martes, 7 de mayo de 2024

Desaprende el dolor crónico- Reentrena tu cerebro

Síndrome mente/cuerpo- enfermedades psicosomáticas.

El dolor real, puede ser causado tanto por estados de enfermedad física, como por procesos neuroplásticos que activan circuitos neuronales aprendidos, cosa que se daría en un trastorno psicofisiológico.


Cualquier dolor se experimenta en el cerebro.

El cerebro puede desactivar el dolor, incluso cuando el cuerpo esté lesionado o tenga algún daño en los tejidos.

Igual, el dolor puede ocurrir cuando no hay lesiones físicas o daños en los tejidos, esto es muy común.

El dolor no está en la cabeza, está en el cerebro!

El cerebro, puede crear una amplia variedad de síntomas leves o severos, en cualquier zona del cuerpo.

Los síntomas, no están en tu cabeza, son reales, son causados por un conjunto de conexiones neuronales aprendidas que han sido sensibilizadas y son causadas por el Síndrome Cuerpo/Mente.

Uno de los aspectos más difíciles de entender de este síndrome, es que los síntomas pueden ser muy severos, aunque no haya un daño patológico o lesión física o problema psiquiátrico grave.


El cerebro subconsciente es la fuerza motriz de las reacciones psicofisiológicas. El subconsciente controla nuestras funciones corporales para protegernos y ayudarnos a adaptarnos a nuestro entorno. Nuestras reacciones a nuestro entorno, dependen tanto de la codificación innata de nuestro cerebro, como de la aprendida.

A lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro aprende a responder a situaciones potencialmente peligrosas y como Hebb apuntó: las neuronas que se activan juntas, permanecerán conectadas, es probable que esas vías neuronales se disparen cuanto más se activen.

El subconsciente controla no solo las respuestas a nuestro entorno, sino también lo que percibimos.


El dolor es un mecanismo de protección. El cerebro intenta decirnos que estamos en peligro, intenta protegernos, sin embargo en el síndrome mente/cuerpo, la amenaza no es una lesión física, sino más bien, algún tipo de situación social que nuestro cerebro, ha decidido que es peligrosa, pero los síntomas no son imaginarios.

El propósito de los síntomas, es que hagamos algo. Cuando conseguimos descubrir que ciertos síntomas son realmente mente/cuerpo, la mente a menudo crea nuevos síntomas (o resucita los viejos), entonces te preocupas por los nuevos síntomas, te preguntas si hay algo físicamente averiado en tu cuerpo (cerebro incluido), te inquieta que los médicos no detecten algo, dudas del diagnóstico “síndrome mente/cuerpo” y te concentras en los síntomas todo el tiempo, estos pensamientos obsesivos, son otra forma del síndrome, nuestras mentes crean más miedo.

Está comprobado en estudios neurocientíficos, que cuando experimentamos situaciones difíciles o estresantes, especialmente si hemos tenido un estrés significativo en una etapa anterior de la vida y si no podemos expresar o mostrar cómo nos sentimos, estaremos en riesgo de que nuestro cuerpo experimente dolor.

A veces la señal dolorosa que experimentamos, puede estar distorsionada, y la intensidad con la que recibiremos esta respuesta amenazante (dolor) vendrá modificada y/o alterada por nuestra forma de ser y multitud de factores psicosociales.

Hay que ir a la causa del síndrome: las conexiones nerviosas dolorosas que han sido aprendidas por el cuerpo-mente.

Las áreas del cerebro que se activan por lesiones físicas, son exactamente las mismas que lo hacen por heridas emocionales. Los recuerdos emocionales son permanentes (hasta que se gestionen): las heridas que ocurrieron en el pasado, no desaparecen simplemente con el paso del tiempo.

Las lecciones aprendidas los primeros años de vida, crean improntas que se almacenan en la amígdala y en otras áreas del cerebro. Si en la tierna infancia tuvimos traumas severos psicológicos, los síntomas del síndrome pueden comenzar inmediatamente y son susceptibles de persistir por muchos años,

Pero a menudo, el estrés emocional padecido en los primeros años de vida, no causa el desarrollo de los síntomas de manera inmediata; mas habitualmente, son los eventos estresantes que ocurren más tarde, a lo largo de nuestra existencia, los que pueden reabrir las heridas emocionales almacenadas y dar paso al desarrollo de síntomas correspondientes al síndrome. Esto es común, aunque no imprescindible, cuando las situaciones presentes, son bastante similares desde el punto de vista emocional, a las ya vividas anteriormente.

Muchas investigaciones, han demostrado cómo el cerebro controla realmente el dolor. Todo dolor tiene componentes sensoriales, cognitivos y afectivos (Wager et al., 2004).

El componente sensorial incluye descripciones de cómo se siente el dolor: presión, ardor, punzadas, entumecimiento...

El componente cognitivo es lo que se piensa sobre el dolor: cuál es la causa, si se cree que es temporal o permanente, controlable o superable...

El componente afectivo consiste en los sentimientos y emociones sobre el dolor: el miedo, la preocupación, la ira, el rencor...

Las emociones que habitualmente se almacenan en esta memoria emocional, son el miedo, la ira/rabia/furia/, la culpa y la tristeza o la aflicción.

La clave para comprender el síndrome mente/cuerpo, es la señal de peligro que se enciende en la amígdala cerebral. En las personas que han sido sensibilizadas por el estrés de la vida cotidiana, la amígdala puede reaccionar automática y exageradamente a eventos vitales, que no son realmente peligrosos.

La señal de peligro pone en marcha tanto en el cerebro, como en el resto del cuerpo, una compleja serie de reacciones que dan como resultado dolor, ansiedad, depresión u otros síntomas característicos del síndrome. Tomado en su totalidad, esto se conoce comúnmente como reacción de lucha/huida/parálisis (mecanismo del estrés)

Afortunadamente, el córtex dorsolateral prefrontal y otras áreas que están en la parte consciente del cerebro (en el lóbulo frontal), pueden revertir el círculo vicioso del dolor, controlando las rutas del subconsciente que lo producen.

El córtex dorsolateral prefrontal es tan poderoso, que puede eliminar las experiencias dolorosas.

Cuando se activa el córtex dorsolateral prefrontal, el córtex cingulado anterior (la zona que exacerba el dolor) se desactiva automáticamente, con lo que se reduce aún más el dolor.

Disminuir la actividad del córtex cingulado anterior y del sistema nervioso autónomo, mediante el aumento de la actividad del córtex dorsolateral prefrontal; extinguir los desencadenantes que perpetúan el dolor y disminuir las respuestas emocionales de la amígdala; todo ello, interrumpe el círculo vicioso del dolor, como otros síntomas que se corresponden a estos trastornos cuerpo/mente.

Los procesos que llevan a cabo unos hiperactivos Sistema nervioso autónomo y córtex cingulado anterior, producen unos espasmos y tensión muscular excesiva (desencadenados por una gran variedad de actividades, sustancias químicas y situaciones) y son la causa de la mayoría de dolores de cuello, dolores de espalda, cefaleas tensionales, migrañas, espasmos y molestias intestinales, espasmos de vejiga, dolores corporales extensivos (fibromialgia), y muchas otras condiciones crónicas.

Cuando se tienen algunos de estos síntomas y las pruebas convencionales no identifican ninguna patología médica, estas son buenas noticias, pues no se trata de una enfermedad o patología, sino un síndrome mente/cuerpo y esto, tiene fácil solución:



Desaprender el dolor crónico y reentrenar el cerebro:

Es averiguar qué procesos físicos y psicológicos han contribuido a crear y perpetuar los síntomas, y luego, trabajar en la reprogramación del cerebro con el fin de extinguir el círculo vicioso neurológico, en el que te encuentras atrapado.


Aprende más y entrénate: 

CURSO DESAPRENDE EL DOLOR CRÓNICO- REENTRENA TU CEREBRO

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Info. 653936074



¿Para qué este curso?

Para conocer sobre cómo funciona el cerebro, los mecanismos del dolor, el para qué del dolor, desde la biología, la psicología, las neurociencias…

Aprender a ir a la causa del síndrome, las conexiones nerviosas dolorosas que han sido aprendidas por el cuerpo-mente; y desaprenderlas.

Se propone en este curso una gran cantidad de ejercicios para que puedas implementar en tu día a día.

Basado en mi propia experiencia con el dolor crónico y las investigaciones en este campo de médicos de trayectoria como el Dr. Schubiner (certificado en pediatría, medicina adolescente y medicina interna. Profesor titular en la Universidad Estatal de Wayne durante 18 años, trabaja en el Hospital Providence en Southfield, MI. El Dr. Schubiner enseña Meditación de atención plena, que ayuda a las personas a sobrellevar el estrés y las ansiedades de la vida diaria.

Es el fundador y director del Programa de Medicina Mente y Cuerpo en el Hospital Providence. Este programa utiliza las metodologías de investigación más actuales para tratar a las personas que padecen el síndrome de mente y cuerpo (MBS) o el síndrome de miositis por tensión (TMS) según lo descrito por el Dr. John Sarno.

El curso también está basado en las investigaciones del Dr. Sarno (se graduó en el colegio de médicos y cirujanos de la Universidad de Columbia en 1950. En 1965 fue nombrado director del Departamento de Medicina Ambulatoria en el Instituto Rusk.

Es el creador del método de diagnóstico y tratamiento del Síndrome de miositis tensional o Neuromuscular SMT o TMS por sus siglas en inglés (síndrome mente/cuerpo), el cual no ha sido oficialmente aceptado por parte de la medicina convencional.

Sarno aseguró haber tratado exitosamente a más de diez mil pacientes en el Instituto Rusk de Nueva York, lo que según él, evidencia la veracidad de su teoría y la efectividad de su tratamiento, incluso en pacientes con fibromialgia.

Su obra más reciente, escrita en colaboración con otros doctores, abarca el espectro total de los procesos fisiológicos mente-cuerpo y en sus antecedentes históricos dentro de la ciencia médica.)

También nos basamos en las investigaciones de las neurociencias y de las psicologías.


Has de comprender que un proceso terapéutico requiere compromiso, entusiasmo, amabilidad con uno mismo, entrenamiento para desaprender los patrones y creencias limitantes, sanar las heridas que mantienen encerradas las emociones de manera inconsciente y aprender a gestionar las emociones saludablemente, crear nuevas maneras de estar en la vida.





viernes, 3 de mayo de 2024

Escritura Terapéutica

 

Expresión de los pensamientos y emociones mediante la escritura.

La palabra escrita tiene un poder especial en la sanación que supera a la reflexión interna.

En el mundo de nuestros pensamientos, nuestro lenguaje es instantáneo, inmediato, espontáneo y a menudo desordenado, no puede tacharse o borrarse, está lleno de redundancias, ambigüedades y contradicciones; y además, corre el riesgo de desestructurarse, disgregarse o irse por las ramas. Dentro de él, nuestras reflexiones están sujetas a la rapidez con la que se producen y por eso resultan a veces superfluas, incompletas o erróneas.

Los pensamientos van y vienen constantemente y las ideas saltan de instante en instante, y esas reflexiones que pretendíamos tener, se quedan a menudo a medio pensar, puesto que irremediablemente otro pensamiento más fuerte se le ha impuesto, casi sin darnos cuenta, inconscientemente. Por ello, en algunas ocasiones, nos encontramos prisioneros de nuestro universo mental, presos de un caos que no nos deja ver con claridad.

Esto no quiere decir que los monólogos interiores con los que convivimos no sean útiles y necesarios, pero sí que, en ocasiones no alcanzan a la hora de solucionar determinados problemas, realizar ciertos descubrimientos o tomar algunas decisiones importantes; además los pensamientos, mueven nuestro mundo emocional.

La emoción “es un proceso psicológico adaptativo, que recluta y coordina el resto de los procesos psicológicos cuando las condiciones de una situación exigen una respuesta rápida y efectiva para afrontar y ajustarse a las exigencias y cambios ambientales” (Fernández-Abascal, Díaz y Domínguez Sánchez).

Las emociones alteran o modifican el resto de los procesos psicológicos, cargando de afecto la percepción, activando la memoria, movilizando cambios fisiológicos, dirigiendo la atención, planificando acciones, la comunicación verbal y no verbal, motivando a la acción, etc.

Las emociones tienen un objeto (un estímulo determinado), son inestables, transitorias, momentáneas y puntuales. Permiten la supervivencia y adaptación al medio, y en el caso de las emociones positivas, si logran mantenerse a lo largo del tiempo, son generadoras de recursos personales, psicológicos, físicos y sociales.

De hecho, una persona que logra mantener niveles adecuados de emociones positivas será más resiliente frente a situaciones adversas que otra que no lo logra.

Según diferentes teorías sobre las emociones (La Tradición Darwiniana o la Teoría de las emociones básicas; La teoría del Appraisal o Perspectiva Cognitiva y el Constructivismo o Construccionismo Social) es que se ha ido clasificando a las mismas en primarias y secundarias; negativas, positivas o neutras; desagradables; empáticas; existenciales; pasadas (la gratitud y el perdón), presentes, (el fluir, el saborear y el darse cuenta), futuras (el optimismo y la esperanza), etc. (Castro Solano)

De entre las clasificaciones, vamos a centrarnos en las emociones que refieren al sentimiento de agrado o desagrado que producen en el sujeto. De allí, surgirían las emociones positivas, negativas y neutras.

Las emociones positivas, son aquellas que implican sentimientos agradables, que surgen de la valoración de una situación como beneficiosa, suelen tener una duración temporal muy corta y movilizan escasos recursos para su afrontamiento (Ej. felicidad, humor, serenidad, alivio, simpatía, gratitud, etc.).

Las negativas, implican sentimientos desagradables, surgen de la valoración de una situación como dañina y movilizan muchos recursos para su afrontamiento (Ej. ira, miedo, asco).

Por último, están las neutras (Ej. la sorpresa) que, caracterizadas por no producir intrínsecamente reacciones agradables ni desagradables, tienen como finalidad el facilitar la aparición de otras emociones (Fernández-Abascal, Díaz & Domínguez Sánchez.)

Mediante el Modelo de Ampliación y Construcción de Emociones Positivas, se ha llegado a la conclusión que, las emociones positivas amplían las tendencias de pensamiento y acción, provocando el efecto contrario a las emociones negativas. A partir de esta ampliación se favorece la construcción de recursos personales para afrontar las adversidades (ayudando a mantener los esfuerzos perseverantes para oponerse a las dificultades). Y es esta construcción de recursos personales la que transforma a la persona, tornándola más creativa, flexible, resistente a las dificultades y socialmente más integrada. (Fredrickson)

Han encontrado que las emociones positivas están asociadas a una mayor y mejor longevidad, por lo que potenciarlas mediante actividades placenteras, en frecuencia e intensidad, a lo largo de la vida y en la vejez misma, permitiría envejecer de manera más óptima y exitosa. Lo cierto es que la emoción es motivo de una conducta y a su vez es generada por ella.

Una de sus funciones es la comunicativa, por lo que los actos de comunicación son generados por emociones y el comunicar, genera éstas.

Tanto el sentido común como la psicología asumen implícitamente que expresar y compartir las emociones contribuye a su afrontamiento adaptativo; no en vano, sostienen los clínicos que “lo que no se expresa se somatiza”. Más complejo resulta dilucidar los mecanismos que ponen en relación la expresión emocional, o en su caso la inhibición, la salud y el bienestar. La expresión emocional es adaptativa y ocasionalmente disfuncional, dada su capacidad para influir sobre las funciones somáticas, y por ende, de preservar o alterar la salud.

El profesor en psicología de la Universidad Metodista del Sur, James W. Pennebaker, ha demostrado que quienes han padecido sucesos traumáticos tienen una mayor probabilidad de enfermar física y mentalmente si posteriormente no expresan sus emociones, y que, por el contrario, enfrentarse activamente a los sucesos traumáticos expresando los sentimientos -revelándolos- reduce la activación fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento eficaz.

Un creciente número de investigaciones han permitido demostrar que la inhibición de acontecimientos emocionalmente significativos induce una marcada hiperactivación fisiológica, provoca inmunodepresión y efectos adversos en la salud a medio y largo plazo; además, induce sesgos cognitivos sobre el procesamiento de la información emocional, a la vez que dificulta los procesos de afrontamiento adaptativo. Complementariamente se ha demostrado que enfrentarse activamente a los problemas, expresando abiertamente -oralmente o por escrito- los sentimientos, reduce la activación fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento eficaz (Pennebaker, Colder y Sharp).


Con la escritura ganamos en libertad, pues adquirimos una distancia útil que facilita poder convertirnos en los conductores y guías de nuestros pensamientos, transformándonos en los dueños de la situación.

Al materializarlos en un papel, podemos manejarlos mejor, borrarlos, tacharlos, irnos hacia atrás, aumentar la concentración y elaborar reflexiones más valiosas y profundas, puestos que les hemos dado el tiempo necesario para madurar.

Escribir nos obligara a pararnos, a organizar nuestras ideas a ordenarlas y a fijarlas, ayudándonos a gestionar nuestro mundo interior, que por otra parte, podrá mostrarnos la entrada a esas zonas oscuras de nosotros mismos, donde normalmente es difícil acceder.

El acto de escribir es lo fundamental, lo importante es el mismo proceso de hacerlo, salga como salga. Lo que se haga con el resultado, ya sea quemarla, romperla, publicarla, guardarla o colgarla en internet, dependerá de los deseos de la persona que escriba, que, si lo necesita, podrá culminar con esta acción la función terapéutica.

“Escribir sobre uno mismo es una forma de explicarme, de poner en orden mi mundo, de reconocerme. Si no estuviesen dictados por la intención de hacer literatura, podría decirse que esos textos tan directamente basados en situaciones reales, en datos verdaderos, son el resultado de insólitas sesiones terapéuticas, en las que soy el paciente y el médico en una sola pieza. Y ciertamente, en ocasiones, ha resultado ser un eficaz alivio de mis males.” Ángel González

La escritura, es una de las diferentes modalidades de expresión narrativa. La narrativa, en general (oral y escrita), es el centro de la construcción de la experiencia humana. Los eventos que componen la narrativa forman parte de las creencias y los deseos de las personas que narran. El narrar una historia no se constituye en un acto que pueda considerarse como verdadero, sino como la posibilidad de llegar a serlo, guardando cierta verosimilitud dentro de la experiencia vivida por el sujeto. (Bruner)

La trama de los relatos organiza la información que procede del flujo de las experiencias vividas y convierte algunos momentos en un relato significativo sobre los acontecimientos. Así, los relatos o escritos que se organizan con percepciones o emociones negativas tienden a convertirse en relatos dominados por el problema, destacando en él experiencias negativas y las atribuciones negativas de la motivación, las intenciones y el carácter.

Mientras que los relatos de esperanza y experiencias positivas tienden a basarse en características e incidentes de la vida de la persona que están al margen del problema. (Freeman, Epston y Lobovits)

Los seres humanos cuentan con un potencial único para crear e imaginar, lo que puede verse reflejado en la escritura como una de las formas de su expresión. Es a través de ella, que el creador de un cuento puede tomar una distancia óptima si se trata, por ejemplo, de escribir acerca de un trauma o sufrimiento intenso permitiendo ello manipular y desarticular mejor el conflicto, utilizándolo como objeto de reflexión. (Bruder)

Una de las características más importantes de la escritura, sino la más importante, es la manera en que facilita la expresión de las emociones, es su gran poder catártico. Cuando se escribe se libera lo que se lleva dentro. Existe un desbloqueo emocional intenso, en el que el pensamiento, la emoción y la palabra escrita se comprometen en el escrito.

De allí, es que a través de la escritura las personas que atraviesan situaciones de estrés mejoran su bienestar psicológico y físico (Pennebaker).



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martes, 2 de enero de 2024

El niño interior herido

 


Todas las maneras en que el niño con grandes expectativas es herido, pueden resumirse en la pérdida de su identidad.

Cada niño necesita desesperadamente saber que sus padres están sanos y son capaces de cuidarlo, y que él les importa a ellos.

El sentir que él es importante para sus padres significa que, la condición de ser especial, se refleja en los ojos de ellos o de las otras personas encargadas de su cuidado. Que él les importa también se observa en el tiempo que le dedican. Los niños saben intuitivamente que la gente pasa el tiempo con quienes ama. Los padres hacen que sus hijos sientan lástima de sí mismos, al no tener tiempo para ellos.

Cualquier niño de una familia con problemas, recibirá esta herida espiritual. Cuando los padres se hallan bajo tensión crónica, incluyendo las adicciones al trabajo, a las actividades religiosas, al alcohol, etc.; los desórdenes en las comidas; las adicciones al control excesivo o al perfeccionismo; o las enfermedades físicas o mentales, cualquiera que sea el desorden, cuando a los padres los absorben sus cuestiones emocionales, no pueden prestar la debida atención a sus hijos.

El descuidado niño herido que se aloja en el alma del adulto, es una fuente importante de dolor humano.

Hasta que reclamemos y defendamos a ese niño, seguiremos alterando y contaminando nuestra vida adulta.

 

Los deseos del adulto son las necesidades del niño sin satisfacer.

Recuperar a tu niño interior implica retroceder a tus etapas de desarrollo y concluir los asuntos pendientes.

Para comenzar, lo más importante es ayudar al niño herido que existe en tu interior a que se lamente por sus necesidades de desarrollo insatisfechas, muchas de ellas, no se han resuelto porque tú  nunca te has lamentado, nunca fueron expresadas las emociones necesarias.

El niño herido que vive en tu interior sale una y otra vez durante tu vida adulta, limitándote hasta que no resuelvas y cubras sus necesidades.

Jung decía: "Todas nuestras neurosis son sustitutos del sufrimiento legítimo".

El rescate del dolor requiere que volvamos a experimentar lo que no pudimos sentir cuando perdimos a nuestros padres, a experimentar nuestra niñez y sobre todo, nuestro sentido de identidad.

La herida espiritual puede ser curada, pero es necesario sentir lo que no pudimos sentir, el dolor.

 

Lo que pasa es que solemos resistirnos a sentir el dolor, y lo atenuamos  por medio de mecanismos de defensa del ego/personalidad (esto es inconsciente), algunos de ellos:

 

- la negación ("no está ocurriendo realmente");

- la represión ('nunca, sucedió");

- la disociación ("no recuerdo lo que sucedió");

- la proyección ("te ocurre a ti, no a mí");

- la conversión ("como cuando tengo una relación sexual siento que está sucediendo");

-  la minimización ("sucedió, pero no tiene importancia").

 

Básicamente, a través de la defensa de nuestro ego, nos distraemos del dolor que sentimos.

 

Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata.

 

Cuando experimentamos emociones, entramos en contacto directo con nuestra realidad física, se expresan en el organismo antes que nos percatemos conscientemente de que están allí.

Son las comunicaciones básicas que necesitamos para nuestra supervivencia biológica.

A medida que nos desarrollamos, las emociones se convierten en el medio para pensar, actuar y tomar decisiones. Las emociones intensifican y amplifican nuestra vida, sin ellas, nada importa realmente; con emoción, cualquier cosa es trascendente.

Las emociones las tenemos para cuidar de nuestras necesidades básicas.

Cuando una de nuestras necesidades está siendo amenazada, nuestra energía emocional nos lo hace notar.

 

Cuando la emoción que acompaña a una experiencia traumática es bloqueada, la mente no puede evaluar o asimilar esa experiencia, quedando reducida  en su habilidad para funcionar.

Con el paso de los años, la capacidad de la mente se ve menguada cada vez más porque el bloqueo de la energía emocional se intensifica con cada experiencia similar.

Cada vez que tenemos una nueva experiencia, que de alguna manera es similar al trauma original, nuestros sentimientos adquieren una intensidad desproporcionada con respecto a lo que realmente sucede.

 

El niño herido que se encuentra en nuestro interior está lleno de energía no resuelta, debido a la tristeza de los traumas de la niñez.

Una de las razones por la que poseemos la tristeza es para finiquitar los sucesos dolorosos del pasado; así nuestra energía puede ser utilizada en el presente.

Cuando no se nos permite lamentamos, esa energía se congela.

En las familias disfuncionales, la expresión de las emociones está prohibida, en otras, solo se pueden expresar ciertas emociones y otras no.

 

Las emociones que no han sido expresadas son las que constituyen el dolor original. Por ello reexperimentando los traumas iniciales y permitiéndose sentir esas emociones reprimidas, es que la persona ya no tiene que actuar ni interior, ni exteriormente, las emociones reprimidas.

Cada vez más hay evidencia científica de cómo nos afectan las emociones, y lo doloroso traumático sin resolver…

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jueves, 28 de diciembre de 2023

El Yoga protege a tu ADN del estrés


Un estudio revela que el yoga y otras prácticas psicofísicas provocan cambios moleculares en las células que revierten los efectos nocivos del estrés sobre nuestros genes, lo que mejora nuestra salud y nos predispone al bienestar.
Por: Mayra Paterson, para: "Cuerpo Mente"


Muchos lo hemos vivido: después de una clase de yoga, meditación o taichí, nos sentimos mejor. No importa cómo hayamos entrado en la sesión: estresados, preocupados, cansados, con dolor de espalda… Casi siempre salimos mejor. Son prácticas que nos relajan, despejan la mente y hacen que el cuerpo se sienta más libre.


Pero ¿alguna vez te has preguntado qué pasa dentro de ti mientras estás practicando yoga o alguna otra actividad consciente?

¿Qué pasa en tus moléculas?

¿Qué sustancias químicas se desatan en tu interior para que te sientas tan bien?

¿Y qué implicaciones tiene eso para tu salud?

Expertos de las universidades de Conventry (Reino Unido) y Radboud (Países Bajos) se han preguntado eso y han ido incluso más allá. Además de comprobar qué cambios moleculares se producen en nuestro organismo con estas prácticas, se han fijado en cómo influyen sus efectos en la expresión de nuestros genes. Y las conclusiones son sorprendentes.

El yoga y la meditación ponen tus genes a tu favor.

La investigación, publicada en Frontiers in Immunology, se fijó en técnicas y disciplinas muy diversas: yoga, taichí, chikung, relajaciones, respiración consciente…

Entre estas técnicas, a las que el estudio se refieren como "intervenciones cuerpo-mente", hay algunas que comportan movimiento físico y otras que son más pasivas, pero todas tienen en común que integran diferentes planos del ser humano y que quienes las practican sostienen que les hacen sentir mejor: reducen el estrés y la ansiedad, mejoran el estado de ánimo y permiten afrontar mejor las enfermedades crónicas.

Después de revisar 18 estudios de la última década que se fijaron en cómo afectan este tipo de prácticas al comportamiento de nuestros genes, concluyeron que pueden “revertir” reacciones moleculares en nuestro ADN que pueden llevar a la enfermedad y a la depresión.

Seguramente los antiguos yoguis y taoístas también se preguntaron qué pasaba dentro del cuerpo mientras se medita, se mantiene una asana o se practican movimientos sincronizados con la respiración y poniendo en ello toda la conciencia.

No tenían la más mínima idea de los millones de moléculas y reacciones químicas que marcan el rumbo de nuestro organismo. Tampoco podían saber qué son los genes, pero intuyeron y comprobaron en sí mismos que las prácticas que integran el cuerpo y la mente promueven la salud y la longevidad. Y ahora sabemos un poquito más de cómo lo logran.

El secreto está en las citoquinas asociadas al estrés.

“Millones de personas de todo el mundo disfrutan hoy de los beneficios para la salud de prácticas cuerpo-mente como el yoga o la meditación. Sin embargo, puede que no sean conscientes de que los beneficios se gestan a nivel molecular y pueden llegar a cambiar el modo en que se comporta nuestro código genético”, comenta Ivana Buric, investigadora de la universidad de Coventry y principal responsable del estudio.

La clave para entenderlo está en cómo responde nuestro organismo al estrés.

Las situaciones estresantes activan nuestro sistema nervioso simpático (SNS), el encargado de poner en marcha los mecanismos necesarios para que podamos hacer frente a esa situación o al menos salir corriendo. Esto se traduce en un aumento en la producción de una molécula llamada factor nuclear kappa B (NF-kB).

El NF-kB regula cómo se expresan los genes. Los activa para que produzcan unas proteínas llamadas citoquinas que ponen en marcha una inflamación a nivel celular.

Esta inflamación venía muy bien en situaciones de lucha o huida puntuales como las que vivía el ser humano cuando era cazador-recolector. Pero en nuestra sociedad moderna, en la que el estrés suele ser de tipo psicológico y prolongado, el organismo acaba sometido a una inflamación sostenida que juega en nuestra contra y que se asocia a un mayor riesgo de cáncer, envejecimiento prematuro y trastornos emocionales como la depresión.


¿Qué pasa cuando nos relajamos practicando yoga o técnicas taoístas, meditando o regulando la respiración?

El efecto que se experimenta es el contrario: la producción de NF-KB y de citoquinas se reduce. En consecuencia, se invierte el patrón proinflamatorio que afecta a la expresión genética y disminuye el riesgo de los problemas que lleva asociados esa inflamación.

Según Ivana Buric, investigadora de la universidad de Coventry y principal responsable del estudio, “estas actividades dejan lo que podríamos llamar una impronta molecular en nuestras células que, al modificar la manera como se expresan nuestros genes, frena el efecto que el estrés y la ansiedad producen en el cuerpo”.

En un lenguaje más sencillo, aclara Buric, las prácticas psicofísicas "harían que nuestro cerebro lleve a nuestro ADN por caminos que mejoran el bienestar”.


martes, 26 de diciembre de 2023

La comunicación cuerpo-mente


Todo cuanto sentimos y pensamos es el resultado de complejos procesos de asociación e interacción de las células nerviosas del cerebro, que a su vez se comunican mediante fibras nerviosas y hormonas con el sistema inmunitario y las glándulas de secreción interna.

La gran cantidad de estímulos capaces de modificar el curso de nuestra biología, recién se está comenzando a reconocer en el ámbito científico y gracias a esta concientización, podemos decir que muchas enfermedades tendrán una evolución diferente si empleamos más recursos propios. Todo puede transformarse en oportunidades.

Numerosas investigaciones científicas demuestran lo que todos necesitamos saber para enfrentar cualquier crisis, inclusive una enfermedad considerada incurable por la medicina, lo cual no debe confundirse con la incurabilidad de un paciente.

Gracias a estas investigaciones que ha hecho la PNEI, podemos decir a manera de resumen que:

· Contamos con un enorme potencial para sanar las heridas del cuerpo y del alma.

· Es posible una remisión espontánea, que es la mejoría o la curación inesperada de una enfermedad que debería tener otro curso sin mediar intervención médica. Este tema es de gran interés reciente en la ciencia médica.

· El cuerpo y la mente están intrínsecamente ligados y su interacción ejerce a cada segundo una profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, sobre la vida y la muerte.

· Las emociones reprimidas vulneran nuestro sistema inmune, igual que el estrés y las creencias insalubres que se instalan en nuestro cerebro en forma de redes neuronales, determinando respuestas adictivas a nuestra forma de percibir y reaccionar en la vida.

· Las emociones y creencias pueden controlar el comportamiento y la actividad genética, y por tanto, el desarrollo de nuestras vidas.

· Podemos adquirir plasticidad biológica y biopsicosocial para enfrentar situaciones adversas y salir fortalecidos tornándonos resilientes, entendiendo por resiliencia a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas.

· Los tratamientos basados en la medicina biopsicosocial, que atienden las necesidades emocionales, cognitivas, físicas, nutricionales, vinculares, inconscientes, espirituales y energéticas, pueden no solo mejorar la vida de las personas con enfermedades graves, sino también modificar el curso de la enfermedad.

· Una de las mejores maneras de enfrentar cualquier enfermedad, especialmente grave, es aceptar su diagnóstico, pero rechazar el pronóstico condenatorio. Hay médicos que por no dar falsas esperanzas a sus pacientes, lo que logran es darles falsas desesperanzas.

· Actitudes, hábitos y estados emocionales, (desde el amor hasta la compasión, y desde el miedo hasta el resentimiento o la rabia), pueden desencadenar reacciones que afectan la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional.

· La participación de un paciente en la recuperación, no es algo alternativo, ni complementario: es vital.

· La salud y el bienestar se sostienen sobre un banco de tres patas: la primera son los fármacos, la segunda la cirugía y los procedimientos clínicos y, la tercera, el autocuidado de la persona.

· Nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones. Cuando aprendemos como se crean esos malos hábitos que nos condenan como tumbas instaladas en nuestro cerebro, no solo podemos acabar con ellos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.

· El cuerpo nos avisa permanentemente cuando algo de lo que pensamos, sentimos o imaginamos es “bueno” o “malo” para nuestra biología, a través de los indicadores somáticos de bienestar o malestar que, generalmente ignoramos. Cada ser humano puede estimular sustancias químicas específicas (drogas endógenas), con la ayuda de métodos personalizados que pueden modificar el curso de su biología. Estas drogas endógenas abarcan desde estimulantes, antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos, etc. Es un área muy rica y poco difundida.


Es importante conocer nuestra mente, pues de ahí surgen nuestras limitaciones. Nuestra mente y nuestro cerebro “conversan” permanentemente con nuestro cuerpo, esta conversación es la que estudia la Psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI).

La PNIE, se refiere al estudio de las interacciones entre los procesos de adaptación de conducta, neuronales, neuroendocrinos y los inmunológicos.

Su premisa principal es que la homeóstasis (equilibrio) es un proceso integrado que involucra las interacciones entre los sistemas nerviosos, endocrino e inmune.

Toda esta extraordinaria maquinaria neuro-inmuno-endocrinológica, está permanentemente a nuestras órdenes y cada uno de nosotros, de manera consciente o no, la estamos movilizando segundo a segundo.

El cerebro es el que coordina y envía sus órdenes a través del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y pone en marcha la secreción de una serie de hormonas que alcanzan los linfocitos que, en última instancia, son los que transmiten las órdenes. Y también, a través del sistema nervioso autónomo, simpático y parasimpático, al que el sistema inmunitario presta especial atención y escucha en cada momento.

Nuestros pensamientos, actitudes y creencias, crean las condiciones de nuestro cuerpo a través de los sistemas de control homeostático de nuestro organismo: sistemas nervioso, endócrino e inmunitario.

El estado emocional filtra y modula la percepción para que los estímulos ambientales, los factores psicosociales, los estresores que vivimos y en general todo aquello que nos importa, produzcan un determinado tipo de impacto sobre el cerebro.

Este utiliza por un lado el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y por el otro el sistema nervioso vegetativo, para comunicarse con el sistema inmunitario.

Los intermediarios son las moléculas de información (como las llamó Candace Pert) que corresponden a cada uno de estos sistemas: las hormonas del sistema endócrino, los neurotransmisores del sistema nervioso y las linfocinas del sistema inmunitario.

En sentido inverso también funciona, ya que la comunicación es bidireccional: el sistema inmunitario recoge información periférica de estresores infecciosos o inflamatorios radicados en cualquier órgano o tejido del cuerpo, y a través de la secreción de linfocinas informa lo que ocurre en el cerebro, el cual con la información adecuada, pone en marcha las correspondientes estrategias de comportamiento.

O sea que los efectos del comportamiento están mediados por las linfocinas del sistema inmunitario, ya sea el estresor infeccioso-inflamatorio (en el sentido sistema inmunitario-sistema nervioso) o bien ambiental-psicológico (en el sentido sistema nervioso-sistema inmunitario) en ambos casos, el sistema de respuesta es común.

El sistema nervioso modula el sistema inmunitario y viceversa: el sistema inmunitario informa al sistema nervioso.

Esa conversación nunca cesa ni siquiera cuando dormimos y menos aun cuando nos quedamos con poca energía, en estos casos es cuando nuestro sistema inmunitario se apodera de ella totalmente, justo cuando más la necesita para desempeñar su trabajo en esos momentos de enfermedad o depresión.

El sistema inmune se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos y su respuesta está condicionada por los pensamientos.

De ahí la importancia de un proceso terapéutico donde puedas conocer el sistema de creencias que hace que vivas de la manera que lo haces, y poder elegir cambiar las creencias limitantes, investigando la programación de la niñez y aprendiendo a gestionar el mundo emocional, desarrollando una inteligencia emocional que es tan importante para tu calidad de vida y de las relaciones.

No es necesario llegar a estar enfermo para hacer estos cambios internos y mejorar la calidad de vida.




ACOMPAÑAMIENTO EN PROCESOS TERAPÉUTICOS

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Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
Terapias Naturales Holísticas (Quiromasaje, Reiki, Reflexoterapia, Osteopatía
Craneosacral y Visceral, entre otras…)

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lunes, 11 de diciembre de 2023

Yoga como camino de observación consciente

 

Cada vez que volvemos a la práctica del yoga después de un tiempo de no haberlo hecho, podemos ver qué efectos tiene en el cuerpo y en la mente, el no haber practicado. El cuerpo más entumecido, las articulaciones más rígidas, algunas tensiones musculares, dolores varios, la mente más inquieta….

Cuando retomamos las clases, la práctica, nos damos cuenta de todo esto, cuando nos cuesta acercar la rodilla a la frente, cuando la respiración cuesta profundizarla…etc.; es más difícil hacer consciente todo esto en la vida cotidiana, atrapados por las prisas y responsabilidades (salvo que ya llevemos bastante práctica en la atención plena y seamos conscientes de todo esto…).

El yoga y la vida han de ser lo mismo, o más bien, hemos de llevar a la vida diaria lo aprendido en el yoga. El yoga es un estilo de vida.


El hecho de “olvidarnos” de practicar la atención plena (ese instalar el “testigo interno”, el “observador sin juicio”…) o de descuidarla, puede enseñarnos mucho más que el hecho de prestar atención todo el tiempo…y es que la mente tiende al descuido, al despiste, a dispersarse y requiere entrenamiento; y al regresar a la atención plena, es lo que nos permite darnos cuenta que habíamos estado distraídos y las consecuencias de ello.


Tareas:

- Practica el notar la diferencia entre cómo te sientes y gestionas el estrés en las épocas en que si practicas yoga y en otros períodos de tu vida en que no lo haces.

- Sigue investigando y toma consciencia de las consecuencias que tiene para tu vida en general el quedarte en comportamientos automáticos, repetitivos, donde no hay atención plena, principalmente cuando son motivados por presiones en el trabajo o en la familia..

- Observa: ¿Cómo es en el cuerpo cuando prácticas y como es cuando no lo haces en estos períodos? ¿Hay cambios ante la dificultad, ante el estrés, cuando practicas a cuando no lo haces?

El cuerpo físico siempre está en el “presente”, la respiración ocurre siempre en “presente”, la respiración es como un cordón umbical que nos conecta al aquí y al ahora y si llevo la mente al cuerpo, a la respiración, ya estoy centrado en el aquí y ahora…es la mente la que viaja constantemente al pasado y al futuro, de ahí que se puede entrenar trayéndola una y otra vez a la respiración de cada momento, habitando así el instante.

- Observa: Que ocurre cuando te despistas y dejas que la mente te lleve a donde quiere y te olvidas de lo que sientes y experimentas en tu cuerpo?

¿Qué ocurre cuando no aplicas tu compromiso de practicar la “no acción”, el “aceptar” cada momento con lo que hay…, de respirar profundo antes de contestar desde un estado airado… elegir responder antes de reaccionar…?, todo ello requiere entrenamiento…

- Observa los efectos que tiene, el no practicar con regularidad lo que aprendes en yoga, ¿Cómo surgen tu ansiedad / tristeza / desanimo/enojo / frustración / impotencia, etc., con respecto al tiempo, a no conseguir unos resultados determinados, a que las cosas no son como tú quieres, ante las personas que no se compartan como tu quisieras… ¿Qué efecto tiene en tus relaciones el dejar la mente a su aire, con sus automatismos, desentrenada….?

- Observa: De donde surgen los patrones desde donde actúas por falta de atención plena? ¿Qué los activa? ¿Estás dispuesto a sostener estos patrones en la conciencia mientras aparecen? ¿Puedes darte cuenta de lo importante que es la práctica y que sucede al no practicar?


Entonces, el no practicar, puede ser una invitación a ser conscientes de qué sucede realmente en el cuerpo/mente, cuando no lo haces… no para castigarte o reprocharte por no hacerlo, sino para ser más consciente de la importancia y beneficios que tiene para tu vida el desarrollar esa atención plena que aprendes durante la prácticas del yoga.

Namaste

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