El cerebro está formado por aprox. 10.000 millones de diminutas células nerviosas denominadas neuronas, cada neurona tiene entre 1.000 y 500.000 sinapsis o lugares donde se conectan con otras neuronas. Las neuronas utilizan estas conexiones para formar redes entre sí, estas células nerviosas integradas o conectadas, forman lo que denomina redes neuronales.
Una manera simple de pensar, es que cada red neuronal representa un pensamiento, una habilidad, un recuerdo, una información, etc.
Sin embargo, estas redes neuronales no están solas, sino que están todas interconectadas. Es su interconexión la que elabora ideas complejas, recuerdos, emociones. Cada uno de nosotros tiene su propia colección de experiencias y habilidades representadas en las redes neuronales de su cerebro.
Si crecimos o no en una familia de un solo progenitor, si fuimos criados o no con muchos hermanos, si fuimos o no a la universidad; nuestras creencias religiosas, nuestra cultura, los lugares donde vivimos, si fuimos amados y comprendidos de niños o se abusaron de nosotros físicamente, todo esto forma las redes neuronales en nuestro cerebro, todas estas experiencias dan forma al tejido (desde el punto de vista neurológico) con lo que está pasando en nuestra percepción y en nuestro mundo.
Cuando recibimos estímulos del ambiente que nos rodea, ciertos aspectos de esas redes neuronales van a conectarse o desconectarse y van a producir modificaciones químicas en el cerebro. Estos cambios químicos, a su vez, producen reacciones y condicionan las respuestas a las personas y acontecimientos de nuestra vida.
Desde las neurociencias podemos considerar que todas las emociones, recuerdos, las actitudes y los conceptos están codificados neuronalmente y se interconectan. El resultado es lo que se denomina personalidad. Así como las células del cuerpo se juntan e interrelacionan para producir un organismo en funcionamiento, de igual manera todas las redes neuronales se interrelacionan o asocian para producir esta entidad que llamamos nuestra personalidad.
Lo que distingue principalmente a los seres humanos de las otras especies es el gran lóbulo frontal y su proporción con respecto al resto del cerebro.
El lóbulo frontal es el área del cerebro que nos permite centralizar la atención y concentrarnos. Es crucial para la toma de decisiones y para mantener firmes las intenciones, nos permite extraer información del medio que nos rodea y de nuestro depósito de recuerdos, procesarla y tomar decisiones o realizar elecciones a partir de las decisiones y elecciones pasadas.
Sin embargo, un considerable número de elecciones dista mucho de ser libres. Gran parte de nuestro comportamiento consiste en respuestas condicionadas, aprendidas o automáticas a los estímulos. Le llamamos reacción a cada situación, como apretando un botón de “repetir” a cada estimulo.
Una segunda manera de reaccionar sería eligiendo, y es cuando conscientemente nos separamos de nuestro medio y sus estímulos, nos alejamos de nuestra conducta habitual o biológica y nos convertimos en un observador, desde este lugar, en vez de reaccionar, accionamos.
El lóbulo frontal toma la información, que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida mediante la experiencia, y los datos intelectuales fácticos, ahí podemos decir: “acá está la información que tengo, esto ha sido así, puedo elegir de esta manera”, es como si ahora apretáramos el botón de “avanzar”.
En el primer caso, las redes neuronales biológicas realizan adicción, el cerebro reacciona ante su medio y ciertos aspectos del cerebro se vuelven centros automáticos que hacen que el cuerpo responda.
En el segundo caso, la conciencia se mueve por el cerebro y lo utiliza para examinar sus opciones y posibilidades. En lugar de que el cerebro funciones en piloto automático y nos dirija, somos nosotros los que comenzamos a utilizarlo a él.
La conciencia comienza a terne dominio sobre el cuerpo.
Son nuestros pensamientos los que provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones.
Las neurociencias están demostrando que cuando aprendemos como se crean esos malos hábitos, no solo podemos romperlos, sino también reprogramar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.
La investigación de vanguardia está demostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como interruptores, y es el estado químico en el que vivimos que hace que algunos estén encendidos y otros apagados.
O sea que cada vez que pensamos, fabricamos sustancias químicas y estas sustancias actúan como señales que nos permiten sentir exactamente como estábamos pensando.
Por lo que si tienes un pensamiento de preocupación, al cabo de unos segundos, te sientes preocupado. Lo que tenemos que comprender es que en el momento que empezamos a pensar de manera en que pensamos, empezamos a pensar de manera en que sentimos, y esto produce más química de tensión y nos cuesta mas salir del estado emocional en el que nos encontramos. Entramos en un círculo vicioso. Así se crea lo que Joe Dispensa llama “un estado de ser”, la repetición de estas señales, hace que algunos genes estén activados y otros apagados.
Registramos este estado como nuestra personalidad, decimos “soy una persona preocupada, infeliz, negativa, culposa, llena de resentimiento, etc.”., en realidad lo único que hacemos es memorizar la continuidad química y definirnos como tal.
Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan por el torrente sanguíneo, rodeando nuestras células o inundando nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo, dará como resultado malestar.
Entonces, parte de la solución es cambiar la química del cerebro con nuevos pensamientos, pero no solo eso, sino que es necesario cambiar los circuitos cerebrales y redes neuronales. Podemos enseñar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, crenado una nueva “mente”.
Las neurociencias dicen que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona, ante una situación por más nueva que sea, recurre a esa conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez, y da las mismas respuestas. Su cerebro no cambia y vive la misma mente cada dia.
Es necesario aprender a interrumpir esos ciclos a través del proceso de ser cada vez más conscientes y de experimentar que podemos cambiar el cerebro.
Esto es posible gracias a la neuroplasticidad cerebral, que no es otra cosa que poner en actividad la neurogénesis, entendida como la capacidad de modificar y desarrollar el cerebro.
La mayoría de las personas creemos que las emociones son reales, pero las emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias que están internalizadas en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro.
Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico una y otra vez, entonces la pregunta clave aquí es:
¿Quiero cambiar?
¿Qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa para no cambiar?
Y si elijo cambiar, puedo generar el proceso de transformación interior, que se trata de desaprender y reaprender.
A medida que pensamos menos en alguna circunstancia o situación que está grabada en nuestro cerebro en forma de red, la conexión con ella se reduce hasta que desaparece.
Resumiendo, a los largo de los años, en el cerebro se van formando circuitos y canales de pensamiento. O sea, vías físicas (redes neuronales, llamadas también redes Hebbianas) que controlan la forma en que pensamos y actuamos, y también nuestra manera de sentir.
Muchas veces, estas vías o hábitos llegan a están tan fijados que se convierten en una instalación similar a una instalación eléctrica.
Dicho de otra manera, los circuitos o canales llegan a estar tan empotrados que parece imposible transformarlos. Algunos actúan como surcos, y otros como tumbas que nos condenas prácticamente a morir en vida cuando son negativos.
Los últimos estudios demuestran que es posible cambiar nuestra personalidad en cualquier momento de nuestra vida. Para ello, hay que convertir los hábitos inconscientes y los automatismos en un proceso de reaprendizaje. (S. M. Marusso).
Te acompaño en el proceso.
Juana Ma. Martínez Camacho
Terapeuta
Transpersonal
Acompañante en
Bioneuroemoción
Facilitadora
Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
Anatheóresis-
Psicoterapia Regresiva Perceptiva
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
www.centroelim.org Telf. 653-936-074
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