viernes, 3 de mayo de 2024

Escritura Terapéutica

 

Expresión de los pensamientos y emociones mediante la escritura.

La palabra escrita tiene un poder especial en la sanación que supera a la reflexión interna.

En el mundo de nuestros pensamientos, nuestro lenguaje es instantáneo, inmediato, espontáneo y a menudo desordenado, no puede tacharse o borrarse, está lleno de redundancias, ambigüedades y contradicciones; y además, corre el riesgo de desestructurarse, disgregarse o irse por las ramas. Dentro de él, nuestras reflexiones están sujetas a la rapidez con la que se producen y por eso resultan a veces superfluas, incompletas o erróneas.

Los pensamientos van y vienen constantemente y las ideas saltan de instante en instante, y esas reflexiones que pretendíamos tener, se quedan a menudo a medio pensar, puesto que irremediablemente otro pensamiento más fuerte se le ha impuesto, casi sin darnos cuenta, inconscientemente. Por ello, en algunas ocasiones, nos encontramos prisioneros de nuestro universo mental, presos de un caos que no nos deja ver con claridad.

Esto no quiere decir que los monólogos interiores con los que convivimos no sean útiles y necesarios, pero sí que, en ocasiones no alcanzan a la hora de solucionar determinados problemas, realizar ciertos descubrimientos o tomar algunas decisiones importantes; además los pensamientos, mueven nuestro mundo emocional.

La emoción “es un proceso psicológico adaptativo, que recluta y coordina el resto de los procesos psicológicos cuando las condiciones de una situación exigen una respuesta rápida y efectiva para afrontar y ajustarse a las exigencias y cambios ambientales” (Fernández-Abascal, Díaz y Domínguez Sánchez).

Las emociones alteran o modifican el resto de los procesos psicológicos, cargando de afecto la percepción, activando la memoria, movilizando cambios fisiológicos, dirigiendo la atención, planificando acciones, la comunicación verbal y no verbal, motivando a la acción, etc.

Las emociones tienen un objeto (un estímulo determinado), son inestables, transitorias, momentáneas y puntuales. Permiten la supervivencia y adaptación al medio, y en el caso de las emociones positivas, si logran mantenerse a lo largo del tiempo, son generadoras de recursos personales, psicológicos, físicos y sociales.

De hecho, una persona que logra mantener niveles adecuados de emociones positivas será más resiliente frente a situaciones adversas que otra que no lo logra.

Según diferentes teorías sobre las emociones (La Tradición Darwiniana o la Teoría de las emociones básicas; La teoría del Appraisal o Perspectiva Cognitiva y el Constructivismo o Construccionismo Social) es que se ha ido clasificando a las mismas en primarias y secundarias; negativas, positivas o neutras; desagradables; empáticas; existenciales; pasadas (la gratitud y el perdón), presentes, (el fluir, el saborear y el darse cuenta), futuras (el optimismo y la esperanza), etc. (Castro Solano)

De entre las clasificaciones, vamos a centrarnos en las emociones que refieren al sentimiento de agrado o desagrado que producen en el sujeto. De allí, surgirían las emociones positivas, negativas y neutras.

Las emociones positivas, son aquellas que implican sentimientos agradables, que surgen de la valoración de una situación como beneficiosa, suelen tener una duración temporal muy corta y movilizan escasos recursos para su afrontamiento (Ej. felicidad, humor, serenidad, alivio, simpatía, gratitud, etc.).

Las negativas, implican sentimientos desagradables, surgen de la valoración de una situación como dañina y movilizan muchos recursos para su afrontamiento (Ej. ira, miedo, asco).

Por último, están las neutras (Ej. la sorpresa) que, caracterizadas por no producir intrínsecamente reacciones agradables ni desagradables, tienen como finalidad el facilitar la aparición de otras emociones (Fernández-Abascal, Díaz & Domínguez Sánchez.)

Mediante el Modelo de Ampliación y Construcción de Emociones Positivas, se ha llegado a la conclusión que, las emociones positivas amplían las tendencias de pensamiento y acción, provocando el efecto contrario a las emociones negativas. A partir de esta ampliación se favorece la construcción de recursos personales para afrontar las adversidades (ayudando a mantener los esfuerzos perseverantes para oponerse a las dificultades). Y es esta construcción de recursos personales la que transforma a la persona, tornándola más creativa, flexible, resistente a las dificultades y socialmente más integrada. (Fredrickson)

Han encontrado que las emociones positivas están asociadas a una mayor y mejor longevidad, por lo que potenciarlas mediante actividades placenteras, en frecuencia e intensidad, a lo largo de la vida y en la vejez misma, permitiría envejecer de manera más óptima y exitosa. Lo cierto es que la emoción es motivo de una conducta y a su vez es generada por ella.

Una de sus funciones es la comunicativa, por lo que los actos de comunicación son generados por emociones y el comunicar, genera éstas.

Tanto el sentido común como la psicología asumen implícitamente que expresar y compartir las emociones contribuye a su afrontamiento adaptativo; no en vano, sostienen los clínicos que “lo que no se expresa se somatiza”. Más complejo resulta dilucidar los mecanismos que ponen en relación la expresión emocional, o en su caso la inhibición, la salud y el bienestar. La expresión emocional es adaptativa y ocasionalmente disfuncional, dada su capacidad para influir sobre las funciones somáticas, y por ende, de preservar o alterar la salud.

El profesor en psicología de la Universidad Metodista del Sur, James W. Pennebaker, ha demostrado que quienes han padecido sucesos traumáticos tienen una mayor probabilidad de enfermar física y mentalmente si posteriormente no expresan sus emociones, y que, por el contrario, enfrentarse activamente a los sucesos traumáticos expresando los sentimientos -revelándolos- reduce la activación fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento eficaz.

Un creciente número de investigaciones han permitido demostrar que la inhibición de acontecimientos emocionalmente significativos induce una marcada hiperactivación fisiológica, provoca inmunodepresión y efectos adversos en la salud a medio y largo plazo; además, induce sesgos cognitivos sobre el procesamiento de la información emocional, a la vez que dificulta los procesos de afrontamiento adaptativo. Complementariamente se ha demostrado que enfrentarse activamente a los problemas, expresando abiertamente -oralmente o por escrito- los sentimientos, reduce la activación fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento eficaz (Pennebaker, Colder y Sharp).


Con la escritura ganamos en libertad, pues adquirimos una distancia útil que facilita poder convertirnos en los conductores y guías de nuestros pensamientos, transformándonos en los dueños de la situación.

Al materializarlos en un papel, podemos manejarlos mejor, borrarlos, tacharlos, irnos hacia atrás, aumentar la concentración y elaborar reflexiones más valiosas y profundas, puestos que les hemos dado el tiempo necesario para madurar.

Escribir nos obligara a pararnos, a organizar nuestras ideas a ordenarlas y a fijarlas, ayudándonos a gestionar nuestro mundo interior, que por otra parte, podrá mostrarnos la entrada a esas zonas oscuras de nosotros mismos, donde normalmente es difícil acceder.

El acto de escribir es lo fundamental, lo importante es el mismo proceso de hacerlo, salga como salga. Lo que se haga con el resultado, ya sea quemarla, romperla, publicarla, guardarla o colgarla en internet, dependerá de los deseos de la persona que escriba, que, si lo necesita, podrá culminar con esta acción la función terapéutica.

“Escribir sobre uno mismo es una forma de explicarme, de poner en orden mi mundo, de reconocerme. Si no estuviesen dictados por la intención de hacer literatura, podría decirse que esos textos tan directamente basados en situaciones reales, en datos verdaderos, son el resultado de insólitas sesiones terapéuticas, en las que soy el paciente y el médico en una sola pieza. Y ciertamente, en ocasiones, ha resultado ser un eficaz alivio de mis males.” Ángel González

La escritura, es una de las diferentes modalidades de expresión narrativa. La narrativa, en general (oral y escrita), es el centro de la construcción de la experiencia humana. Los eventos que componen la narrativa forman parte de las creencias y los deseos de las personas que narran. El narrar una historia no se constituye en un acto que pueda considerarse como verdadero, sino como la posibilidad de llegar a serlo, guardando cierta verosimilitud dentro de la experiencia vivida por el sujeto. (Bruner)

La trama de los relatos organiza la información que procede del flujo de las experiencias vividas y convierte algunos momentos en un relato significativo sobre los acontecimientos. Así, los relatos o escritos que se organizan con percepciones o emociones negativas tienden a convertirse en relatos dominados por el problema, destacando en él experiencias negativas y las atribuciones negativas de la motivación, las intenciones y el carácter.

Mientras que los relatos de esperanza y experiencias positivas tienden a basarse en características e incidentes de la vida de la persona que están al margen del problema. (Freeman, Epston y Lobovits)

Los seres humanos cuentan con un potencial único para crear e imaginar, lo que puede verse reflejado en la escritura como una de las formas de su expresión. Es a través de ella, que el creador de un cuento puede tomar una distancia óptima si se trata, por ejemplo, de escribir acerca de un trauma o sufrimiento intenso permitiendo ello manipular y desarticular mejor el conflicto, utilizándolo como objeto de reflexión. (Bruder)

Una de las características más importantes de la escritura, sino la más importante, es la manera en que facilita la expresión de las emociones, es su gran poder catártico. Cuando se escribe se libera lo que se lleva dentro. Existe un desbloqueo emocional intenso, en el que el pensamiento, la emoción y la palabra escrita se comprometen en el escrito.

De allí, es que a través de la escritura las personas que atraviesan situaciones de estrés mejoran su bienestar psicológico y físico (Pennebaker).



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