sábado, 13 de julio de 2019

Estrés y organismo



Comunicación entre el Sistema Inmunológico y 
el Sistema Nervioso Central (SNC):

Uno de los hallazgos biológicos recientes más excitantes es que el SNC y el Sistema Inmune se comunican y comparten un mismo lenguaje molecular compuesto por neurotransmisores, hormonas y citocinas; incluso se considera que en la estructura y función del Sistema Inmune hay una gran analogía con el SNC. 

Esto se evidenció cuando se descubrió que los linfocitos producen neuropéptidos y receptores que se pensaba eran exclusivos de la hipófisis y el cerebro; además, al documentarse que las concentraciones de hormonas y neuropéptidos, sobre todo los mediadores de estrés, se alteran con estímulos antigénicos. 

Por otro lado, se encontraron receptores de citocinas en neuronas y células endocrinas, además las citocinas de la periferia activan la producción de las interleucinas en las células gliales.

En estados de estrés, cuando las ondas beta altas duran demasiado tiempo, generan un  cóctel poco sano de sustancias químicas del estrés que altera el equilibrio del cerebro como una orquesta sinfónica desafinada. Unas partes del cerebro dejan de coordinarse bien con otras, y regiones enteras empiezan a funcionar por separado y en oposición con otras. El cerebro, como un hogar dividido, deja de comunicarse de un modo organizado y holístico.

Cuando las señales desordenadas e incoherentes procedentes del cerebro  envían mensajes electroquímicos erráticos y contradictorios por el sistema nervioso central al resto de los sistemas fisiológicos, el cuerpo se altera, perdiendo la homeostasis o equilibrio y preparando el terreno para la enfermedad.

Si vivimos durante largos periodos en este altísimo estado de estrés que genera una función cerebral caótica, el corazón trabaja demasiado (provocando arritmias o tensión alta), la digestión se altera (causando indigestión, reflujo y otros síntomas relacionados), y el sistema inmunitario se debilita (produciendo resfriados, alergias, cáncer, artritis reumatoide y otras enfermedades).

Todas estas consecuencias se derivan de un sistema nervioso desequilibrado que funciona incoherentemente debido a la acción de las sustancias químicas del estrés y a las ondas beta de alto rango que nos hacen experimentar el mundo exterior como la única realidad.

El problema no está en ser conscientes o estar alertas, sino en que en nuestro estado de ondas beta altas, estamos concentrados casi exclusivamente en el entorno (personas, objetos, lugares), en las partes y funciones de nuestro cuerpo (Estoy enojado; Estoy demasiado delgado; Quiero una nariz más bonita; Comparada con ella, estoy gorda) y en el tiempo (¡Apresúrate! ¡El tiempo se me está acabando!).

En el estado de ondas beta altas el mundo exterior parece más real que el mundo interior.
La atención y la mente están puestas sobre todo en las cosas del entorno. Por eso nos identificamos más fácilmente con estos elementos materiales: criticamos a la gente que conocemos, juzgamos el aspecto de nuestro cuerpo, nos centramos demasiado en nuestros problemas, nos aferramos a nuestros bienes por miedo a perderlos, nos entretenemos pensando en los lugares a los que tenemos que ir y nos preocupamos con el tiempo, en mayor o menor grado. 

Toda esta actividad nos deja con muy poca energía para fijarnos en los cambios que realmente queremos hacer: mirar en nuestro interior, observar y seguir nuestros pensamientos, conductas y emociones. Cuando estamos tan obsesionados con el mundo exterior, nos cuesta centrarnos en nuestra realidad interior, nuestra mente no puede ir más allá de los límites de nuestro restringido foco de atención y nos obsesionamos con los problemas, en lugar de pensar en soluciones.

De la importancia de conocer sobre el estrés y hacerse de  herramientas para gestionarlo.





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