domingo, 24 de noviembre de 2019

CREENCIAS Y BIOLOGIA

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Se necesita algo más que «pensamientos positivos» para mantener el control de tu cuerpo y de tu vida.


Es importante para tu salud y tu bienestar que cambies tu forma de pensar y te concentres en los pensamientos vitales y positivos, además de eliminar los siempre presentes y extenuantes pensamientos negativos.

Pero, el mero hecho de pensar en positivo no tiene por qué provocar un cambio en nuestras vidas.

De hecho, en ocasiones la gente que «fracasa» a la hora de tener pensamientos positivos se vuelve más débil, ya que cree que su situación es irremediable: cree que ya ha agotado todos los remedios mentales y físicos.

Hay que comprender que la parte consciente y la parte subconsciente de la mente, son independientes.

La mente subconsciente, procesa alrededor de veinte millones de estímulos por segundo (frente a los cuarenta que interpreta la mente consciente en ese mismo tiempo)

La mente consciente es la creativa, la que puede conjurar los «pensamientos positivos».

Por el contrario, El subconsciente, es uno de los procesadores de información más poderosos que se conocen, examina con detenimiento el mundo que nos rodea y las señales internas; percibe las condiciones del entorno y reacciona de forma inmediata seleccionando un comportamiento previamente (aprendido) y todo sin la ayuda, la supervisión o siquiera la conciencia de la mente consciente.

La mente subconsciente es estrictamente maquinal; repite las mismas respuestas a las señales vitales una y otra vez.

¿Cuántas veces has montado en cólera por algo tan nimio como encontrarte un tubo de pasta de dientes abierto?

Aprendiste desde niño a poner el tapón con mucho cuidado. Cuando encuentras el tubo de pasta abierto, se te «cruzan los cables» y montas en cólera de forma automática. No es más que una sencilla reacción estímulo-respuesta del programa de comportamiento almacenado en el subconsciente.

En lo que se refiere a la capacidad de procesamiento neuronal, la mente subconsciente es millones de veces más poderosa que la consciente.

Si los deseos de ésta entran en conflicto con la programación del subconsciente, ¿cuál de las dos crees que ganará?

Puedes repetir una y otra vez la afirmación positiva de que eres encantador o que tu cáncer remitirá.

Pero si de niño escuchaste una y otra vez que no sirves para nada y que estás enfermo, esos mensajes programados en el subconsciente socavarán tus mejores esfuerzos conscientes por cambiar tu vida.

Las conductas o comportamientos reflejos pueden ser tan simples como el hecho de estirar la pierna cuando te dan golpecitos con un martillo en la rodilla o tan complejos como conducir un coche, te metes en el coche, lo pones en marcha y revisas sin darte cuenta la lista de la compra mientras el subconsciente se encarga de activar todas las complejas habilidades necesarias para conducir sin problemas por la ciudad, sin que tengas que pensar ni una vez en cómo se conduce.

Conduces mientras mantienes una conversación con la persona que se sienta a tu lado y estás tan absorto en la charla que en algún punto de la carretera te das cuenta de que llevas cinco minutos sin prestarle atención a la conducción.

Si tú no estabas conduciendo el coche durante ese lapso de tiempo, ¿quién lo hacía? ¡La mente subconsciente! Aunque tú no estuvieras pendiente, el subconsciente ha conducido tal y como le enseñaron a hacerlo durante las clases de conducción.

Aunque las respuestas condicionadas pueden ser particularmente complejas, son «descerebradas».

Durante el proceso de aprendizaje condicionado, las rutas neurales establecidas entre los estímulos y las respuestas se estructuran para asegurar un patrón repetitivo. Estas rutas son los «hábitos».

Los humanos y cierto número de mamíferos superiores han desarrollado una región especializada del cerebro asociada con el pensamiento, la planificación y la toma de decisiones llamada corteza prefrontal.

Esta región del cerebro es en apariencia el asiento de la mente consciente es un «órgano sensorial» de evolución reciente que observa nuestros comportamientos y emociones.

La mente consciente también tiene acceso a la mayor parte de los datos almacenados en nuestro banco de memoria a largo plazo.

Éste es un rasgo importantísimo, ya que nos permite considerar la historia de nuestra vida cuando planeamos nuestro futuro de forma consciente.

Con esta habilidad de ser autorefleja, la mente consciente puede observar y programar nuestros comportamientos, evaluados y decidir cambiar la programación de forma deliberada. Podemos decidir cómo reaccionar a la mayor parte de las señales del entorno, incluso si queremos reaccionar o no.

La capacidad de la mente consciente de obviar la programación del subconsciente, es la base del libre albedrío.

No obstante, hay que prestar mucha atención, ya que en caso contrario la programación subconsciente toma las riendas; es una tarea difícil, como puede atestiguar cualquiera que haya puesto a prueba alguna vez su fuerza de voluntad. La programación subconsciente se hace con el control en el momento en que la mente consciente se descuida.

La mente subconsciente funciona mediante el estímulo-respuesta; no existe en esa parte de la «maquinaria» “algo” que reflexione sobre los resultados a largo plazo de los programas que ponemos en marcha.

La capacidad del cerebro humano para «aprender» ideas es tan avanzada que no necesitamos una experiencia directa, podemos adquirirlas de forma indirecta a través de maestros.

Una vez que aceptamos las ideas de otros como «verdades», dichas ideas se graban en nuestro cerebro y se convierten en nuestras «verdades».

Aquí es donde surge el problema: ¿qué ocurre si las ideas de nuestros maestros no son acertadas?

En esos casos, los cerebros se llenan de ideas erróneas.

El subconsciente funciona sólo en el «ahora». En consecuencia, los conceptos erróneos de nuestro subconsciente no son «monitorizados» y suelen llevarnos a comportamientos desacertados y coartados.

Sí, los conceptos «controlan» la biología, pero, como ya hemos visto, estos conceptos pueden ser ciertos o falsos. Así pues, deberíamos ser más precisos y referimos a estas ideas como «creencias».

¡Las creencias controlan la biología!

Un ejemplo muy conocido de como una creencia afecta a nuestra biología es el efecto placebo.

Todos los estudiantes de medicina saben, que la mente puede afectar al cuerpo. Saben que algunas personas mejoran cuando creen (de forma equivocada) que están recibiendo un tratamiento médico.

Cuando los pacientes mejoran tras recibir una pastilla de azúcar, la medicina lo define como «efecto placebo», el «efecto de las creencias», es un testimonio extraordinario de la capacidad de sanación de la unión cuerpo-mente.

Cuando la mente mejora la salud mediante la sugestión positiva, se le denomina efecto placebo. 

Por el contrario, cuando esa misma mente está llena de pensamientos negativos que pueden deteriorar la salud, los efectos negativos producidos se conocen como «efecto nocebo».

En medicina, el efecto nocebo puede ser tan poderoso como el efecto placebo, algo que deberías tener muy en cuenta cada vez que entres en la consulta de un médico.

Los médicos y terapeutas pueden enviar mensajes desesperanzadores a sus pacientes con sus palabras o sus gestos, también las creencias que pueda tener el paciente sobre el diagnostico medico que está recibiendo, pueden ser decisivas, si recibimos un diagnostico de cáncer y nuestro subconsciente tiene la programación cáncer = muerte, “ automáticamente se genera una sentencia, “me voy a morir” y esta creencia instalada en el subconsciente, va a invalidar todos los esfuerzos conscientes de sanación.

Los problemáticos casos de efecto nocebo sugieren que los Médicos, los padres, los profesores, etc., pueden robarte la esperanza haciéndote creer que no puedes hacer nada.

Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes … tienes razón. (Henry Ford.)

Tus creencias actúan como los filtros de una cámara, cambiando la forma en la que ves el mundo. Y tu biología se adapta a esas creencias.

Cuando reconozcamos de una vez por todas que nuestras creencias son así de poderosas, estaremos en posesión de la llave a la libertad.

Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus actos, tus actos se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino.

Libro: La biologia de la creencia de Bruce Lipton.


sábado, 9 de noviembre de 2019

Ejercicio oriental para abordar las crisis

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Se trata de hallar una manera de poder aquietarse, centrarse en un lugar más axial de sí mismo, más esencial, y pedir ayuda al propio Inconsciente para generar ante la situación crítica, la mejor actitud, desde lo profundo... 

Para ello es necesario obrar también desde el hemisferio cerebral derecho (que es el que rige las conductas emocionales). 

Para comunicarte con este hemisferio, es necesario hablarle desde la calma, entiende el lenguaje de las metáforas, claras y sentidas, para que sembrando esa semilla en el propio Inconsciente pueda, en medio de la acción, germinar otro tipo de actitud. 

En las circunstancias críticas, la ruptura de lo que hasta ese momento existía, aumenta una tendencia bastante habitual en el ser humano: la necesidad de controlar. 

Queremos controlarnos a nosotros mismos, controlar la conducta de los demás, controlar los acontecimientos, el futuro que se nos viene encima... controlar todas las variables posibles, lo cual es, fundamentalmente, un esfuerzo interno fundamentado en la ilusión. 


EJERCICIO 

Busca un espacio de tranquilidad, donde puedas aquietarte, sentado, con las palmas de las manos preferentemente descansando hacia arriba, en una actitud meditativa, auto-observante. 

Poco a poco centra la atención en tu respiración acompañando la entrada y salida del aire amablemente, no fuerces tu respiración: sólo deja que fluya. 

Tu cuerpo sabe cómo tiene que hacerlo: permítele obrar desde su propia inteligencia vegetativa. Observar sin modificar nada. 

Presta atención al intervalo entre un movimiento respiratorio y el siguiente: justo antes de exhalar, justo antes de inhalar. 

Se consciente de ese breve momento de quietud, tal como se da, sin pretender cambiarlo en nada: el punto justo en que un ciclo termina y comienza el siguiente, una y otra vez, una y otra vez, siguiendo las leyes de todo lo que vive... 

Luego de un rato de practicar este ejercicio de atención, focaliza tu percepción con la mayor lucidez posible en el intervalo que antecede a la exhalación: tienes todo el aire en tus pulmones, y el mecanismo automático de su cuerpo, está listo para largar el aire. 

Entonces, aprende de tu cuerpo: el cuerpo dice, sin palabras: yo suelto
El cuerpo sabe que si no suelta, se muere. Sabe que ese aire, que al ingresar nutrió, ya no sirve: si se queda dentro... intoxica. 

Haz tuyo ese “yo suelto”: regístralo en toda tu dimensión, grábalo en lo profundo de tu psiquis y de su sistema nervioso. 

SE el que Suelta. Sostén esta intención durante quince minutos o el tiempo que puedas. 

Si te distraes, se amable contigo mismo y vuelve a llevar tu atención hacia la respiración, centrando tu conciencia de sí. 

Es muy posible que esta actitud, te acompañe luego en medio de la vida, o puedas recuperarla de a momentos, buscándola en cualquier lugar en que te encuentres, tomándote del hilo de tu respiración, aún en medio de una situación de conflicto. 

Explora desde ti mismo qué significa ese “Yo Suelto”: 

no es dejadez,
no es “no hacerte cargo”,
no es resignarse,
no es esperar que otro me resuelva mi problema... 


(En Oriente es usual que el monje explore durante años una verdad a través de un ejercicio tan poco complejo como éste, buscando que esa verdad destile su secreto poco a poco, hacia un lugar de sí que está más allá del intelecto, pero que a su vez, ilumina a éste con la vitalidad de la experiencia). V.Gawel