sábado, 29 de octubre de 2022

Hábitos para implementar para el Cerebro cognitivo y el Cerebro emocional


El cerebro cognitivo, y en especial el lóbulo frontal, es el que inhibe nuestros instintos y protagoniza lo que llamamos la mente justificativa, frente a la mente reactiva gestionada por el cerebro emocional.
El hemisferio izquierdo, se relaciona con las funciones racionales: pensamiento lógico-matemático, análisis, asociación de ideas, lenguaje, escritura, matemáticas, etc. 


El cerebro emocional tiene la capacidad de desconectar del córtex, tomar la iniciativa y realizar acciones de una forma instintiva; las emociones nos inundan y nuestros pensamientos se detienen. 
El hemisferio derecho, gestiona las informaciones afectivas y emocionales; reconoce en forma global una situación y le atribuye un contenido emocional-sensitivo (lo que siente). Se relaciona con la imaginación, la creatividad, el arte, la intuición, fantasía, etc. 


Ambos hemisferios se comunican y entran en contacto a través del cuerpo calloso. 


El cuerpo calloso: es un puente de “fibra óptica” formado por millones de neuronas que conectan los dos hemisferios del cerebro, el hemisferio izquierdo ( lógico), y el hemisferio derecho ( emocional). 
El cuerpo calloso es el camino de fibras neuronales más grande de todo el cuerpo, tiene unos 300 millones de fibras nerviosas, los impulsos nerviosos viajan de un lado al otro a través de este cuerpo calloso, permitiendo observar al mundo desde dos puntos de vista diferentes. 




Hábitos a implementar (Jennifer Middleton) 


Hábitos para fomentar el hemisferio derecho:

1. Observa tus relaciones interpersonales y optimízalas. Darnos cuenta de cuanta energía gastamos en mantener relaciones que ya han caducado, que ya han cumplido su propósito.

2. Use su cuerpo para la comunicación. Hay que acostumbrase a escuchar el cuerpo.

3. Descanse de forma adecuada. 

4. Darse tiempo a uno mismo sin remordimientos. Entregarse a los demás olvidándose de uno mismo es muy tóxico y egoísta.

5. Lentifíquese cuando se sienta acelerado, agitado y tenso. Coma tranquilo, saboree la comida. Tómese tiempo. Cada cosa a su tiempo y cada tiempo a su cosa. Practique la relajación, el ejercicio diario.

6. Cuide su cuerpo y su mente.

7. No desgaste la energía pensando en el pasado. Viva el momento presente. El presente es el estado idóneo de creación. Pensar en el pasado es repetir las historias. 

8. Aprenda a jugar y a ser un niño. Deje salir este niño que todos tenemos dentro. Ríase con sus amigos, haga tonterías.

9. Regálese actividades placenteras y disfrútelas intensamente.


 Hábitos para fomentar el hemisferio izquierdo:

1. Respétate y exige que los demás te respeten. Reconoce tus sentimientos y emociones. Si sientes rabia, acógela y suéltala.

 2. Revisa tu argumento de vida y no te tiranices. Se refiere a las creencias y verdades que te impusieron tus padres. Observa tus prejuicios que te inculcaron y que ya no tiene que ver nada contigo.

3. Termina situaciones inconclusas que no tienen solución. Situaciones que nos quitan el sueño y no sabemos cómo concluirlas. Nos proporcionan gran desgaste y tensión.

4. Reduzca demandas internas y externas innecesarias. Todos los deberías o tendrías. Tomar conciencia de que nos imponemos muchas obligaciones.

5. Asuma plena responsabilidad sobre su vida. Cada vez que dejamos que abusen de nosotros, nos dominen, nos posterguen y nos olviden, somos los únicos responsables.

6. Ponga una rutina diaria en su vida. Leer, escuchar música, en un lugar físico sin interferencias.

7. Aliméntese de forma sana y equilibrada.

8. Aléjese de personas y situaciones tóxicas y negativas.


 www.centroelim.org

domingo, 23 de octubre de 2022

Transformación consciente y salud


De oruga a mariposa:

Cuando la oruga ha comido lo suficiente, busca un lugar seguro, teje un capullo y se encierra en él. Luego muda su piel externa y segrega una cubierta más fuerte y gruesa, permanece en este estado de crisálida sin comer, sin excretar, sin moverse, y en ese capullo ocurre un proceso de transformación por el cual muere la mayor parte del cuerpo viejo de la oruga. 

Se liberan unas enzimas que digieren el tejido de la oruga, o sea que se digiere a sí misma, pero no todo el tejido es destruido, quedan algunos grupos de células que hasta ese momento estaban “dormidas” y que ahora comienzan a crecer de nuevo supervisando la construcción del nuevo cuerpo con los jugos digestivos del viejo cuerpo de la larva. 

Unas células serán el ala, otras formarán las patas, antenas, y demás órganos de la mariposa adulta. Emergerá una criatura nueva, que ya no tendrá que arrastrarse para comer, ahora la mariposa con sus hermosas alas puede experimentar la vida de una manera que la oruga “nunca hubiera podido imaginar”, y todo gracias a la muerte de la criatura anterior.

Esto podemos compararlo a la vida misma, refleja hasta qué punto la vida es un proceso de transformación en el que todos los acontecimientos fluyen de forma permanente y de cómo cada cosa que nos sucede tiene un significado, un porqué, aunque no logremos verlo.

Esto lo confirma nuestro propio cuerpo, en el que cada cierto tiempo se regeneran sus células hasta el punto de que cada siete años todo el organismo es prácticamente nuevo. Vemos como cambian con los años nuestro carácter, nuestras formas de pensar o nuestras actitudes.
Pero hay un aspecto que nos cuesta mucho más modificar: las creencias. Y es que por lo general, las creencias están tan profundamente arraigadas en nosotros, que cuando alguien las pone en entredicho, se produce casi siempre una fuerte resistencia. Esta resistencia es una de las mayores dificultades del ser humano para crecer interiormente.
Y es que no somos conscientes de la tremenda programación a la que hemos sido sometidos desde que nacimos, primero por nuestros padres y familiares cercanos, luego por los maestros en la escuela, el ambiente y la sociedad en la que hemos vivido. De tal manera que las respuestas que damos ahora, como seres adultos, están condicionadas por todo esa carga de creencias impuestas.

Estas creencias están tan arraigadas, que condicionan nuestra visión de las cosas, nuestros gustos, nuestras percepciones emocionales y psicológicas, y, en suma, nuestra personalidad. Sin embargo, es sólo confrontando nuestras creencias con otras, replanteándonos lo que siempre hemos creído, como podemos avanzar, como podemos percibir otras realidades, como podemos evolucionar y crecer como personas. Única forma de poder realizar una transformación consciente. Esta transformación supone poder elegir en todos los ámbitos, por nosotros mismos, saliéndonos del condicionamiento, de las creencias.
Y ahí encontramos la mayor dificultad, porque "creer" es asumir como ciertas las informaciones recibidas por distintas vías sobre un tema para, inmediatamente, convertirse en verdades, sin cuestionarlas.

Con lo cual, las creencias, en general, están exentas de lógica y suelen asentarse en el inconsciente colectivo hasta que son sustituidas por otras con mayor carga racional. De manera que conforman una especie de programas o esquemas mentales a través de las cuales discurren nuestros pensamientos y vemos la realidad. Por eso cuando cambiamos el esquema mental, es decir, cuando modificamos "los programas", cambia inmediatamente la realidad de la persona. 
Algo de mucha importancia en el ámbito de la salud. Porque hoy se sabe que si en vez de creer que sufrimos procesos degenerativos, creemos que nuestro cuerpo se renueva a cada instante, que hay una inteligencia innata que se ocupa de mantener la vida, que nuestras células llevan impresa la orden de supervivencia, estaremos dando a nuestro cuerpo un mensaje de equilibrio y salud. Y, sobre todo, no habrá en nuestro interior miedo, la emoción más nociva de todas porque influye en esa orden de supervivencia inscrita a nivel genético.

De ahí que ser conscientes de nuestros procesos físicos, emocionales y mentales redunde de inmediato en una mejoría de la salud. Así lo demostraron, entre otros, los experimentos de laboratorio realizados por el Dr. Deepak Chopra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston y en la Asociación de Medicina Ayurvédica de Lancaster, Massachusetts, según los cuales todas las funciones supuestamente involuntarias -regidas por el inconsciente- del cuerpo, como el latido del corazón, la respiración, la digestión, la temperatura corporal, las secreciones hormonales, etc., pueden ser también reguladas conscientemente mediante la biorrealimentación, un proceso de toma de consciencia muy sencillo basado en técnicas de meditación.

Algo comprensible si tenemos en cuenta que si la energía mental coordina el orden electromagnético de la energía vital y ésta a su vez mantiene el orden a nivel celular, cuanta más coherencia haya en la emisión de pensamientos mayor será el aporte energético que recibirá nuestro cuerpo físico, lo cual beneficiará mucho nuestra salud.
Por el contrario, la inconsciencia puede provocar un caos o desorden energético que a la larga terminará produciendo deterioros corporales. En cambio, una vida de participación consciente los previene. Es decir, si prestamos atención a los procesos corporales en lugar de dejar que funcionen de forma automática se producirá en ellos una mejora sustancial.

Mediante ejercicios de respiración consciente comienzan a los pocos minutos a sincronizarse las ondas cerebrales, se aquieta el ritmo cardiaco y se equilibra la presión arterial.

Por otra parte, sabemos que nuestros sistemas más importantes son el endocrino, el inmunológico y el nervioso ya que son los principales controladores de nuestro cuerpo. Pues bien, las células inmunitarias y las glándulas endocrinas tienen los mismos receptores de señales cerebrales que las neuronas; es decir, son como una prolongación de nuestro cerebro que circula por todo el cuerpo. 
Lo que ha llevado a los científicos a plantearse que la consciencia ha de existir en realidad en todas las células de nuestro organismo. De hecho, está comprobado que los estados de aflicción mental se convierten en procesos bioquímicos que crean enfermedades pero también es verdad que un estado de felicidad, alegría, ilusión u optimismo es capaz de producir automáticamente las sustancias necesarias naturales para contrarrestar la enfermedad.

A fin de cuentas, la entropía -es decir, la tendencia que tienen los sistemas complejos a desorganizarse- sólo tiene lugar -en lo que al ser humano se refiere al menos- en el mundo físico. No ocurre así en el plano mental -no hablamos del cerebro, que es un órgano físico- ya que está en un nivel vibratorio superior y no sigue esa tendencia. De ahí que pueda volver a poner en orden el caos electromagnético que produce toda enfermedad.


Ampliando nuestra conciencia

Es preciso entender que el aprendizaje del ser humano no se completa en una determinada etapa sino que es algo consustancial y no termina nunca. En consecuencia, sólo estamos limitados por nuestro grado de consciencia, lo que implica que en la medida en que ampliemos ésta se ampliarán también nuestros propios límites.

Y es que es el desconocimiento de nosotros mismos lo que nos hace víctimas de la enfermedad, del envejecimiento y de la muerte. Por eso es tan importante revisar de manera constante todas las creencias que hemos ido acumulando a lo largo de la vida ya que a lo mejor descubrimos que pueden ser sustituidas por otras más acordes con nosotros, con la vida y con la realidad. Algo a lo que podemos acceder hoy merced a los nuevos descubrimientos de la ciencia en todos los ámbitos.

Sabemos que nuestra mente es un arma de doble filo y que tanto puede destruirnos como curarnos. Sólo depende de cómo adiestremos o condicionemos nuestros pensamientos para crear patrones mentales destructivos o constructivos. Además, de la actitud con la que afrontemos nuestros problemas de salud dependerá que ello redunde en un beneficio para nuestro crecimiento como seres en evolución o que la experiencia se limite a formar parte del sufrimiento de la inconsciencia.
Veamos pues la enfermedad como una oportunidad para descubrir aquellos aspectos de nuestra vida que no funcionan. Para ello sólo tenemos que escuchar a nuestro cuerpo cuando nos habla.


Aplicando el Yoga en la Vida Diaria


El Yoga nos ayuda a adiestrarnos y llevar algunas prácticas a la vida diaria.

Una vez aprendemos a relajarnos, podemos adaptar ese aprendizaje a todos los actos de nuestra vida de cada día.

Generalmente, durante el día, tenemos por costumbre trabajar tensos y agitados, sin estar conscientes de esto. Continuamente estamos contrayendo más músculos de los que son necesarios: cuando tenemos un problema pendiente y pensamos en él, apretamos las mandíbulas, tensando el rostro, tensamos los brazos, la espalda, etc. y en las distintas situaciones de la vida diaria mantenemos una actitud defensiva que hace que gastemos una cantidad innecesaria de energía, y además nos quita eficiencia para realizar lo que tenemos que hacer.

No tenemos más que observar la cara y la postura de la gente que anda por la calle y nos daremos cuenta de la tensión que llevan reflejada en el rostro, como si estuvieran sufriendo o haciendo un gran esfuerzo. Las personas que viajan en el autobús, y hasta en su mismo coche, van rígidas, tensas, aunque su cuerpo va sentado, por dentro sostienen una lucha, imaginando, haciendo mil cosas en la mente, que llegan a fatigarlos como si lo estuvieran haciendo en realidad. Todo esto, hace que luego acaben con un agotamiento mental, que afecta profundamente al sistema nervioso y por ende a la salud en general.

Muchas veces, la mayor parte de la fatiga que sentimos durante el día, no es causada por un esfuerzo físico, sino por estas tensiones musculares y nerviosas debido a los estados emocionales que consumen grandes cantidades de energía.

Podríamos aprender a darnos cuenta de estas tensiones y contracturas que sostenemos en todo momento y aflojarlas.

Si practicamos yoga y hemos aprendido a relajarnos, será más fácil, en especial porque hemos aprendido la respiración completa del yoga, que es la puerta de entrada a la relajación, a la tranquilización del psiquismo. La respiración completa y la relajación, suponen un entrenamiento, una experiencia interior de cómo se siente uno cuando está relajado y que podemos luego repetir a voluntad en cualquier momento, aflojando los músculos de los brazos, de las piernas, del cuello, de los hombros, del vientre, etc.

Cuando estemos apurados por llegar a algún lado, y vamos en coche, especialmente en un taxi, tendemos a inclinamos hacia adelante; cuando esperamos en una sala de espera y se nos hace tarde, golpeamos el suelo con el pie o movemos las manos, siempre estamos agitados, etc.




¿Por qué no nos educamos para aprender a aprovechar esos y otros muchos momentos para descansar ?

Si de todas maneras tenemos que esperar, aprovechemos el tiempo para relajarnos, adoptando la actitud que convenga según el momento para no llamar la atención. Ejemplo, si estamos esperando sentados, en vez de apretar las mandíbulas, o golpear el suelo con los pies, aprovechemos a aflojar todos los músculos de los que seamos conscientes que guardan tensión, aquellos músculos que no es necesario tensar para mantener la postura.

Cuando hablamos, intentemos no hacer más movimientos de los necesarios, los naturales para expresarnos, al escuchar abandonemos la tensión, el estar a la espera de contestar rápidamente.

Para ello, debemos auto-observarnos, y descubriremos muchas de estas tensiones inútiles para poder soltarlas.

Aprovechemos los pequeños momentos para aprender a estar tranquilos, a serenarnos, respirando un poco más profundo y disfrutando de la sensación de descanso, esto será un oasis y nos permitirá recuperarnos dentro del agitado día, pequeños momentos de descanso.

Cuando vamos a comer, es importante no guardar tensión, soltar la preocupación por las cosas que debemos resolver, porque contraemos el abdomen y dificultamos la digestión, conviene practicar varias respiraciones completas antes de comer.

Una de las cosas más importantes y también de las más difíciles es el aprender a relajar la mente.

Las contracturas musculares que mantenemos en las distintas partes del cuerpo dependen de la contractura que hemos formado en la mente, en la parte frontal del cerebro. Cuando estamos muy preocupados, solemos fruncir el ceño; la mente, está identificada con su preocupación, cerrada en sus problemas, y esto afecta al cuerpo.

Para manejar adecuadamente los problemas, debemos aprender a desidentificarnos de ellos, tomar distancia, si estamos apegados a ellos, los problemas nos llevarán de un lado a otro sin que podamos solucionarlos. Es indispensable relajar la mente, con la práctica iremos conociendo lo que significa tener la mente relajada. Aunque no practiques yoga, puedes aprender a respirar correctamente y a relajarte para eliminar esas tensiones que se hacen habituales. La mente puede ser reeducada, al igual que un músculo, y no lo sabemos, porque no se nos enseñó; así como aprendimos a realizar gestos automáticos con el cuerpo y adquirimos hábitos musculares y posturales, también podemos adquirir hábitos saludables, una mente serena y abierta.

El contemplar espacios amplios en la naturaleza, es un recurso valioso para ampliar la mente, despejarla y calmarla. El contacto en general con la naturaleza, nos ayuda a armonizarnos, relajarnos, relativizar los problemas.

Antes de ir a dormir, es conveniente silenciar la charla interna en la cabeza, otra vez valiéndonos de la respiración completa, dejando "pasar" los pensamientos, enfocándonos en el aire que entra y que sale del cuerpo; esto que parece tan simple, con la práctica nos asegurará un descanso reparador, al tranquilizar el sistema nervioso.

El desplazar la atención por cada parte del cuerpo, con la idea de “soltar” es muy efectivo como relajación, como también practicar visualizaciones que hayas aprendido.

Namasté.

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