El cerebro, tiene mecanismos complejos que involucran muchas estructuras, para manejar el dolor. Los neurocientíficos se refieren comúnmente a este mecanismo como red de prominencia, lo que significa que el cerebro decide que es lo más destacado o más importante para ser atendido (Barrett y Simmons, 2015).
Si estas huyendo de un león y te tuerces
el tobillo, es probable que el cerebro no active el dolor: así tendrás más
oportunidades de escapar.
Sin embargo, si uno de nuestros
antepasados estaba corriendo detrás de un ciervo y se rompía el tobillo, el
cerebro prefería crear dolor intenso, para que se detuviera inmediatamente y
descansara el pie, dándole así la oportunidad de curarse. Si en esta situación
el dolor no se hubiera presentado, nuestro antepasado hubiera continuado
corriendo y pudiéndose así destruir completamente el tobillo, lo que llevaría a
una discapacidad a largo plazo.
Nuestro cerebro decide cuando activar
el dolor y cuando desactivarlo, usando esta red de prominencia, la cual llamamos mecanismo de peligro/alarma.
Una parte de este mecanismo involucra
el córtex cingulado anterior. Las respuestas
emocionales, aumentan la actividad de esta zona cerebral, haciendo que el dolor
se amplifique.
Cuando sientes un dolor, probablemente te preocuparás por lo que pueda ser, vas al médico y si te dice
que tienes un problema en la espalda o en el cuello, empiezas a sentir miedo, y si
te dice que no sabe que ha causado el dolor, puede llegar el resentimiento;
cuando el dolor se vuelva crónico y tú no sepas si alguna vez mejorará, puedes
tener frustración.
Todas estas reacciones emocionales, activan el córtex
cingulado anterior y los estudios por resonancia, muestran que cuando el córtex
cingulado anterior se activa, el dolor aumenta enormemente y además al activarse, se desactiva el
área del córtex dorsolateral prefrontal
del cerebro, una parte que actúa para disminuir el dolor.
El estrés crónico, produce un aumento
de la sensibilidad del dolor en el cerebro, la médula espinal y los nervios.
Ciertas citoquinas (proteínas que envían
mensajes a otras partes del cuerpo) se liberan durante los momentos de
estrés, y estas citoquinas hacen que las células y las terminaciones nerviosas
sean más sensibles al dolor.
¿Cómo se genera el dolor?
Vivimos en una sociedad estresante, a
la que no nos hemos adaptado del todo.
Nuestros cerebros son primitivos y
están diseñados para reaccionar como se hacía antiguamente: antes se
experimentaba un estrés agudo frente a un animal peligroso de manera puntual,
ante esta situación, se activa el sistema nervioso parasimpático y el cerebro
activa una serie de procesos químicos, como adrenalina, para reaccionar y
luchar o huir y poder “salvar la vida”. Una vez a salvo e ileso, ese estrés
agudo se normaliza y el cuerpo se relaja, activando el sistema nervioso
parasimpático que induce a la calma, equilibrándose internamente.
Sin embargo, como el cerebro es en
cierta medida primitivo, no termina de adaptarse a las nuevas situaciones de
estrés que tenemos en nuestra sociedad, porque el estrés es continuo, diario y
duradero.
Ante esta situación, podemos
desarrollar sin ninguna dificultad vías o circuitos neuronales dolorosos, como
señal de nuestro cuerpo para que captemos que está sufriendo.
Cuando has sufrido una lesión, se crean unas conexiones
o vías nerviosas entre el cerebro y la zona lesionada con el fin de recuperar
la zona y protegerte ante situaciones similares.
El dolor aparece cuando
esas vías nerviosas que conectan el sistema nervioso (cerebro) con el resto del
cuerpo, se han estimulado o “encendido”, a través de un procesamiento que hace
nuestro sistema nervioso.
Nuestro cerebro aprende a crear dolor
persistente, aunque no haya ningún daño importante en el cuerpo, y aunque el
tejido se haya curado después de una lesión y el médico te diga que “está todo
bien”.
Lo bueno es que también se
puede desaprender y reentrenar al cerebro para hacerle ver que todo está bien y
que estas a salvo.
Un ejemplo de esto, es el dolor del
miembro fantasma, en el que después de una amputación de un miembro (ejemplo: brazo o pierna), se sigue
experimentando dolor en la zona…. pero ya no existe!, entonces: ¿cómo puede
doler?
Esto se debe a la sensibilización y alteración
de esas conexiones nerviosas de las áreas de nuestro cuerpo con el cerebro.
Lo mismo pasaría en otras zonas donde
hemos sufrido una lesión y ya ha pasado
tiempo más que suficiente como para haberse curado, pero todavía se siente
dolor, hay una sensibilización en las conexiones nerviosas de esa zona.
Codificación predictiva
Es un aprendizaje del cerebro para
asociar y responder automáticamente a experiencias aprendidas.
Una vez que hemos experimentado una situación dolorosa, estresante, si esta coincide con el
consumo de algún alimento, alguna luz intensa o con un movimiento, el cerebro aprenderá esa asociación y la próxima vez que se
exponga a la misma situación estresante, ese dolor puede volver a reproducirse.
Es una teoría del funcionamiento del
cerebro, según el cual, éste estaría generando y actualizando constantemente el
modelo mental de nuestro entorno.
O sea que, el cerebro, es el
responsable de cómo es nuestra realidad, o de cómo la vivimos.
El rol del estrés en la infancia.
Las experiencias emocionales de la
infancia se encuentran impresas en el
cerebro y también pueden desencadenar reacciones dolorosas.
Al quedar las huellas emocionales de
las experiencias tempranas almacenadas en el cerebro, cuando ocurre una
experiencia similar más tarde en la
vida, la reacción del SNA (sistema
nervioso autónomo), puede iniciar un proceso doloroso u otro síndrome como
ansiedad, depresión, fatiga crónica, anorexia, bulimia, etc.
Se pueden medir los marcadores de
estrés crónico, mediante una hormona relacionada con el SNA: el cortisol. Adultos con anomalías en la
producción de cortisol, tienen más probabilidades de desarrollar dolor crónico
que los que no tienen esas anomalías.
A veces un episodio de dolor se inicia
con una lesión, una torcedura, una
fractura, un esguince, etc. En ese momento se producen señales de peligro en el
cuerpo y en el cerebro, estas normalmente, disminuirán con el paso del tiempo y
el dolor desaparecerá cuando la lesión se cure.
La mayoría de las lesiones agudas se
resuelven en semanas; es el tiempo que el cuerpo tarda en reparar cualquier
ruptura de tejido, transcurrido este período, si el dolor no desaparece, está
sucediendo algo más.
El dolor crónico no ocurre por episodios de lesiones de
hace años o meses, porque incluso la fractura de los huesos más grandes, se
curan en varias semanas. La lesión no es la que causa el dolor crónico, pero si
puede desencadenar una serie de acontecimientos que llevan a un dolor crónico.
Las lesiones del cuerpo si se curan,
incluso si hay un tejido cicatrizante presente, este tejido no causa dolor.
Las lesiones físicas, tienen más
probabilidades de crear dolor crónico, si hay circunstancias estresantes en la
vida que ocurren más o menos al mismo tiempo que la lesión.
Las señales de dolor que se ponen en
marcha por la lesión, pueden aprenderse y pueden dar lugar a un círculo vicioso
de dolor.
Cuando los nervios que transportan las señales de
peligro desde el lugar de la lesión hasta el cerebro, se activan durante algún
tiempo, los nervios se sensibilizan, lo que es más probable que se disparen y
envíen más señales de peligro, con menores cantidades de activación tisular.
Con el tiempo, el dolor agudo puede llegar a ser crónico, aunque los tejidos se
hayan curado de la lesión aguda.
Los nervios pequeños aprenden a
reaccionar incluso a cambios mínimos, como los músculos tensos, que se
desencadenan fácilmente por un
córtex cingulado anterior y un sistema nervioso autónomo, demasiados activos.
Este proceso de sensibilización, es el
que se da en las personas con fibromialgia y dolor de espalda crónica (Gieseche 2004).
Estos nervios sensibilizados que llevan
las señales de dolor al cerebro, también afectan gradualmente al mismo cerebro.
Las zonas de sensación dolorosa en el
cerebro, también se sensibilizan y siguen experimentando dolor.
A medida que el sistema neurológico del
cerebro y el cuerpo aprenden estas vías
de dolor y otros síntomas, las fibras nerviosas empiezan a conectarse muy
rápidamente.
Cuanto más a menudo los nervios se
disparan, más tiempo dura el dolor y más probable que las fibras continuasen
alimentando el círculo vicioso de dolor.
Los científicos usan el término reorganización cerebral y
neuroplasticidad para describir la capacidad
del cerebro de crear nuevas vías neuronales.
Se ha demostrado que el dolor agudo, puede inducir
cambios en la médula espinal y el
cerebro, los cuales a su vez, pueden provocar aumento del dolor, que se
puede prolongar en el tiempo, creando un dolor crónico.
El síndrome del miembro fantasma, como
mencionamos, es un ejemplo del dolor que
se percibe en una zona que no está enferma.
El dolor es causado por la
sensibilización de los nervios y una reorganización del cerebro que produce
dolor, que se siente en el miembro ausente.
El dolor real, puede ser causado tanto por estados de enfermedad física, como por procesos neuroplásticos que activan circuitos neuronales aprendidos, cosa que se daría en un trastorno psicofisiológico.
Cualquier dolor se experimenta en el cerebro.
Veremos que el cerebro puede desactivar el dolor incluso cuando el cuerpo esté lesionado o tenga algún daño en los tejidos.
Igual, el dolor puede ocurrir cuando no hay lesiones físicas o daños en los tejidos, esto es muy común.
El dolor no está en la cabeza, está en el cerebro!
Para aprender más sobre el tema:
CURSO DESAPRENDE EL DOLOR CRÓNICO
Síndrome Mente/ Cuerpo
(Enfermedades Psicosomáticas)
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