martes, 2 de enero de 2024

El niño interior herido

 


Todas las maneras en que el niño con grandes expectativas es herido, pueden resumirse en la pérdida de su identidad.

Cada niño necesita desesperadamente saber que sus padres están sanos y son capaces de cuidarlo, y que él les importa a ellos.

El sentir que él es importante para sus padres significa que, la condición de ser especial, se refleja en los ojos de ellos o de las otras personas encargadas de su cuidado. Que él les importa también se observa en el tiempo que le dedican. Los niños saben intuitivamente que la gente pasa el tiempo con quienes ama. Los padres hacen que sus hijos sientan lástima de sí mismos, al no tener tiempo para ellos.

Cualquier niño de una familia con problemas, recibirá esta herida espiritual. Cuando los padres se hallan bajo tensión crónica, incluyendo las adicciones al trabajo, a las actividades religiosas, al alcohol, etc.; los desórdenes en las comidas; las adicciones al control excesivo o al perfeccionismo; o las enfermedades físicas o mentales, cualquiera que sea el desorden, cuando a los padres los absorben sus cuestiones emocionales, no pueden prestar la debida atención a sus hijos.

El descuidado niño herido que se aloja en el alma del adulto, es una fuente importante de dolor humano.

Hasta que reclamemos y defendamos a ese niño, seguiremos alterando y contaminando nuestra vida adulta.

 

Los deseos del adulto son las necesidades del niño sin satisfacer.

Recuperar a tu niño interior implica retroceder a tus etapas de desarrollo y concluir los asuntos pendientes.

Para comenzar, lo más importante es ayudar al niño herido que existe en tu interior a que se lamente por sus necesidades de desarrollo insatisfechas, muchas de ellas, no se han resuelto porque tú  nunca te has lamentado, nunca fueron expresadas las emociones necesarias.

El niño herido que vive en tu interior sale una y otra vez durante tu vida adulta, limitándote hasta que no resuelvas y cubras sus necesidades.

Jung decía: "Todas nuestras neurosis son sustitutos del sufrimiento legítimo".

El rescate del dolor requiere que volvamos a experimentar lo que no pudimos sentir cuando perdimos a nuestros padres, a experimentar nuestra niñez y sobre todo, nuestro sentido de identidad.

La herida espiritual puede ser curada, pero es necesario sentir lo que no pudimos sentir, el dolor.

 

Lo que pasa es que solemos resistirnos a sentir el dolor, y lo atenuamos  por medio de mecanismos de defensa del ego/personalidad (esto es inconsciente), algunos de ellos:

 

- la negación ("no está ocurriendo realmente");

- la represión ('nunca, sucedió");

- la disociación ("no recuerdo lo que sucedió");

- la proyección ("te ocurre a ti, no a mí");

- la conversión ("como cuando tengo una relación sexual siento que está sucediendo");

-  la minimización ("sucedió, pero no tiene importancia").

 

Básicamente, a través de la defensa de nuestro ego, nos distraemos del dolor que sentimos.

 

Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata.

 

Cuando experimentamos emociones, entramos en contacto directo con nuestra realidad física, se expresan en el organismo antes que nos percatemos conscientemente de que están allí.

Son las comunicaciones básicas que necesitamos para nuestra supervivencia biológica.

A medida que nos desarrollamos, las emociones se convierten en el medio para pensar, actuar y tomar decisiones. Las emociones intensifican y amplifican nuestra vida, sin ellas, nada importa realmente; con emoción, cualquier cosa es trascendente.

Las emociones las tenemos para cuidar de nuestras necesidades básicas.

Cuando una de nuestras necesidades está siendo amenazada, nuestra energía emocional nos lo hace notar.

 

Cuando la emoción que acompaña a una experiencia traumática es bloqueada, la mente no puede evaluar o asimilar esa experiencia, quedando reducida  en su habilidad para funcionar.

Con el paso de los años, la capacidad de la mente se ve menguada cada vez más porque el bloqueo de la energía emocional se intensifica con cada experiencia similar.

Cada vez que tenemos una nueva experiencia, que de alguna manera es similar al trauma original, nuestros sentimientos adquieren una intensidad desproporcionada con respecto a lo que realmente sucede.

 

El niño herido que se encuentra en nuestro interior está lleno de energía no resuelta, debido a la tristeza de los traumas de la niñez.

Una de las razones por la que poseemos la tristeza es para finiquitar los sucesos dolorosos del pasado; así nuestra energía puede ser utilizada en el presente.

Cuando no se nos permite lamentamos, esa energía se congela.

En las familias disfuncionales, la expresión de las emociones está prohibida, en otras, solo se pueden expresar ciertas emociones y otras no.

 

Las emociones que no han sido expresadas son las que constituyen el dolor original. Por ello reexperimentando los traumas iniciales y permitiéndose sentir esas emociones reprimidas, es que la persona ya no tiene que actuar ni interior, ni exteriormente, las emociones reprimidas.

Cada vez más hay evidencia científica de cómo nos afectan las emociones, y lo doloroso traumático sin resolver…

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