viernes, 15 de septiembre de 2023

La gratitud

 

La gratitud transforma lo que muchos consideran común u ordinario, en algo extraordinario.

Sentir y expresar gratitud es una buena y poderosa medicina. Cuando podemos conectarnos a la abundancia que nos rodea, nos sentimos bendecidos y, aunque la vida y los sufrimientos están entretejidos, emparejados como el arco iris y los nubarrones de la tormenta, la luz y la sombra, la enfermedad y la salud, así la gratitud nos sirve para comprender que el sufrimiento nunca es el cuadro completo.

Aunque estés pasando momentos difíciles, no permitas que los pensamientos y sentimientos que no te hacen bien, sean los que dirijan tu destino. Siempre puedes abrir tu corazón a la magnificencia de tu alma y comenzar a sentirte profundamente agradecido por la oportunidad de vivir el milagro de la existencia, agradece la diversidad de experiencias que están a tu disposición, celebrando las amorosa fuerzas del alma.

En la complejidad de la vida cotidiana, solemos olvidar el poder de la gratitud. Muchos ignoran que los sentimientos de gratitud son capaces de poner en marcha potentes y beneficiosos cambios en la personalidad, como suavizar las emociones y profundizar el amor en nuestra relación con nosotros mismo y con la vida, aportando más alegría y felicidad a la expresión humana.

La gratitud estimula ciertas energías interiores que nos llevan a desarrollar la intuición, esa fuerza interna que permite alcanzar una experiencia espiritual más profunda, y se más conscientes de nuestra existencia como alma eterna.

Dar gracias es una acción, ser agradecido es un estado del ser, que nos permite sostener cualquier situación, por adversa que sea.

La biología del estado de gratitud se asemeja a la del amor incondicional. Tan importantes son estos estados internos que son objeto de investigación en prestigiosos centros académicos, como la Universidad de Harvard.

S. M. Maruso



Adicción de comportamientos y sensaciones


El cerebro consta de redes neuronales, estas están todas interconectadas, y esta interconexión es la que elabora ideas complejas, recuerdos emociones, cada uno tiene su propia colección de experiencias y habilidades representadas en ellas.

Todas nuestras experiencias dan formas al tejido neurológico, todas nuestras creencias, lo que hemos sentido, si fuimos amados o no, la cultura, los lugares donde vivimos, etc., con lo que está pasando en nuestra percepción y en nuestro mundo.

Cuando recibimos estímulos del ambiente que nos rodea, ciertos aspectos de estas redes neuronales van a conectarse o a desconectarse y van a producir modificaciones químicas en el cerebro. Estos cambios químicos a su vez, producen reacciones emocionales, colorean nuestras percepciones y condicionas las respuestas a las personas y acontecimientos de nuestra vida.

Desde las neurociencias, podemos considerar que todas las emociones, los recuerdos, las actitudes y los conceptos, están codificados neuronalmente y se interconectan, el resultado es lo que denominamos ―personalidad.

Así como las células del cuerpo se juntan e interrelacionan para producir un organismo en funcionamiento, de igual manera todas las redes neuronales se interrelacionan o asocian para producir esta entidad que llamamos nuestra personalidad..

Sabemos que lo que nos diferencia de otras especies es el lóbulo frontal, y su proporción con respecto al cerebro. Este lóbulo frontal es un área del cerebro que nos permite centralizar la atención y concentrarnos. Es crucial para la toma de decisiones y para mantener firmes las intenciones, nos permite extraer información del medio que nos rodea y de nuestro depósito de recuerdos, procesarla y tomar decisiones o realizar elecciones a partir de las decisiones y elecciones pasadas. Ahora, estas elecciones en su mayoría no son libres, son respuestas condicionadas, aprendidas, automáticas, a los estímulos. O sea que, frente al estímulo, en vez de responder, generalmente repetimos, reaccionamos.

Pero hay otra manera de funcionar que es respondiendo: cuando nos convertimos en observador de los estímulos, tomamos distancia, nos alejamos de la conducta habitual. El lóbulo frontal toma la información que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida mediante la experiencia, y los datos intelectuales facticos.

Cuando reaccionamos, las redes neuronales biológicas realizan adicción, el cerebro reacciona ante su medio, y ciertos aspectos del cerebro se vuelven centros automáticos que hacen que el cuerpo responda.

En el caso de elegir la respuesta, la conciencia se mueve por el cerebro y lo utiliza para examinar sus opciones y posibilidades. En lugar que el cerebro funcione en piloto automático y nos dirija, somos nosotros que lo utilizamos, como un instrumento. La conciencia comienza a tener dominio sobre el cuerpo.

Son nuestros pensamientos que provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamiento y sensaciones.

Las neurociencias están demostrando que cuando aprendemos como se crean esos malos hábitos, no solo podemos romperlos, sino también reprogramar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.

Los genes son como interruptores y el estado químico en el que vivimos, hace que algunos estén encendidos y otros apagados. Cada vez que pensamos, fabricamos sustancias químicas, y estas actúan como señales que nos permiten sentir exactamente como estábamos pensando. Por eso, si tienes un pensamiento de preocupación, al poco rato, te sientes preocupado.

Hay que comprender que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que sentimos. Esto es importante tenerlo en cuenta en el funcionamiento diario.

Este mecanismo produce más química de tensión, y nos costara salir del estado emocional en el que nos encontramos. Entramos en un círculo vicioso, como dice Joe Dispenza, entramos en un ―estado de ser, la repetición de estas señales, hace que algunos genes estén activados y otros apagados. Y luego nos creemos ser el estado y decimos: soy una persona preocupada, infeliz, negativa, llena de resentimiento, miedosa, etc.

Así lo que hacemos es memorizar la continuidad química y definirnos de esa manera. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan en el torrente sanguíneo, rodeando nuestras células o inundando nuestro cerebro. Cualquier perturbación en esta composición química constante, regular y confortable para nuestro cuerpo, dará como resultado un malestar.

Algo que podemos hacer es cambiar la química mediante el cambio de pensamientos, pero no se trata solo de cambiar la química cerebral, hemos de cambiar también los circuitos cerebrales y redes neuronales. Al enseñar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una nueva mente.

El principio de las neurociencias es que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona, ante una situación por más nueva que sea, recurre a esa conexión, es decir repite el mismo pensamiento una y otra vez, y da las mismas respuestas. Su cerebro no cambia y vive la misma mente cada día.

Conviene aprender a interrumpir esos ciclos a través del proceso de ser cada vez más conscientes y de experimentar que podemos cambiar el cerebro, y esto es posible gracias a la neuroplasticidad cerebral, que no es otra cosa que poner en actividad la neurogénesis, entendida como la capacidad de modificar y desarrollar el cerebro.

Las emociones y los sentimientos son el producto final, resultado de nuestras experiencias que están internalizadas en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se repite el mismo proceso químico una y otra vez.

El solo hecho de recordar, es capaz de poner en marcha las reacciones químicas del cerebro. El tema es ¿realmente quieres cambiar?

Se trata de desaprender y reaprender. A medida que vamos pensando menos en una situación que está grabada en nuestro cerebro en forma de red, la conexión con ella se reduce hasta que pierde fuerza.

Los pensamientos saludables tienen un efecto intenso sobre el comportamiento y los genes. Cuando decidimos cambiar un pensamiento, una creencia o una respuesta emocional frente a cualquier estímulo, debemos cambiar o modificar la red neuronal que se instaló en nuestro cerebro producto de experiencias o informaciones que hemos recibido.


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Juana María Martínez Camacho

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La importancia de lo que sentimos y pensamos en la salud


Todo cuanto sentimos y pensamos es el resultado de complejos procesos de asociación e interacción de las células nerviosas del cerebro, que a su vez se comunican mediante fibras nerviosas y hormonas con el sistema inmunitario y las glándulas de secreción interna.

La gran cantidad de estímulos capaces de modificar el curso de nuestra biología, recién se está comenzando a reconocer en el ámbito científico y gracias a esta concientización, podemos decir que muchas enfermedades tendrán una evolución diferente si empleamos más recursos propios. Todo puede transformarse en oportunidades.

Numerosas investigaciones científicas demuestran lo que todos necesitamos saber para enfrentar cualquier crisis, inclusive una enfermedad considerada incurable por la medicina, lo cual no debe confundirse con la incurabilidad de un paciente.


Gracias a estas investigaciones que ha hecho la PNEI, podemos decir a manera de resumen que:

· Contamos con un enorme potencial para sanar las heridas del cuerpo y del alma.

· Es posible una remisión espontánea, que es la mejoría o la curación inesperada de una enfermedad que debería tener otro curso sin mediar intervención médica. Este tema es de gran interés reciente en la ciencia médica.

· El cuerpo y la mente están intrínsecamente ligados y su interacción ejerce a cada segundo una profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, sobre la vida y la muerte.

· Las emociones reprimidas vulneran nuestro sistema inmune, igual que el estrés y las creencias insalubres que se instalan en nuestro cerebro en forma de redes neuronales, determinando respuestas adictivas a nuestra forma de percibir y reaccionar en la vida.

· Las emociones y creencias pueden controlar el comportamiento y la actividad genética, y por tanto, el desarrollo de nuestras vidas.

· Podemos adquirir plasticidad biológica y biopsicosocial para enfrentar situaciones adversas y salir fortalecidos tornándonos resilientes, entendiendo por resiliencia a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas.

· Los tratamientos basados en la medicina biopsicosocial, que atienden las necesidades emocionales, cognitivas, físicas, nutricionales, vinculares, inconscientes, espirituales y energéticas, pueden no solo mejorar la vida de las personas con enfermedades graves, sino también modificar el curso de la enfermedad.

· Una de las mejores maneras de enfrentar cualquier enfermedad, especialmente grave, es aceptar su diagnóstico, pero rechazar el pronóstico condenatorio. Hay médicos que por no dar falsas esperanzas a sus pacientes, lo que logran es darles falsas desesperanzas.

· Actitudes, hábitos y estados emocionales, (desde el amor hasta la compasión, y desde el miedo hasta el resentimiento o la rabia), pueden desencadenar reacciones que afectan la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional.

· La participación de un paciente en la recuperación, no es algo alternativo, ni complementario: es vital.

· La salud y el bienestar se sostienen sobre un banco de tres patas: la primera son los fármacos, la segunda la cirugía y los procedimientos clínicos y, la tercera, el autocuidado de la persona.

· Nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones. Cuando aprendemos como se crean esos malos hábitos que nos condenan como tumbas instaladas en nuestro cerebro, no solo podemos acabar con ellos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.

· El cuerpo nos avisa permanentemente cuando algo de lo que pensamos, sentimos o imaginamos es “bueno” o “malo” para nuestra biología, a través de los indicadores somáticos de bienestar o malestar que, generalmente ignoramos.

· Cada ser humano puede estimular sustancias químicas específicas (drogas endógenas), con la ayuda de métodos personalizados que pueden modificar el curso de su biología. Estas drogas endógenas abarcan desde estimulantes, antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos, etc. Es un área muy rica y poco difundida. (S. M. Marusso)



Es importante conocer nuestra mente, pues de ahí surgen nuestras limitaciones. Nuestra mente y nuestro cerebro “conversan” permanentemente con nuestro cuerpo, esta conversación es la que estudia la Psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI).

La PNIE, se refiere al estudio de las interacciones entre los procesos de adaptación de conducta, neuronales, neuroendocrinos y los inmunológicos.

Su premisa principal es que la homeóstasis (equilibrio) es un proceso integrado que involucra las interacciones entre los sistemas nerviosos, endocrino e inmune.

Toda esta extraordinaria maquinaria neuro-inmuno-endocrinológica, está permanentemente a nuestras órdenes y cada uno de nosotros, de manera consciente o no, la estamos movilizando segundo a segundo.

El cerebro es el que coordina y envía sus órdenes a través del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y pone en marcha la secreción de una serie de hormonas que alcanzan los linfocitos que, en última instancia, son los que transmiten las órdenes. Y también, a través del sistema nervioso autónomo, simpático y parasimpático, al que el sistema inmunitario presta especial atención y escucha en cada momento.

Nuestros pensamientos, actitudes y creencias, crean las condiciones de nuestro cuerpo a través de los sistemas de control homeostático de nuestro organismo: sistemas nervioso, endócrino e inmunitario.

El estado emocional filtra y modula la percepción para que los estímulos ambientales, los factores psicosociales, los estresores que vivimos y en general todo aquello que nos importa, produzcan un determinado tipo de impacto sobre el cerebro.

Este utiliza por un lado el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y por el otro el sistema nervioso vegetativo, para comunicarse con el sistema inmunitario.

Los intermediarios son las moléculas de información (como las llamó Candace Pert) que corresponden a cada uno de estos sistemas: las hormonas del sistema endócrino, los neurotransmisores del sistema nervioso y las linfocinas del sistema inmunitario.

En sentido inverso también funciona, ya que la comunicación es bidireccional: el sistema inmunitario recoge información periférica de estresores infecciosos o inflamatorios radicados en cualquier órgano o tejido del cuerpo, y a través de la secreción de linfocinas informa lo que ocurre en el cerebro, el cual con la información adecuada, pone en marcha las correspondientes estrategias de comportamiento.

O sea que los efectos del comportamiento están mediados por las linfocinas del sistema inmunitario, ya sea el estresor infeccioso-inflamatorio (en el sentido sistema inmunitario-sistema nervioso) o bien ambiental-psicológico (en el sentido sistema nervioso-sistema inmunitario) en ambos casos, el sistema de respuesta es común.

El sistema nervioso modula el sistema inmunitario y viceversa: el sistema inmunitario informa al sistema nervioso.

Esa conversación nunca cesa ni siquiera cuando dormimos y menos aun cuando nos quedamos con poca energía, en estos casos es cuando nuestro sistema inmunitario se apodera de ella totalmente, justo cuando más la necesita para desempeñar su trabajo en esos momentos de enfermedad o depresión.

El sistema inmune se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos y su respuesta está condicionada por los pensamientos.


De ahí la importancia de un proceso terapéutico donde puedas conocer el sistema de creencias que hace que vivas de la manera que lo haces, y poder elegir cambiar las creencias limitantes, investigando la programación de la niñez y aprendiendo a gestionar el mundo emocional, desarrollando una inteligencia emocional que es tan importante para tu calidad de vida y de las relaciones.

No es necesario llegar a estar enfermo para hacer estos cambios internos y mejorar la calidad de vida.


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Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
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Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
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Craneosacral y Visceral, entre otras…)



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