miércoles, 8 de enero de 2025

El sistema inmunitario: “nuestro sexto sentido”


 Siempre que le permitamos disponer de la información adecuada, el SI es nuestro cuidador, representa nuestro sexto sentido, informa a nuestro organismo de lo que no se puede ver ni tocar, ni degustar, ni oír, ni oler.

Es capaz de traducir información ambiental al cerebro que no es captada por los otros sentidos, por ej. estímulos no cognitivos o premonición de enfermedad.

Entendemos así, el sustrato orgánico de nuestra intuición ante un rechazado o apetecido plato de comida o la sensación de síntomas o señales que comenzamos a sentir antes de enfermar.


Los sistemas endocrino, nervioso e inmunitario, encarnan en nuestro organismo, literalmente el proceso de la conciencia que queda impreso en nuestros tejidos a partir de nuestras vivencias.

Nos explicamos entonces como una persona puede enfermar y hasta morir como consecuencia del sufrimiento.

Y vislumbramos como la comprensión psicológica del mensaje que acarrea cada enfermedad grave, ilumina el área cerebral que enviará sus órdenes al SI para que ponga fin al conflicto.


Es fácil comprender entonces, como diversos factores psicosociales (el estrés, el tipo de personalidad, la preocupación y modo de afrontarla, el apoyo social, el duelo, los conflictos de pareja, la depresión, la ansiedad, un desastre natural o un conflicto bélico), producen un patrón de impacto específico sobre el sistema inmunitario que termina elaborando el patrón de respuesta inmune propio de cada individuo. Una forma de llevar la experiencia en el organismo que, sumado a los factores como la edad, la dieta y otros, dependerá su estado de salud o enfermedad, y en caso de esta última que tipo de enfermedad y que órgano se afectará, según la vulnerabilidad de cada uno, frente al impacto físico y/o emocional.

Las expresiones afectivo/cognitivas, influyen en el sistema de defensas. Son específicas respecto a células o péptidos de comunicación e influyen en el sistema de defensas.

Sabemos que al disminuir la ansiedad, aumentan de manera específica los linfocitos C4 (los linfocitos-T CD4 son un tipo de células que constituyen una parte esencial del sistema inmunitario. Su función principal es la de activar al propio sistema, alertándole de la presencia de patógenos o de una replicación errónea de células humanas, para que pueda hacerles frente y corregir la situación), hoy sabemos que confesar secretos de culpabilidad produce un aumento del número de linfocitos o que las hormonas del estrés, disminuyen las células NK circulantes (célula NK -del inglés Natural Killer-, asesina natural o célula asesina -anteriormente llamada linfocito grande granuloso- es un tipo de linfocito, y un componente importante del sistema inmunitario innato para la defensa del organismo).

Toda memoria es biocognitiva y la mente, se encuentra en todo el cuerpo.

El hecho de que el sistema inmune tenga la capacidad de aprender parámetros afectivos y cognitivos, explica por qué el recuerdo reproduce respuestas fisiológicas. El sistema inmunitario, se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos y su respuesta está condicionada por los pensamientos.

Las células que defienden el organismo, tienen receptores de las sustancias que el cerebro produce con cada pensamiento.



El Estrés y el impacto en el organismo

El estrés es la tensión, presión o angustia física o mental. Es la respuesta del cuerpo y de la mente ante toda presión que rompa su equilibrio normal. Esto ocurre cuando nuestra percepción de los hechos, no coincide con nuestras expectativas y no podemos manejar la reacción ante la desilusión.

Estrés es cualquier estímulo que se perciba como amenaza para la homeostasis y seguridad del individuo.

La palabra stress comenzó a usarse en Física, y no fue hasta los años treinta, cuando Hans Seyle comienza a utilizarla para referirse a las circunstancias y acontecimientos que influyen sobre una persona y producen reacciones en ella.

Si nuestro equilibrio queda roto durante mucho tiempo, el estrés es incapacitante, nos vamos apagando emocionalmente a causa de la sobrecarga, y eventualmente, enfermamos.

El origen del estrés, se encuentra en el cerebro, que es el responsable de reconocer y responder de distintas maneras a los estresores.

Cada vez son más los estudios que corroboran el papel que desempeña el estrés en el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones.

El cuerpo no sabe, no le interesa qué es lo que ocasionó el estrés, lo único que sabe es sentir el estrés.

El impacto del estrés psicológico, ha sido ampliamente explorado y estudiado.

El estrés crónico, disminuye la función inmune del organismo, el número y la función de las células NK, los linfocitos y favorece la reactivación de infecciones virales.

Como lo demostró el Dr. Robert Ader (considerado el padre de la PNEI- Psiconeuroendocrinoinmunología), el sistema inmune no es autónomo, sino que responde a un gran número de señales internas y externas, y a otros sistemas: el endocrino y el nervioso; construye así un eslabón entre la conciencia y la materia, entre la ciencia y el espíritu. 
Por lo tanto, no es la situación en sí, sino cómo lo vives y lo metabolizas, y esto depende de tu estado emocional, de tus creencias, del nivel de tus recursos defensivos tanto individuales, como de apoyo de grupo, de si compartes el dolor o lo vives en soledad, de si buscas ayuda o reprimes la experiencia, si expresas el conflicto emocional o enquistas el problema….

A todo ello, responde el sistema neuro-hormonal-inmunitario, guiado por la conciencia de la persona y encarnando fielmente a cada célula del organismo

Las hormonas del estrés, se elevan cuando la persona es incapaz de apagar la respuesta ante el estrés.

Esta respuesta será saludable, si se la experimenta durante poco tiempo, la respuesta crónica, será negativa a largo plazo para el organismo.

El estrés es universal e inherente a los seres vivos, porque es un mecanismo de adaptación psicológica y orgánica a cambios del ambiente interno y externo (biopsicosocial); también sufren estrés las bacterias y los virus.

El estrés es un fenómeno fisiológico normal, al ser la respuesta que emite un organismo ante estímulos percibidos como amenazantes, podemos ver que el buen estrés, es positivo: ayuda a soportar situaciones exigentes y a reaccionar frente a las demandas del entorno.

El estrés negativo o distrés, aparece cuando el organismo no es capaz de adaptarse a la situación, de dar respuestas adecuadas a las demandas del entorno. Se produce una activación y ansiedad desmesurada, acompañada de incapacidad para centrarse eficazmente en las tareas.


Existen muchos ejemplos o modelos de estrés agudo y crónico, así, de menor a mayor impacto:

 físico (trauma, cirugía, quemaduras, infecciones),

 académico (exámenes),

 psicológico o emocional, (problemas interpersonales, disgustos),

 metabólico (deshidratación, hemorragias, hipoglicemia),

 farmacológico (cocaína, anfetaminas, hipoglicemias),

 vuelos espaciales, ejercicio físico, cuidado de enfermos crónicos, especialmente con demencia tipo enfermedad de Alhzeimer,

 aislamiento sobre todo en áreas inhóspitas, desastres naturales y estrés postraumático, y estrés celular.


Las personas, tienen una limitada capacidad de trabajo y de respuesta a las situaciones. Cuando se nos exige más de lo que somos capaces de responder en ese momento, podemos bloquearnos de tal manera, que no podamos realizar tareas sencillas que apenas representaban dificultad.

Para responder a las exigencias cotidianas y a las situaciones extraordinarias, necesitamos un cierto grado de activación, de tensión. Si es insuficiente, no responderemos bien, pero si la tensión es excesiva, podemos quedar incapacitados para responder.


Investigar una causa específica de estrés en la vida cotidiana, es difícil porque ordinariamente confluyen muchos estímulos y variables ambientales, físicas, psíquicas y emocionales que afectan al sistema de estrés y al inmune; sin embargo, la investigación en humanos y modelos animales, está revelando la fisiología y patología del estrés.




La respuesta de adaptación orgánica o estrés tiene tres etapas:

1- Alarma o reacción,

2- Adaptación

3- Descompensación.


Las dos primeras se consideran frecuentes, cotidianas y benéficas para la vida, aumentan levemente las hormonas de estrés y mejoran las funciones orgánicas para lograr adaptación o triunfar sobre retos estresantes; esos niveles de estrés se advierten en situaciones aún placenteras tales como comer, reír, hacer ejercicio moderado y cuando los problemas estresantes encuentran solución o escape. Se le llama eustrés.

La tercera fase o descompensación del estrés, es negativa para el organismo, predisponiendo el desarrollo de enfermedades serias agudas, crónicas y mortales. Se le denomina distrés.

La tolerancia y adaptación al estrés, son influidas por la genética y experiencias traumáticas previas del individuo.


Fase de alarma:

en el momento de enfrentarnos a una situación difícil o nueva, nuestro cerebro analiza los nuevos elementos, los compara recurriendo a la memoria de coyunturas similares y si entiende que no disponemos de energía para responder, envía órdenes para que el organismo libere adrenalina. El cuerpo se prepara para responder, aumentando la frecuencia cardiaca, la tensión arterial, tensando los músculos, es una reacción biológica que nos prepara a responder.


Fase de resistencia:

el individuo se mantiene activo mientras dura la estimulación y aunque aparecen los primeros síntomas de cansancio, se sigue respondiendo bien. Cuando la situación estresante cesa, el organismo vuelve a la normalidad.


Fase de agotamiento:

si la activación, los estímulos y demandas no disminuyen, el nivel de resistencia termina por agotarse, apareciendo de nuevo la alarma. Se comienzan a sufrir problemas físicos y psíquicos.



Según Hans Seyle: 

"el estrés se convierte en peligroso, cuando aparece con frecuencia, se prolonga de modo inusual o se concentra en un órgano del cuerpo".




Muchos de los trabajos más importantes para nuestro crecimiento, es estimular la plasticidad del cerebro, o su capacidad de ser moldeado y configurado mediante la transformación de células y la instalación de nuevas conexiones.


Si sientes que tu vida es una suma de fracasos, si sientes que has luchado tanto y al final no ha valido la pena, si tienes sensación de carencia, insatisfacción permanente, dificultad en mantener relaciones sanas y agradables, incapacidad de comunicar saludablemente, agresividad, incapacidad de centrarte en ti mismo, miedo, culpa, falta de autoestima, de paz, de alegría, etc., debes trabajar artesanalmente para cambiar tu filtro mental.

Este filtro mental, está constituido por todo lo que está escrito en tu cuerpo entero, específicamente en la memoria de tus células y en las redes neuronales que se instalaron por experiencias propias y por las que heredaste.

La ciencia asegura que el 10% de nuestro comportamiento, está influenciado por experiencias adquiridas genéticamente por nuestros ancestros.


Trabajar conscientemente para cambiar estas programaciones, conscientes o inconscientes, nos permitirá dejar de ser víctimas de ellas y transformarlas, ganando el poder necesario para direccionar nuestra vida hacia lo que realmente deseamos o necesitamos, viviendo con integridad más allá de cualquier desafío que debamos enfrentar.


Los pensamientos saludables tienen un efecto intenso sobre el comportamiento y los genes.

Cuando decidimos cambiar un pensamiento, una creencia o una respuesta emocional frente a cualquier estímulo, debemos cambiar o modificar la red neuronal que se instaló en nuestro cerebro, producto de experiencias o informaciones que hemos recibido.






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Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
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Craneosacral y Visceral, entre otras…)

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