seguiremos alterando y contaminando nuestra vida adulta.

 

Los deseos del adulto son las necesidades del niño sin satisfacer.

Recuperar a tu niño interior implica retroceder a tus etapas de desarrollo y concluir los asuntos pendientes.

Para comenzar, lo más importante es ayudar al niño herido que existe en tu interior a que se lamente por sus necesidades de desarrollo insatisfechas, muchas de ellas, no se han resuelto porque tú  nunca te has lamentado, nunca fueron expresadas las emociones necesarias.

El niño herido que vive en tu interior sale una y otra vez durante tu vida adulta, limitándote hasta que no resuelvas y cubras sus necesidades.

Jung decía: "Todas nuestras neurosis son sustitutos del sufrimiento legítimo".

El rescate del dolor requiere que volvamos a experimentar lo que no pudimos sentir cuando perdimos a nuestros padres, a experimentar nuestra niñez y sobre todo, nuestro sentido de identidad.

La herida espiritual puede ser curada, pero es necesario sentir lo que no pudimos sentir, el dolor.

 

Lo que pasa es que solemos resistirnos a sentir el dolor, y lo atenuamos  por medio de mecanismos de defensa del ego/personalidad (esto es inconsciente), algunos de ellos:

 

- la negación ("no está ocurriendo realmente");

- la represión ('nunca, sucedió");

- la disociación ("no recuerdo lo que sucedió");

- la proyección ("te ocurre a ti, no a mí");

- la conversión ("como cuando tengo una relación sexual siento que está sucediendo");

-  la minimización ("sucedió, pero no tiene importancia").

 

Básicamente, a través de la defensa de nuestro ego, nos distraemos del dolor que sentimos.

 

Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata.

 

Cuando experimentamos emociones, entramos en contacto directo con nuestra realidad física, se expresan en el organismo antes que nos percatemos conscientemente de que están allí.

Son las comunicaciones básicas que necesitamos para nuestra supervivencia biológica.

A medida que nos desarrollamos, las emociones se convierten en el medio para pensar, actuar y tomar decisiones. Las emociones intensifican y amplifican nuestra vida, sin ellas, nada importa realmente; con emoción, cualquier cosa es trascendente.

Las emociones las tenemos para cuidar de nuestras necesidades básicas.

Cuando una de nuestras necesidades está siendo amenazada, nuestra energía emocional nos lo hace notar.

 

Cuando la emoción que acompaña a una experiencia traumática es bloqueada, la mente no puede evaluar o asimilar esa experiencia, quedando reducida  en su habilidad para funcionar.

Con el paso de los años, la capacidad de la mente se ve menguada cada vez más porque el bloqueo de la energía emocional se intensifica con cada experiencia similar.

Cada vez que tenemos una nueva experiencia, que de alguna manera es similar al trauma original, nuestros sentimientos adquieren una intensidad desproporcionada con respecto a lo que realmente sucede.

 

El niño herido que se encuentra en nuestro interior está lleno de energía no resuelta, debido a la tristeza de los traumas de la niñez.

Una de las razones por la que poseemos la tristeza es para finiquitar los sucesos dolorosos del pasado; así nuestra energía puede ser utilizada en el presente.

Cuando no se nos permite lamentamos, esa energía se congela.

En las familias disfuncionales, la expresión de las emociones está prohibida, en otras, solo se pueden expresar ciertas emociones y otras no.

 

Las emociones que no han sido expresadas son las que constituyen el dolor original. Por ello reexperimentando los traumas iniciales y permitiéndose sentir esas emociones reprimidas, es que la persona ya no tiene que actuar ni interior, ni exteriormente, las emociones reprimidas.

Cada vez más hay evidencia científica de cómo nos afectan las emociones, y lo doloroso traumático sin resolver…

Quieres aprender mas?:

 

CURSO SANANDO EL NIÑO INTERIOR

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

El Yoga protege a tu ADN del estrés


Un estudio revela que el yoga y otras prácticas psicofísicas provocan cambios moleculares en las células que revierten los efectos nocivos del estrés sobre nuestros genes, lo que mejora nuestra salud y nos predispone al bienestar.
Por: Mayra Paterson, para: "Cuerpo Mente"


Muchos lo hemos vivido: después de una clase de yoga, meditación o taichí, nos sentimos mejor. No importa cómo hayamos entrado en la sesión: estresados, preocupados, cansados, con dolor de espalda… Casi siempre salimos mejor. Son prácticas que nos relajan, despejan la mente y hacen que el cuerpo se sienta más libre.


Pero ¿alguna vez te has preguntado qué pasa dentro de ti mientras estás practicando yoga o alguna otra actividad consciente?

¿Qué pasa en tus moléculas?

¿Qué sustancias químicas se desatan en tu interior para que te sientas tan bien?

¿Y qué implicaciones tiene eso para tu salud?

Expertos de las universidades de Conventry (Reino Unido) y Radboud (Países Bajos) se han preguntado eso y han ido incluso más allá. Además de comprobar qué cambios moleculares se producen en nuestro organismo con estas prácticas, se han fijado en cómo influyen sus efectos en la expresión de nuestros genes. Y las conclusiones son sorprendentes.

El yoga y la meditación ponen tus genes a tu favor.

La investigación, publicada en Frontiers in Immunology, se fijó en técnicas y disciplinas muy diversas: yoga, taichí, chikung, relajaciones, respiración consciente…

Entre estas técnicas, a las que el estudio se refieren como "intervenciones cuerpo-mente", hay algunas que comportan movimiento físico y otras que son más pasivas, pero todas tienen en común que integran diferentes planos del ser humano y que quienes las practican sostienen que les hacen sentir mejor: reducen el estrés y la ansiedad, mejoran el estado de ánimo y permiten afrontar mejor las enfermedades crónicas.

Después de revisar 18 estudios de la última década que se fijaron en cómo afectan este tipo de prácticas al comportamiento de nuestros genes, concluyeron que pueden “revertir” reacciones moleculares en nuestro ADN que pueden llevar a la enfermedad y a la depresión.

Seguramente los antiguos yoguis y taoístas también se preguntaron qué pasaba dentro del cuerpo mientras se medita, se mantiene una asana o se practican movimientos sincronizados con la respiración y poniendo en ello toda la conciencia.

No tenían la más mínima idea de los millones de moléculas y reacciones químicas que marcan el rumbo de nuestro organismo. Tampoco podían saber qué son los genes, pero intuyeron y comprobaron en sí mismos que las prácticas que integran el cuerpo y la mente promueven la salud y la longevidad. Y ahora sabemos un poquito más de cómo lo logran.

El secreto está en las citoquinas asociadas al estrés.

“Millones de personas de todo el mundo disfrutan hoy de los beneficios para la salud de prácticas cuerpo-mente como el yoga o la meditación. Sin embargo, puede que no sean conscientes de que los beneficios se gestan a nivel molecular y pueden llegar a cambiar el modo en que se comporta nuestro código genético”, comenta Ivana Buric, investigadora de la universidad de Coventry y principal responsable del estudio.

La clave para entenderlo está en cómo responde nuestro organismo al estrés.

Las situaciones estresantes activan nuestro sistema nervioso simpático (SNS), el encargado de poner en marcha los mecanismos necesarios para que podamos hacer frente a esa situación o al menos salir corriendo. Esto se traduce en un aumento en la producción de una molécula llamada factor nuclear kappa B (NF-kB).

El NF-kB regula cómo se expresan los genes. Los activa para que produzcan unas proteínas llamadas citoquinas que ponen en marcha una inflamación a nivel celular.

Esta inflamación venía muy bien en situaciones de lucha o huida puntuales como las que vivía el ser humano cuando era cazador-recolector. Pero en nuestra sociedad moderna, en la que el estrés suele ser de tipo psicológico y prolongado, el organismo acaba sometido a una inflamación sostenida que juega en nuestra contra y que se asocia a un mayor riesgo de cáncer, envejecimiento prematuro y trastornos emocionales como la depresión.


¿Qué pasa cuando nos relajamos practicando yoga o técnicas taoístas, meditando o regulando la respiración?

El efecto que se experimenta es el contrario: la producción de NF-KB y de citoquinas se reduce. En consecuencia, se invierte el patrón proinflamatorio que afecta a la expresión genética y disminuye el riesgo de los problemas que lleva asociados esa inflamación.

Según Ivana Buric, investigadora de la universidad de Coventry y principal responsable del estudio, “estas actividades dejan lo que podríamos llamar una impronta molecular en nuestras células que, al modificar la manera como se expresan nuestros genes, frena el efecto que el estrés y la ansiedad producen en el cuerpo”.

En un lenguaje más sencillo, aclara Buric, las prácticas psicofísicas "harían que nuestro cerebro lleve a nuestro ADN por caminos que mejoran el bienestar”.


martes, 26 de diciembre de 2023

La comunicación cuerpo-mente


Todo cuanto sentimos y pensamos es el resultado de complejos procesos de asociación e interacción de las células nerviosas del cerebro, que a su vez se comunican mediante fibras nerviosas y hormonas con el sistema inmunitario y las glándulas de secreción interna.

La gran cantidad de estímulos capaces de modificar el curso de nuestra biología, recién se está comenzando a reconocer en el ámbito científico y gracias a esta concientización, podemos decir que muchas enfermedades tendrán una evolución diferente si empleamos más recursos propios. Todo puede transformarse en oportunidades.

Numerosas investigaciones científicas demuestran lo que todos necesitamos saber para enfrentar cualquier crisis, inclusive una enfermedad considerada incurable por la medicina, lo cual no debe confundirse con la incurabilidad de un paciente.

Gracias a estas investigaciones que ha hecho la PNEI, podemos decir a manera de resumen que:

· Contamos con un enorme potencial para sanar las heridas del cuerpo y del alma.

· Es posible una remisión espontánea, que es la mejoría o la curación inesperada de una enfermedad que debería tener otro curso sin mediar intervención médica. Este tema es de gran interés reciente en la ciencia médica.

· El cuerpo y la mente están intrínsecamente ligados y su interacción ejerce a cada segundo una profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, sobre la vida y la muerte.

· Las emociones reprimidas vulneran nuestro sistema inmune, igual que el estrés y las creencias insalubres que se instalan en nuestro cerebro en forma de redes neuronales, determinando respuestas adictivas a nuestra forma de percibir y reaccionar en la vida.

· Las emociones y creencias pueden controlar el comportamiento y la actividad genética, y por tanto, el desarrollo de nuestras vidas.

· Podemos adquirir plasticidad biológica y biopsicosocial para enfrentar situaciones adversas y salir fortalecidos tornándonos resilientes, entendiendo por resiliencia a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas.

· Los tratamientos basados en la medicina biopsicosocial, que atienden las necesidades emocionales, cognitivas, físicas, nutricionales, vinculares, inconscientes, espirituales y energéticas, pueden no solo mejorar la vida de las personas con enfermedades graves, sino también modificar el curso de la enfermedad.

· Una de las mejores maneras de enfrentar cualquier enfermedad, especialmente grave, es aceptar su diagnóstico, pero rechazar el pronóstico condenatorio. Hay médicos que por no dar falsas esperanzas a sus pacientes, lo que logran es darles falsas desesperanzas.

· Actitudes, hábitos y estados emocionales, (desde el amor hasta la compasión, y desde el miedo hasta el resentimiento o la rabia), pueden desencadenar reacciones que afectan la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional.

· La participación de un paciente en la recuperación, no es algo alternativo, ni complementario: es vital.

· La salud y el bienestar se sostienen sobre un banco de tres patas: la primera son los fármacos, la segunda la cirugía y los procedimientos clínicos y, la tercera, el autocuidado de la persona.

· Nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones. Cuando aprendemos como se crean esos malos hábitos que nos condenan como tumbas instaladas en nuestro cerebro, no solo podemos acabar con ellos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.

· El cuerpo nos avisa permanentemente cuando algo de lo que pensamos, sentimos o imaginamos es “bueno” o “malo” para nuestra biología, a través de los indicadores somáticos de bienestar o malestar que, generalmente ignoramos. Cada ser humano puede estimular sustancias químicas específicas (drogas endógenas), con la ayuda de métodos personalizados que pueden modificar el curso de su biología. Estas drogas endógenas abarcan desde estimulantes, antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos, etc. Es un área muy rica y poco difundida.


Es importante conocer nuestra mente, pues de ahí surgen nuestras limitaciones. Nuestra mente y nuestro cerebro “conversan” permanentemente con nuestro cuerpo, esta conversación es la que estudia la Psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI).

La PNIE, se refiere al estudio de las interacciones entre los procesos de adaptación de conducta, neuronales, neuroendocrinos y los inmunológicos.

Su premisa principal es que la homeóstasis (equilibrio) es un proceso integrado que involucra las interacciones entre los sistemas nerviosos, endocrino e inmune.

Toda esta extraordinaria maquinaria neuro-inmuno-endocrinológica, está permanentemente a nuestras órdenes y cada uno de nosotros, de manera consciente o no, la estamos movilizando segundo a segundo.

El cerebro es el que coordina y envía sus órdenes a través del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y pone en marcha la secreción de una serie de hormonas que alcanzan los linfocitos que, en última instancia, son los que transmiten las órdenes. Y también, a través del sistema nervioso autónomo, simpático y parasimpático, al que el sistema inmunitario presta especial atención y escucha en cada momento.

Nuestros pensamientos, actitudes y creencias, crean las condiciones de nuestro cuerpo a través de los sistemas de control homeostático de nuestro organismo: sistemas nervioso, endócrino e inmunitario.

El estado emocional filtra y modula la percepción para que los estímulos ambientales, los factores psicosociales, los estresores que vivimos y en general todo aquello que nos importa, produzcan un determinado tipo de impacto sobre el cerebro.

Este utiliza por un lado el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y por el otro el sistema nervioso vegetativo, para comunicarse con el sistema inmunitario.

Los intermediarios son las moléculas de información (como las llamó Candace Pert) que corresponden a cada uno de estos sistemas: las hormonas del sistema endócrino, los neurotransmisores del sistema nervioso y las linfocinas del sistema inmunitario.

En sentido inverso también funciona, ya que la comunicación es bidireccional: el sistema inmunitario recoge información periférica de estresores infecciosos o inflamatorios radicados en cualquier órgano o tejido del cuerpo, y a través de la secreción de linfocinas informa lo que ocurre en el cerebro, el cual con la información adecuada, pone en marcha las correspondientes estrategias de comportamiento.

O sea que los efectos del comportamiento están mediados por las linfocinas del sistema inmunitario, ya sea el estresor infeccioso-inflamatorio (en el sentido sistema inmunitario-sistema nervioso) o bien ambiental-psicológico (en el sentido sistema nervioso-sistema inmunitario) en ambos casos, el sistema de respuesta es común.

El sistema nervioso modula el sistema inmunitario y viceversa: el sistema inmunitario informa al sistema nervioso.

Esa conversación nunca cesa ni siquiera cuando dormimos y menos aun cuando nos quedamos con poca energía, en estos casos es cuando nuestro sistema inmunitario se apodera de ella totalmente, justo cuando más la necesita para desempeñar su trabajo en esos momentos de enfermedad o depresión.

El sistema inmune se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos y su respuesta está condicionada por los pensamientos.

De ahí la importancia de un proceso terapéutico donde puedas conocer el sistema de creencias que hace que vivas de la manera que lo haces, y poder elegir cambiar las creencias limitantes, investigando la programación de la niñez y aprendiendo a gestionar el mundo emocional, desarrollando una inteligencia emocional que es tan importante para tu calidad de vida y de las relaciones.

No es necesario llegar a estar enfermo para hacer estos cambios internos y mejorar la calidad de vida.




ACOMPAÑAMIENTO EN PROCESOS TERAPÉUTICOS

CONSULTA PRESENCIALES - CONSULTAS SKYPE



Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
Terapias Naturales Holísticas (Quiromasaje, Reiki, Reflexoterapia, Osteopatía
Craneosacral y Visceral, entre otras…)

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lunes, 11 de diciembre de 2023

Yoga como camino de observación consciente

 

Cada vez que volvemos a la práctica del yoga después de un tiempo de no haberlo hecho, podemos ver qué efectos tiene en el cuerpo y en la mente, el no haber practicado. El cuerpo más entumecido, las articulaciones más rígidas, algunas tensiones musculares, dolores varios, la mente más inquieta….

Cuando retomamos las clases, la práctica, nos damos cuenta de todo esto, cuando nos cuesta acercar la rodilla a la frente, cuando la respiración cuesta profundizarla…etc.; es más difícil hacer consciente todo esto en la vida cotidiana, atrapados por las prisas y responsabilidades (salvo que ya llevemos bastante práctica en la atención plena y seamos conscientes de todo esto…).

El yoga y la vida han de ser lo mismo, o más bien, hemos de llevar a la vida diaria lo aprendido en el yoga. El yoga es un estilo de vida.


El hecho de “olvidarnos” de practicar la atención plena (ese instalar el “testigo interno”, el “observador sin juicio”…) o de descuidarla, puede enseñarnos mucho más que el hecho de prestar atención todo el tiempo…y es que la mente tiende al descuido, al despiste, a dispersarse y requiere entrenamiento; y al regresar a la atención plena, es lo que nos permite darnos cuenta que habíamos estado distraídos y las consecuencias de ello.


Tareas:

- Practica el notar la diferencia entre cómo te sientes y gestionas el estrés en las épocas en que si practicas yoga y en otros períodos de tu vida en que no lo haces.

- Sigue investigando y toma consciencia de las consecuencias que tiene para tu vida en general el quedarte en comportamientos automáticos, repetitivos, donde no hay atención plena, principalmente cuando son motivados por presiones en el trabajo o en la familia..

- Observa: ¿Cómo es en el cuerpo cuando prácticas y como es cuando no lo haces en estos períodos? ¿Hay cambios ante la dificultad, ante el estrés, cuando practicas a cuando no lo haces?

El cuerpo físico siempre está en el “presente”, la respiración ocurre siempre en “presente”, la respiración es como un cordón umbical que nos conecta al aquí y al ahora y si llevo la mente al cuerpo, a la respiración, ya estoy centrado en el aquí y ahora…es la mente la que viaja constantemente al pasado y al futuro, de ahí que se puede entrenar trayéndola una y otra vez a la respiración de cada momento, habitando así el instante.

- Observa: Que ocurre cuando te despistas y dejas que la mente te lleve a donde quiere y te olvidas de lo que sientes y experimentas en tu cuerpo?

¿Qué ocurre cuando no aplicas tu compromiso de practicar la “no acción”, el “aceptar” cada momento con lo que hay…, de respirar profundo antes de contestar desde un estado airado… elegir responder antes de reaccionar…?, todo ello requiere entrenamiento…

- Observa los efectos que tiene, el no practicar con regularidad lo que aprendes en yoga, ¿Cómo surgen tu ansiedad / tristeza / desanimo/enojo / frustración / impotencia, etc., con respecto al tiempo, a no conseguir unos resultados determinados, a que las cosas no son como tú quieres, ante las personas que no se compartan como tu quisieras… ¿Qué efecto tiene en tus relaciones el dejar la mente a su aire, con sus automatismos, desentrenada….?

- Observa: De donde surgen los patrones desde donde actúas por falta de atención plena? ¿Qué los activa? ¿Estás dispuesto a sostener estos patrones en la conciencia mientras aparecen? ¿Puedes darte cuenta de lo importante que es la práctica y que sucede al no practicar?


Entonces, el no practicar, puede ser una invitación a ser conscientes de qué sucede realmente en el cuerpo/mente, cuando no lo haces… no para castigarte o reprocharte por no hacerlo, sino para ser más consciente de la importancia y beneficios que tiene para tu vida el desarrollar esa atención plena que aprendes durante la prácticas del yoga.

Namaste

www.centroelim.org


sábado, 2 de diciembre de 2023

¿Qué es la Atención Plena?


La Atención Plena es una antigua práctica budista, que tiene una gran importancia en nuestra vida actual, no como práctica budista, sino como herramienta para examinar quiénes somos y cuestionar nuestra visión del mundo y el lugar que ocupamos en el mismo, también es útil para cultivar la capacidad de apreciar la plenitud de cada momento que estamos vivos. Ante todo, tiene que ver con el hecho de estar en contacto.

Considerando que el estado de conciencia que tenemos durante las horas de vigilia es muy limitado y limitador, se parece más a un estado de sueño que a un auténtico estado despierto, la meditación nos ayuda a despertar de este sueño que se caracteriza por un funcionamiento automático e inconsciente.

Los sabios, los yoghis, los maestros zen han explorado este territorio de manera sistemática durante miles de años, y han aprendido que, al investigar interiormente nuestra propia naturaleza como seres, y especialmente la naturaleza de nuestra mente a través de una auto-observación sistemática y cuidadosa, llegamos a experimentar mayor satisfacción, armonía y sabiduría en nuestra vida.

También nos hablan de una visión del mundo complementaria a la visión predominante reduccionista y materialista imperante actualmente en el pensamiento y las instituciones occidentales.

La Atención Plena es, fundamentalmente un concepto sencillo. Su poder reside en el hecho de practicarla y aplicarla. Es simple, lo cual no quiere decir que sea fácil de practicar.

Atención Plena significa prestar atención al momento presente, sin juzgar. Este tipo de atención permite desarrollar una mayor conciencia, claridad y aceptación de la realidad del momento presente. Nos despierta para que podamos darnos cuenta de que nuestra vida se despliega sólo en momentos. Si durante la mayoría de estos momentos, no estamos plenamente presentes, es posible que nos perdamos lo que es realmente valioso en nuestra vida y que no nos demos cuenta de la riqueza y la profundidad de nuestras posibilidades de crecimiento y transformación.

La mayoría de las veces nuestras acciones y comportamientos son mecánicos e inconscientes, motivados por temores e inseguridades profundamente arraigados en nosotros. Si no nos ocupamos de ellos, con el tiempo tienden a exacerbarse y dejarnos con una sensación de estancamiento y desconexión. Con el tiempo, puede que acabemos perdiendo la confianza en nuestra capacidad de redirigir nuestras energías para la consecución de una mayor satisfacción y felicidad, incluso una mayor salud.

La Atención Plena, nos proporciona una manera sencilla pero muy potente para salir del estancamiento y recuperar el contacto con nuestra sabiduría y vitalidad, haciéndonos cargo de la dirección y la calidad de nuestra vida, de nuestra relación con nosotros mismos, incluyendo las relaciones familiares, trabajo y con el mundo en general (Jon Kabat Zinn).

Y es que no se suele ser consciente del modo de funcionar de la mente, automático y condicionado, la mente constantemente está asaltada por pensamientos del pasado, de lo que ocurrió, y por pensamientos del futuro, imaginación de algo que no llega, que es incierto, y esto ocurre porque sentimos que en el presente nos falta algo, nos sentimos incompletos, en el presente y entonces proyectamos, imaginamos lo que en el futuro nos traerá la felicidad, la plenitud, pero ese futuro nunca llega, no podemos vivir de imaginaciones, sólo tenemos el presente, cuando llegue ese momento futuro, será también presente, sólo podemos vivir en presente, como dice J. Lennon:

“La vida es lo que te ocurre cuando estas haciendo otras cosas”

y por esa dinámica de la mente, se nos escapa la única oportunidad de estar en presente, de vivir realmente.

En el funcionamiento habitual, nuestra mente, dirige la atención secuencialmente a diferentes objetos, sensaciones corporales, pensamientos, fantasías, objetos del mundo externo, etc., el objeto de la atención cambia constantemente, y la persona suele estar identificada con el contenido de su mente. Esa atención produce a veces movimientos emocionales, (sea por atracción o por rechazo, sólo en algunas contadas ocasiones es neutral). La persona oye, siente, ve, pero generalmente no se da cuenta, no es consciente de que está oyendo, sintiendo o viendo.

Durante el estado de atención plena, se desarrolla un “testigo alerta", que observa todo y se mantiene imparcial, de manera que, cuando practicamos la vipassana, la atención se enfoca en el presente, en el momento (incluso si estamos pensando en el pasado o en futuro, lo hacemos en presente), lo contrario ocurre con el estado de conciencia normal donde la atención se esfuma con facilidad hacia el pasado o hacia el futuro, provocando un estado de inatención, del cual salimos al practicar la atención plena para volver a situarnos en el presente; y, al aceptar lo que hay, sin pretender que sea de otra manera, aparece una plenitud interna, y no necesitamos buscar en un futuro incierto algo que nos de felicidad.




La Atención Plena tiene poco que ver con la religión, pero intenta apreciar el profundo misterio de estar vivos y de reconocer que estamos vitalmente conectados a todo lo que existe.

Cuando nos comprometemos a prestar atención de una forma abierta (sin dejarnos atrapar por lo que nos gusta o nos disgusta, nuestros prejuicios o nuestras opiniones, nuestras proyecciones y expectativas), se abren nuevas posibilidades ante nosotros y se nos presenta la oportunidad de estar más conscientes, liberándonos de la fuerza de la inconsciencia.

No se trata de un sistema de creencias o ideología, sino que simplemente es una forma de práctica de estar más en contacto con la plenitud de nuestro ser por medio de un proceso sistemático de auto-observación, de auto-indagación y de acción atenta; se caracteriza por la amabilidad y la capacidad de apreciar, siendo además una fuente de nutrición; también se le llama “corazón pleno”.

Al ser la fuerza del condicionamiento con el que funcionamos tan fuerte, se requiere compromiso interno y que hagamos un cierto tipo de trabajo para poder seguir adelante con nuestros intentos de captar los momentos de manera consciente y de mantener la atención plena. Pero es un trabajo satisfactorio, porque nos pone en contacto con muchos aspectos de nuestra vida que, habitualmente pasamos por alto o nos perdemos.

También se trata de un trabajo esclarecedor y liberador; esclarecedor porque nos permite ver con mayor claridad, comprender profundamente aspectos de nuestra vida que no mirábamos (incluidas emociones profundas como la tristeza, enfados, miedo, heridas..) y a lo mejor no nos permitíamos sostener en la conciencia o expresarlas de manera consciente.

Además la atención plena nos puede ayudar a apreciar sentimientos como la alegría, la tranquilidad, la felicidad, que suelen pasar de forma fugaz y sin ser reconocidos.

Y es un trabajo liberador en el sentido de que conduce a nuevas maneras de estar en nuestra propia piel y en el mundo, podemos liberarnos de las pautas en las que caemos con tanta frecuencia.

Es un trabajo que nos dota de poder, porque el hecho de prestar atención de este modo, permite acceder a reservas muy profundas de creatividad, de inteligencia, de imaginación, de claridad, de determinación, de capacidad de elección y de sabiduría que tenemos en nuestro interior.

En general, no se suele estar consciente de la gran cantidad de pensamientos que asaltan la mente durante el día, dejándonos pocos espacios para experimentar el silencio interior, para simplemente ser, sin correr de aquí para allá haciendo cosas constantemente. Con frecuencia nos dejamos arrastrar por impulsos, actuando de manera mecánica e inconsciente que a veces nos conduce a lugares donde quizá no deseábamos ir o ni sabíamos que nos dirigíamos.

Meditar es salir de la corriente de pensamientos, sentarnos a su orilla y escuchar, aprender de ella y, utilizar su energía para que, en lugar de dominarnos, nos sirva de guía. Este proceso, requiere energía, es el cultivar nuestra capacidad de estar en el momento presente.

La esencia de la práctica se puede resumir en el siguiente poema:

“En la meditación se trata de ver claramente el cuerpo que tenemos, la mente que tenemos, la situación que tenemos en casa y la gente que hay en nuestras vidas. Se trata de ver cómo reaccionamos a todas estas cosas. Se trata de ver cómo son ahora mismo nuestras emociones y pensamientos, en este preciso instante, en esta habitación, en este asiento. Se trata de no intentar que desaparezcan, de no pretender ser mejores de lo que somos, sino de ver con precisión y con ternura.”

Pema Chödrön (2001)


Se trata de llevar la atención al momento presente, a lo que está sucediendo en el momento presente y mantenerla allí, “me siento enfadado, me siento alegre, estoy tomando un té,..…etc.”, observar los contenidos de la conciencia es estar practicando Mindfulness.


Ajahn Chah decía:

“Aparezca lo que aparezca en tu mente, simplemente obsérvalo”.

Para ilustrar cómo funciona la Atención Plena, podemos comparar la mente con la superficie de un lago o del océano. En el agua siempre hay olas, a veces son grandes, a veces pequeñas y otras veces casi imperceptibles. Las olas surgen en la superficie del agua porque la agitan los vientos, que vienen y van, y cambian de dirección y de intensidad, tal y como lo hacen los vientos del estrés y del cambio en nuestras vidas, que forman olas en nuestra mente.

Hay personas que piensan que la meditación es una manipulación interna especial que acabará con las olas para que la superficie de la mente quede lisa, tranquila, calma.

Pero, así como no podemos calmar las olas poniendo una lámina de cristal sobre la superficie del agua, tampoco podemos eliminar las olas de nuestra mente de manera artificial, e intentarlo creará más lucha y tensión interna, en vez de calma. Tampoco significa que sea imposible conseguir la calma, lo único que ocurre es que no podemos conseguirla con intentos disparatados de eliminar la actividad natural de la mente.

Gracias a la meditación nos resguardamos de los vientos que agitan la mente, y, con el tiempo es posible que gran parte de las turbulencias se vayan calmando, al no alimentarlas continuamente. Pero, a la larga, los vientos de la vida y de la mente soplarán, hagamos lo que hagamos, y la meditación nos ayuda a saber algo de esto y cómo trabajar con ellos.

“No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear.”

La meditación no tiene que ver con sentirnos de un modo determinado. Tiene que ver con “sentirnos como nos sentimos”. No se trata de vaciar o calmar la mente, aunque la calma se vuelve mas profunda con la meditación y puede cultivarse de manera sistemática. La meditación tiene que ver con permitir que la mente esté como está, y con tener cierto conocimiento acerca de cómo está en este momento, observar la respiración, observar la mente, permitirnos a nosotros mismos estar donde ya estamos. Requiere energía y compromiso para perseverar, requiere cierta disciplina para convertirla luego en parte de nuestra vida. La clave está en consciencia e intención.

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viernes, 1 de diciembre de 2023

Dolor físico, dolor emocional y sufrimiento



Dolor físico

Me lastimo un dedo con un martillo, se inflama y aumenta la percepción del estímulo doloroso en ese dedo, hay terminales nerviosos específicos para detectar el dolor, se llaman receptores nociceptivos. Esos estímulos dolorosos viajarán por delgados filetes nerviosos que llegaran a la médula espinal y de ahí irán hacia el cerebro, hasta llevar esa información a la corteza cerebral, y hacerlo consciente.

El dolor es una información o un síntoma de un proceso que está sucediendo o en curso, en este caso el martillazo en el dedo. Luego lo interpretas mentalmente, según tu cuadro emocional y los procesos cognitivos que esa información dolorosa produce; aun tratándose de un dolor físico, también incluye una vivencia emocional.


Dolor emocional

Si bien el dolor físico también puede tener un aspecto emocional como agregado, cualquier circunstancia que nos resulta emocionalmente dolorosa (una palabra hiriente, una ofensa, un menosprecio, un rechazo, un desengaño, una ruptura afectiva, frustración o cualquier circunstancia emocionalmente hiriente) produce dolor, en definitiva se trata de un verdadero trauma.

El componente emocional negativo que acompaña a cualquier circunstancia de estrés va a tener una repercusión como lo tendría un estresor de orden físico; ocurre en cualquier situación estresante compleja o conflictiva: estrés laboral, postraumático, experiencias injustas, pobreza, indigencia, mirada despectiva del otro, etc.

Lo que ha demostrado la ciencia es que las mismas áreas que se activan para el dolor físico, son las que se activan para el dolor emocional, y no solo se activan las áreas que se corresponde a la zona dañada del cuerpo (en caso de algo físico) sino también otras áreas cerebrales como la corteza cingulada anterior y la corteza de la ínsula.

Estas dos zonas son las que se activan tanto si el dolor es físico, como si es un dolor emocional, por lo cual el cerebro no distingue demasiado entre el dolor físico y el dolor emocional.. De ahí la importancia del trauma emocional producido por ej, por el bullying, y otros, que dejan una secuela o cicatriz emocional.

Es importante que todo dolor sea procesado y atendido adecuadamente, no subestimarlo, ya que continuará trabajando en nuestra mente, nos solo en el plano de la conciencia, sino también en el inconsciente.

El dolor emocional es parte de la vida, conviene procesarlo y sacar el aprendizaje, nos invita a sentir, reflexionar y pensar.



Sufrimiento

Cuando nos pasa algo desagradable conviene comenzar por la aceptación, en vez de ¿por qué a mí? puedo plantearme, ¿y porque no a mí?

El sufrimiento es una condición plagada de emociones negativas sostenidas en el tiempo, en sí mismo es inútil y una fuente constante de dolor. Es solo aprovechable si nos permite dar un salto hacia adelante para fortalecernos, solo a través de un proceso consciente podremos superarlo y convertirlo en aprendizaje.

El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, dijo Buda, porque está bajo nuestra responsabilidad y albedrio superarlo.

El sufrimiento se instala cuando no aceptamos los cambios, cuando le ofrecemos resistencia a los hechos que se nos presentan, cuando no nos adaptamos a las nuevas condiciones.

Como dice Selye:

el estrés es un síndrome general de adaptación. Nuestro cuerpo y mente buscan adaptarse a la condición que nos estresa.

Si no logramos la adaptación a la situación, irá más allá de los límites tolerables y se convertirá en estrés dañino, produciendo enfermedades de desadaptación, en palabras de Selye.

Para salir del sufrimiento no es la realidad la que ha de cambiar, sino nuestra forma de pararnos ante ella. El sufrimiento nos indica que estamos procesando el mundo de modo incorrecto y en contra de nuestros intereses, conveniencia y bienestar.

Solo si le damos nuestro consentimiento, habrá sufrimiento.

La realidad es neutra, lo que interesa es como nosotros la procesamos.

Distingamos entre lo que podemos cambiar, lo cambiamos, pero cuando no está a nuestro alcance hacerlo, es mejor aceptarlo, que no quiere decir que me agrade, sino aceptar es decir “si” a lo que está aconteciendo, simplemente porque está sucediendo y luego ver qué es posible hacer con ello.

Quedarse enganchados en una realidad que ya no existe, cuando el sufrimiento nos conmueve, nos impedirá salir de él.

Aceptar los vaivenes de la vida no es resignarse, que significa inacción. Aceptar es adaptarse activamente a las circunstancias; negar los cambios es no aceptar la impermanencia, que es lo único permanente: la impermanencia.

Hemos de tener flexibilidad mental para adaptarnos a los cambios.

Dr. Rosseti


jueves, 19 de octubre de 2023

¿Qué pasa con las emociones al practicar Mindfulness- Atención Plena?


Una de las consecuencias de esta práctica, es que pasamos de la evaluación automática, a la evaluación reflexiva, pudiendo hacer una pausa, tomarnos tiempo para reflexionar, para evaluar los estímulos y por lo tanto, no responder de manera automática, condicionada, ante el estímulo emocional. 

Es importante recordar, que el sistema nervioso, tiene mecanismos que le permiten modular y regular las emociones de tal manera que el estado de activación, se mantenga dentro de lo que Siegel llama la “ventana de tolerancia”; o sea que, si existe demasiada excitación, nuestras reacciones van a ser caóticas, y si hay muy poca excitación, no habrá reacción. 

Los límites de la ventana de tolerancia son, por un lado la rigidez y la depresión, y por el otro, el caos. Y resulta fácil que, una emoción intensa nos arroje fuera de la ventana de tolerancia (por demasiada excitación o por demasiada inhibición, como comentamos antes), incapacitándonos para responder con equilibrio y fluidez a las situaciones estresantes que se presentan. 

Estos mecanismos reguladores de las emociones están situados fundamentalmente en la corteza prefrontal, la cual modula la reacción de los centros subcorticales como la amígdala, y lo que hace la meditación, (contrastado en estudios de imágenes), es reforzar la acción de la corteza prefrontal, facilitar la regulación y disminuir la reactividad excesiva e impremeditada ante los estímulos emocionales, es decir, facilitar el equilibrio emocional, manteniendo al sistema nervioso dentro de la ventana de tolerancia. 

Cuando nos disponemos a observar todo lo que sentimos, vamos pudiendo ver objetivamente lo que se mueve dentro nuestro, sin automanipularnos. 

La no-resistencia a ningún contenido interno produce una autorregulación de la psique, y, con ello, la opción de una conducta integrada y congruente; la conducta no será descontrolada, inadaptada, sino, por el contrario, al dar cabida a todo lo que sentimos, los sentires se compensarán entre sí, generando un equilibrio coherente. 

Por ejemplo: aceptamos nuestro enojo ante una persona, le damos lugar a esa emoción, sin disfrazarla, sin autoprohibírsela, simplemente, la dejamos ser dentro nuestro, percibiendo que estamos enfadados. Pero ese enojo no estará aislado dentro nuestro: los sentires no tienen exclusión entre sí, por lo cual simultáneamente, ante un mismo estímulo, sentimos muchas sensaciones y emociones diferentes. 

En este ejemplo, quizás también sintamos afecto o respeto por esa persona, o compasión. Así, esos sentimientos se regularán entre sí, a partir de nuestra actitud de no excluir a ninguno de ellos: el afecto, el respeto, la compasión cumplirán con la misión de balancear la emoción enojosa, dándole a ese enojo la medida justa y sana de su expresión (por ej. manifestándolo maduramente poniendo un límite). 

La no-exclusión, permite el equilibrio interno. La visión de la mente nos permite dirigir el flujo de energía e información hacia la integración, y la integración conlleva a la ausencia de enfermedad y la aparición del bienestar. (Daniel Siegel).


 Identificación y desidentificación con las emociones

 Cuando no luchamos con lo que sentimos, y le damos cabida a todo lo que es, la agitación disminuye, la lucha interna va cesando, y vamos encontrando un lugar interno, que no participa de ese revuelo: un eje de calma en medio de la tormenta, "el ojo del huracán". A esto se le llama desidentificación. 

Estar identificado con un estado emocional implica estar obnubilado por él: me creo ser eso. "Identificado" significa que creo que esa es mi identidad: yo soy mi dolor, yo soy mi angustia, yo soy mi enojo. 

Poder desidentificarse hace que, al tomar distancia de eso que siento, sin estar involucrado, vea eso que siento en el contexto de todo lo que soy. Y me doy cuenta que soy mucho más que eso: soy muchas más emociones que esa, muchos otros estados, y a la vez, no soy ninguno de ellos, pues lo que verdaderamente es en mí, es esa conciencia que está detrás de todos los estados, de todas las emociones (que no son más que contenidos de esa conciencia, y, por ello, elementos transitorios, impermanentes).

 La desidentificación permite que, aun en medio de emociones encontradas, pueda haber un núcleo interno exento de dolor, de miedo, de enojo... 

Ese Observador es como un estrato más profundo, por debajo de las agitadas olas del mar. Es lo permanente detrás de la impermanencia. Cuando nos observamos, y, desde la Conciencia-Testigo, tomamos distancia interna de lo que nos pasa, ampliamos el campo de conciencia, de modo que ese contenido interno, es percibido en el contexto de todo lo que soy: puedo ver los otros contenidos internos (en el ejemplo, la compasión, el respeto, el afecto...). 

Y viendo en su conjunto todo lo que me pasa, sin exlusión, puedo organizar una conducta más integrada y más congruente con todo lo que soy.


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