El cerebro es un órgano con funciones complejas que recibe una gran cantidad de estímulos a los que debe procesar y decidir qué hacer con ellos en cada momento.
Cuando un estímulo se repite lo suficiente, el cerebro lo graba en sus redes neuronales, de manera que ya no tendremos que pensar ante un estímulo similar, surgiendo la respuesta surge de manera automática.
En principio, esta forma de aprender es muy útil, porque si cada vez que te tienes que poner los zapatos, tuvieras que aprender cada movimiento para hacerlo… o, si cada vez que pongas en marcha tus piernas para andar, tuvieras que estar pendiente de un pie y luego del otro….perderías mucho tiempo y energía…; sin embargo, una vez aprendido, te calzas casi sin pensarlo, y caminas sin siquiera darte cuenta, son acciones que en su momento se grabaron a fuerza de repetición y ahora surgen de manera automática: automatismos.
Los programas, los vamos formando con los aprendizajes en la niñez: los mayores, el entorno nos van “programando”, aprendemos a funcionar de determinadas maneras y luego respondemos mecánicamente ante las circunstancias, sin volverlas a someter a evaluaciones, dando por realidad muchos conceptos, creencias, que ya no cuestionamos.
Esto es el condicionamiento: a tal estímulo, tal respuesta…
También grabamos al vivir experiencias traumáticas, situaciones extremas, que dejan una huella profunda en el cerebro, estas experiencias pueden venir de la niñez o también de otros períodos de la vida.
Ahora bien, con respecto a los aprendizajes automáticos por repetición, que son muy útiles en muchas ocasiones en la vida diaria y nos apoyan en la adaptación al entorno, presentan el inconveniente que en ocasiones hay respuestas “negativas” a estímulos “inofensivos”, y esto se debe a las programaciones hechas a edades tempranas, en la niñez, en las que carecíamos de juicio y aceptábamos las cosas como nos las presentaban, y ahora, tiñen las experiencias en la vida adulta, ya que vemos el mundo a través del filtro de nuestros condicionamientos.
Estos “modelos” de funcionar (creencias en el merecimiento, en el deber, en cómo soy y cómo debo ser, en cómo me veo, etc.), hacen que interprete la realidad en función de las experiencias pasadas. Así surgen las “reglas” para relacionarme con los otros, los apegos, las dependencias emocionales, y la respuesta que espero de los demás tiene que coincidir con las expectativas que grabé inicialmente, y entonces, creo que el mundo debiera ser de una manera determinada, que la gente se debiera comportar del tal otra manera, y que las situaciones deberían ser como yo quiero….etc.
Despertamos en los otros, la respuesta que se corresponde con las creencias arraigadas en la infancia. Así uno atrae de acuerdo a lo que tiene grabado para “confirmar” ese sistema de creencias.
Los pensamientos generan un tipo de emociones; cada emoción que experimentamos, produce una química que circula por todo el cuerpo por medio de “neuropéptidos”.
Como lo explica la neurobióloga Candace Pert (quien llamó a estos neuropéptidos “moléculas de emoción”), cada célula se comunica con las demás y todo el cuerpo sabe lo que está pasando.
Candace dice que nuestras emociones deciden “a qué vale la pena prestarles atención”.
¿Por qué siempre emprendemos la misma clase de relaciones, o atraemos el mismo tipo de jefes, o discutimos por las mismas cosas, o hacemos las cosas de una misma determinada manera….?
Cuando pensamos o interpretamos algo, el hipotálamo libera al torrente sanguíneo el péptido que corresponde al estado emocional, cada célula tiene receptores en su superficie que están abiertos a la recepción de estos neuropéptidos, así que todo el organismo es afectado por el estado emocional.
Cuando los receptores de las células sufren un “bombardeo” constante de péptidos, pierden sensibilidad, y necesitan de más péptidos para estimularlos, esto nos torna adictos a los estados emocionales.
Cuando atravesamos experiencias emocionales repetidas, similares, que dan lugar al mismo tipo de respuesta emocional, nuestro organismo desarrolla la necesidad de este tipo de experiencias (adicción). Esto explica el por qué nos cuesta tanto cambiar y crear ciertas respuestas emocionales, es por esa inconsciente adicción a los distintos sentimientos, que la persona se ve condenada a repetir comportamientos, haciéndose adicta a la combinación de sustancias químicas que son propias de cada sentimiento que inunda el cerebro con cierta frecuencia.
Estamos neurológicamente condicionados por nuestras experiencias para ver el mundo y estamos preprogramados para relacionarnos con los demás.
Con lo cual, se impone la necesidad de cambiar nuestros modelos internos, reprogramar nuestro cerebro, nuestros patrones emocionales, que nos afectan negativamente en nuestra vida.
Las experiencias emocionales que han sido intensas, en especial durante la niñez, quedan grabadas como creencias inconscientes incuestionables, que se convierten en verdaderos sentimientos y estados de ánimo.
De manera que la mayor parte de las convicciones que nos limitan, actúan de manera inconsciente, o sea sin que nos demos cuenta de ello.
El cerebro sólo percibe una porción de la realidad que somos y en cuanto a percepciones, nos puede engañar totalmente (ilusiones ópticas…).
De hecho, hay ideas que de entrada las descartamos, porque contradicen lo que nuestros propios sentidos nos muestran.
Pensemos por ejemplo, en que solo creímos en la existencia de microorganismos, al poder verlos en el microscopio, hasta ese momento, aunque existían, se mantenían ocultos ante nuestros ojos.
A veces no nos planteamos superar los temores, los miedos, porque nos creemos en la incapacidad de hacerlo.
Pero el cerebro es maleable, y las creencias se pueden cambiar, y cuando cambiamos la manera de ver las cosas, el cerebro físicamente cambia, las redes neuronales cambian y la química cerebral se modifica, esto ya está probado por las neurociencias.
Se habla de la plasticidad cerebral, podemos “cambiar el cableado”, reordenar las conexiones entre las células o redes neuronales (neuroplasticidad), como también el cerebro puede producir nuevas células cerebrales (neurogénesis) en cualquier edad de la vida; estos son dos descubrimientos revolucionarios de las neurociencias, que puede cambiar la manera de abordar la vida, la salud.
Candace Pert dice:
“En el mundo de la profundidad de nuestra bioquímica, se encuentra nuestro potencial de cambio y crecimiento”.
Este cambio lo podemos hacer con la relajación, visualización, meditación, cambios en el estilo de vida, en la interpretación de los acontecimientos, hacer cosas nuevas y creativas, ejercicio físico, risa, baile, etc.
Es importante confiar en la sabiduría interna del cuerpo: el inconsciente tiene mucho poder, así que podemos trabajar sobre él para cambiar y sanar; tengamos en cuenta que los automatismos están grabados en él y que la mayoría de las cosas entran por sugestión, por imágenes, reforzando el sistema de creencias.
Para el cambio, es muy importante tener en cuenta que, en lo que pensamos reiteradamente, en donde ponemos la atención, es aquello en lo que nos convertimos, desde el punto de vista neurológico; las neurociencias afirman que podemos moldear, darle forma al marco neurológico por medio de la atención repetida que le dedicamos a algo.
Es importante cambiar nuestro estado mental, y como consecuencia nuestro cerebro. Generalmente, solo cambiamos cuando una situación nos resulta muy molesta, cuando vemos nuestros deseos frustrados; otras veces, necesitamos tocar fondo para emprender el cambio.
Cuando cambiamos nuestras creencias, modificamos las redes neuronales, y cuando actuamos durante un tiempo con las nuevas maneras de ver y actuar, se graban por repetición, recuperándonos de las adicciones emocionales, creando una vida más saludable, y un entorno mejor.
Los programas subconscientes no son conductas fijas e inalterables. Tenemos la habilidad de re-escribir nuestras creencias limitadoras y en el proceso, retomar el control de nuestras vidas.
Sin embargo, cambiar programas subconscientes, requiere la activación de un proceso que va más allá de un simple diálogo con la mente subconsciente. B. Lipton
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Juana Ma. Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
(Escuela Española de Desarrollo Transpersonal)
Especialista en Bioneuroemoción
(Instituto Español de Bioneuroemoción)
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
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