miércoles, 15 de marzo de 2023

Las Emociones


Las emociones son procesos químicos y energéticos que ocupan un lugar en el cuerpo, aunque muchos no se den cuenta, vienen a darnos una información a cerca de nuestros deseos, nuestras necesidades, preferencias, inclinaciones, y de si estamos o no satisfaciéndolas, atendiéndolas; nos ayudan a autoconocernos.

Es muy importante aprender a gerenciarlas, gestionarlas, porque ello nos ayudará a crear una vida saludable; de lo contrario, si las dejamos que actúen por su cuenta, o si las reprimimos, las negamos como si no existieran, pueden provocar perturbaciones.

Las emociones surgen en base a programas mentales, creencias, maneras de interpretar los acontecimientos. Estos patrones, buscan la “felicidad”, huyendo del “dolor”.

Ya vimos como funcionamos por repetición de patrones mentales, sin ser conscientes de ellos muchas veces, patrones que fuimos grabando en los primeros años de vida y reforzando luego mediante las distintas experiencias que “confirmaban” esa forma de ver y actuar. Al basarse nuestras emociones en esos patrones, para desarrollar una inteligencia emocional, debemos reconocer y cambiar dichos patrones.

La inteligencia emocional, se basa en desarrollar la capacidad de manejar las emociones de manera eficaz, evitando respuestas descontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo. Poder percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por él, para que no se enturbie la razón y podamos tomar las decisiones adecuadas.

Cuando éramos niños, mostrábamos lo que sentíamos espontáneamente, llorábamos cuando teníamos hambre, o cuando algo nos molestaba, gritábamos y mostrábamos nuestro miedo, cuando nos sentíamos contentos nos reíamos, etc.; pero luego, la educación, nos imponía reprimir las emociones para adaptarnos al modelo social, y poco a poco fuimos negando y reprimiendo emociones por no estar a la altura de ese modelo.

Cuando pensamos, fabricamos sustancias químicas, si nuestros pensamientos son “buenos”, elevados, felices, fabricamos sustancias químicas que nos hacen sentir bien; por el contrario, si nuestros pensamientos son “negativos”, de inseguridad, miedo, etc. fabricamos sustancias que nos harán sentir mal.

Cada sustancia que se libera en el cerebro, es un mensaje que alimenta al cuerpo físico, el que se empieza a sentir tal y como pensamos, cuando sucede esto, hay una interacción, el cerebro registra cómo está el cuerpo y comienza a pensar como sentimos, lo que a su vez, fabrica más sustancias químicas que nos hacen sentir como pensamos, y pensar como sentimos, quedando atrapados en el ciclo de pensar y sentir, entre el cerebro y el cuerpo (explica Joe Dispensa-Tu cerebro Inmortal).

Creamos así una manera de ser, los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar y quedamos atrapados en un ciclo donde el cuerpo literalmente, piensa por nosotros.

Si mis pensamientos crean estas sustancias químicas, que me hacen sentir y comportarme de esta manera, tendré que cambiar mi forma de pensar. Hace falta propósito y voluntad para interrumpir el proceso del pensamiento, cambiando la química interna, reinventándose a si mismo.

Una de las primeras cosas que hacemos en la vida es utilizar la tensión de los músculos, para interrumpir las sensaciones, las emociones que no nos gustan, sin darnos cuenta que, de esta manera, la sensación no desaparece, y además su señal ya no llega al cerebro, el “canal” está ocupado por la señal de tensión muscular. Luego, tenemos que seguir manteniendo esta tensión para mantener la emoción apartada de la consciencia, así la tensión, se torna habitual y ya no nos damos cuenta de ella, se cronifica, y llega a formar parte de nosotros, determinando nuestra postura, la manera de movernos, etc.

Al no escuchar el mensaje que la emoción tenía para decirnos, al no estar conscientes de ello, no podemos actuar en consecuencia. El cuerpo debe esforzarse cada vez más y recurrir a registros más fuertes para llamar nuestra atención, pudiendo llegar a desarrollarse enfermedades.

Por otro lado, las emociones retenidas en el cuerpo, hacen que atraigamos una y otra vez situaciones en las que estas emociones estén justificadas (ya hemos visto la adicción a los estados emocionales).

Tengamos en cuenta que nuestro sistema nervioso crea y mantiene estos patrones de tensión para “protegernos”, para asegurarnos la supervivencia.

Todo lo que nos sucede está inscripto, grabado en el cuerpo y en las redes: recibo el estímulo, luego lo revivo muchas veces al pensarlo, como si fuera real, reforzando la red. Si siento algo, es porque hice un juicio previo---


Cómo manejar las emociones en general

1- Respirar, aquietar, relajarse, si se trata de rabia, no actuar durante el estado, no tomar decisiones en “caliente”, tomarse un espacio, tiempo, (el famoso dicho: contar hasta diez…) y a veces es conveniente descargar físicamente el malestar que nos produce (de manera apropiada y sin agredir a nadie!).

2- Identificar, tomar consciencia de qué emoción estoy sintiendo, qué señales percibo a nivel físico y psicológico. No censurarlas, las emociones son mensajeras y deben expresarse saludablemente. Ver, de dónde viene esa emoción, qué me la produce, qué pensamientos tengo que me hacen sentir esa emoción, ir a la raíz.

3- Hacerme responsable de lo que siento, de la interpretación que le doy a lo que acontece y despierta esa emoción, aceptar y luego ver que puedo hacer, cambiar la manera de ver lo que ocurre, la manera de interpretarlo.

4- Si es posible, expresar nuestros sentimientos a la persona implicada, sin acusar, de buenas maneras y concretar qué es lo que nos ha afectado de su acción (sin pasar facturas antiguas), empatizando, intentando ponernos en su lugar para comprenderla; o bien poner por escrito o hablarlo con alguien de confianza.

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lunes, 13 de marzo de 2023

Creencias y Biología- Bruce Lipton


Los pensamientos positivos por sí solos no logran la curación física en todos los casos.

Se necesita algo más que «pensamientos positivos» para mantener el control de tu cuerpo y de tu vida.

Es importante para tu salud y tu bienestar que cambies tu forma de pensar y te concentres en los pensamientos vitales y positivos, además de eliminar los siempre presentes y extenuantes pensamientos negativos.

Pero, el mero hecho de pensar en positivo no tiene por qué provocar un cambio en nuestras vidas.

De hecho, en ocasiones la gente que «fracasa» a la hora de tener pensamientos positivos se vuelve más débil, ya que cree que su situación es irremediable: cree que ya ha agotado todos los remedios mentales y físicos.



Hay que comprender que la parte consciente y la parte subconsciente de la mente, son independientes.

La mente subconsciente, procesa alrededor de veinte millones de estímulos por segundo (frente a los cuarenta que interpreta la mente consciente en ese mismo tiempo)

La mente consciente es la creativa, la que puede conjurar los «pensamientos positivos».

Por el contrario, el subconsciente, es uno de los procesadores de información más poderosos que se conocen, examina con detenimiento el mundo que nos rodea y las señales internas; percibe las condiciones del entorno y reacciona de forma inmediata seleccionando un comportamiento previamente (aprendido) y todo sin la ayuda, la supervisión o siquiera la conciencia de la mente consciente.

La mente subconsciente es estrictamente maquinal; repite las mismas respuestas a las señales vitales una y otra vez.

¿Cuántas veces has montado en cólera por algo tan nimio como encontrarte un tubo de pasta de dientes abierto?

Aprendiste desde niño a poner el tapón con mucho cuidado. Cuando encuentras el tubo de pasta abierto, se te «cruzan los cables» y montas en cólera de forma automática. No es más que una sencilla reacción estímulo-respuesta del programa de comportamiento almacenado en el subconsciente.

En lo que se refiere a la capacidad de procesamiento neuronal, la mente subconsciente es millones de veces más poderosa que la consciente.

Si los deseos de ésta entran en conflicto con la programación del subconsciente, ¿cuál de las dos crees que ganará?

Puedes repetir una y otra vez la afirmación positiva de que eres encantador o que tu cáncer remitirá.

Pero si de niño escuchaste una y otra vez que no sirves para nada y que estás enfermo, esos mensajes programados en el subconsciente socavarán tus mejores esfuerzos conscientes por cambiar tu vida.

Las conductas o comportamientos reflejos pueden ser tan simples como el hecho de estirar la pierna cuando te dan golpecitos con un martillo en la rodilla o tan complejos como conducir un coche, te metes en el coche, lo pones en marcha y revisas sin darte cuenta la lista de la compra mientras el subconsciente se encarga de activar todas las complejas habilidades necesarias para conducir sin problemas por la ciudad, sin que tengas que pensar ni una vez en cómo se conduce.

Conduces mientras mantienes una conversación con la persona que se sienta a tu lado y estás tan absorto en la charla que en algún punto de la carretera te das cuenta de que llevas cinco minutos sin prestarle atención a la conducción.

Si tú no estabas conduciendo el coche durante ese lapso de tiempo, ¿quién lo hacía?

¡La mente subconsciente! Aunque tú no estuvieras pendiente, el subconsciente ha conducido tal y como le enseñaron a hacerlo durante las clases de conducción.

Aunque las respuestas condicionadas pueden ser particularmente complejas, son «descerebradas».

Durante el proceso de aprendizaje condicionado, las rutas neurales establecidas entre los estímulos y las respuestas se estructuran para asegurar un patrón repetitivo. Estas rutas son los «hábitos».

Los humanos y cierto número de mamíferos superiores han desarrollado una región especializada del cerebro asociada con el pensamiento, la planificación y la toma de decisiones llamada corteza prefrontal.

Esta región del cerebro es en apariencia el asiento de la mente consciente es un «órgano sensorial» de evolución reciente que observa nuestros comportamientos y emociones.

La mente consciente también tiene acceso a la mayor parte de los datos almacenados en nuestro banco de memoria a largo plazo.

Éste es un rasgo importantísimo, ya que nos permite considerar la historia de nuestra vida cuando planeamos nuestro futuro de forma consciente.

Con esta habilidad de ser autorefleja, la mente consciente puede observar y programar nuestros comportamientos, evaluados y decidir cambiar la programación de forma deliberada. Podemos decidir cómo reaccionar a la mayor parte de las señales del entorno, incluso si queremos reaccionar o no.

La capacidad de la mente consciente de obviar la programación del subconsciente, es la base del libre albedrío.

No obstante, hay que prestar mucha atención, ya que en caso contrario la programación subconsciente toma las riendas; es una tarea difícil, como puede atestiguar cualquiera que haya puesto a prueba alguna vez su fuerza de voluntad. La programación subconsciente se hace con el control en el momento en que la mente consciente se descuida.

La mente subconsciente funciona mediante el estímulo-respuesta; no existe en esa parte de la «maquinaria» “algo” que reflexione sobre los resultados a largo plazo de los programas que ponemos en marcha.

La capacidad del cerebro humano para «aprender» ideas es tan avanzada que no necesitamos una experiencia directa, podemos adquirirlas de forma indirecta a través de maestros.

Una vez que aceptamos las ideas de otros como «verdades», dichas ideas se graban en nuestro cerebro y se convierten en nuestras «verdades».

Aquí es donde surge el problema: ¿qué ocurre si las ideas de nuestros maestros no son acertadas?

En esos casos, los cerebros se llenan de ideas erróneas.

El subconsciente funciona sólo en el «ahora». En consecuencia, los conceptos erróneos de nuestro subconsciente no son «monitorizados» y suelen llevarnos a comportamientos desacertados y coartados.

Sí, los conceptos «controlan» la biología, pero, como ya hemos visto, estos conceptos pueden ser ciertos o falsos. Así pues, deberíamos ser más precisos y referimos a estas ideas como «creencias».

¡Las creencias controlan la biología!


Un ejemplo muy conocido de como una creencia afecta a nuestra biología es el efecto placebo.

Todos los estudiantes de medicina saben, que la mente puede afectar al cuerpo. Saben que algunas personas mejoran cuando creen (de forma equivocada) que están recibiendo un tratamiento médico.

Cuando los pacientes mejoran tras recibir una pastilla de azúcar, la medicina lo define como «efecto placebo», el «efecto de las creencias», es un testimonio extraordinario de la capacidad de sanación de la unión cuerpo-mente.

Cuando la mente mejora la salud mediante la sugestión positiva, se le denomina efecto placebo.

Por el contrario, cuando esa misma mente está llena de pensamientos negativos que pueden deteriorar la salud, los efectos negativos producidos se conocen como «efecto nocebo».

En medicina, el efecto nocebo puede ser tan poderoso como el efecto placebo, algo que deberías tener muy en cuenta cada vez que entres en la consulta de un médico.

Los médicos y terapeutas pueden enviar mensajes desesperanzadores a sus pacientes con sus palabras o sus gestos, también las creencias que pueda tener el paciente sobre el diagnostico médico que está recibiendo, pueden ser decisivas, si recibimos un diagnóstico de cáncer y nuestro subconsciente tiene la programación cáncer = muerte, “ automáticamente se genera una sentencia, “me voy a morir” y esta creencia instalada en el subconsciente, va a invalidar todos los esfuerzos conscientes de sanación.

Los problemáticos casos de efecto nocebo sugieren que los Médicos, los padres, los profesores, etc., pueden robarte la esperanza haciéndote creer que no puedes hacer nada.

Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes… tienes razón. Henry Ford.

Tus creencias actúan como los filtros de una cámara, cambiando la forma en la que ves el mundo. Y tu biología se adapta a esas creencias.

Cuando reconozcamos de una vez por todas que nuestras creencias son así de poderosas, estaremos en posesión de la llave a la libertad.

Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus actos, tus actos se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino.

Libro: La biología de la creencia de Bruce Lipton



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