Las rutas pueden comenzar debido a una lesión o evento estresante que produce emociones fuertes en la amígdala.
Una vez comienza el dolor, los nervios que envían señales de dolor al cerebro, se vuelven sensibles con el tiempo y siguen enviando señales, incluso cuando no hay daño en el tejido de la zona donde se siente el dolor.
Estas señales van a la amígdala y luego se amplifican por las emociones conscientes y subconscientes, que desencadenan la activación del córtex cingulado anterior.
El sistema nervioso autónomo, activa el mecanismo de lucha, huida, parálisis o hacerse el muerto, el cual produce la activación de los nervios, la tensión muscular, el espasmo gastro-intestinal y/o la activación del sistema cardio-vascular y del sistema genito-urinario, lo cual no hace otra cosa que empeorar los síntomas físicos.
Estas vías, se ven reforzadas con el tiempo, y esto crea un círculo vicioso de dolor y aumento de las respuestas emocionales.
Una variedad de desencadenantes (como ciertos movimientos o posiciones físicas, lugares, cambios de clima, alimentos o situaciones) pueden actuar como respuestas condicionadas y se suman a las vías neurológicas que perpetúan el dolor.
En la porción consciente del cerebro, la zona del córtex dorsolateral prefrontal puede actuar para disminuir y romper el ciclo, anulando así la actividad del sistema nervioso autónomo y desactivando el córtex cingulado anterior.
Es el cerebro el que controla si se produce dolor y en qué intensidad; ejemplo, un trabajador de la construcción, cayó de un andamio y fue a parar de pie sobre un clavo que se encontraba al descubierto y que atravesó su bota de trabajo. Inmediatamente el trabajador empezó a gritar de dolor y le dieron sedantes y medicamentos para calmarlo, cuando los médicos retiraron la bota, descubrieron que el clavo estaba alojado entre dos de los dedos del pie y que no le había causado ninguna lesión. Es el cerebro el que controla si se produce el dolor y en qué intensidad, mientras que la característica de la lesión física (real o no) era un factor secundario.
Nuestro cerebro está diseñado para alertarnos del peligro.
Cuando se activan las vías del dolor en el cerebro, sentimos dolor, cuando tenemos un susto repentino, sentimos miedo. En ambas situaciones nuestro cerebro trata de alertarnos del peligro físico o emocional para protegernos de las amenazas a nuestra salud y bienestar.
Nos está diciendo que busquemos ayuda, que prestemos atención o que nos despertemos.
En el caso del dolor, ansiedad o la depresión, el cerebro nos hace saber que estamos amenazados por algún tipo de peligro, activando vías neuronales muy poderosas.
El cerebro, en particular la amígdala, es la puede estar interpretando el acto (aunque se trate de una compra de una casa, por ejemplo, que produce ansiedad) como si estuviera escapando de un edificio en llamas.
Nuestro trabajo, es aprender a reconocer estos síntomas como señales primitivas de advertencias.
Cuando oímos la alarma de incendio, estamos agradecidos de que nos haya alertado del peligro, sin embargo, si se trata de una falsa alarma y no hay fuego a la vista, simplemente apagamos el dispositivo y lo reiniciamos.
Es importante comprender que no hay un peligro físico real, agradecer al cerebro por alertarnos, investigar nuestras vidas para encontrar la fuente del mensaje que nuestro cerebro está enviando y apagar la alarma.
Afortunadamente, el córtex dorsolateral prefrontal y otras áreas que están en la parte consciente del cerebro (en el lóbulo frontal), pueden revertir el círculo vicioso del dolor, controlando las rutas del subconsciente que lo producen.
El córtex dorsolateral prefrontal es tan poderoso, que puede eliminar las experiencias dolorosas.
Cuando se activa el córtex dorsolateral prefrontal, el córtex cingulado anterior (la zona que exacerba el dolor) se desactiva automáticamente, con lo que se reduce aún más el dolor.
Disminuir la actividad del córtex cingulado anterior y del sistema nervioso autónomo, mediante el aumento de la actividad del córtex dorsolateral prefrontal; extinguir los desencadenantes que perpetúan el dolor y disminuir las respuestas emocionales de la amígdala; todo ello, interrumpe el círculo vicioso del dolor, como otros síntomas que se corresponden a los trastornos cuerpo/mente.
Los procesos que llevan a cabo unos hiperactivos Sistema nervioso autónomo y córtex cingulado anterior, producen unos espasmos y tensión muscular excesiva (desencadenados por una gran variedad de actividades, sustancias químicas y situaciones) y son la causa de la mayoría de dolores de cuello, dolores de espalda, cefaleas tensionales, migrañas, espasmos y molestias intestinales, espasmos de vejiga, dolores corporales extensivos (fibromialgia), y muchas otras condiciones crónicas.
Cuando se tienen algunos de estos síntomas y las pruebas convencionales no identifican ninguna patología médica, estas son buenas noticias, pues no se trata de una enfermedad o patología, sino un síndrome cuerpo/mente y esto, tiene fácil solución:
Es averiguar qué procesos físicos y psicológicos, han contribuido a crear y perpetuar los síntomas y luego, trabajar en la reprogramación del cerebro con el fin de extinguir el círculo vicioso neurológico en el que te encuentras atrapado.
Reconfigurar tu cerebro y desaprender tu dolor.
www.centroelim.org
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