domingo, 28 de abril de 2019

Los pensamientos y el Mindfulness (Atención Plena).


En la psicología budista, la mente es considerada como un sexto sentido, junto a los cinco sentidos habituales (vista, oído, olfato, gusto y tacto). Así como el ojo percibe, formas, colores, luces, el oído toda clase de sonidos, la nariz percibe todos los olores, la mente percibe todo tipo de pensamientos, grandes y pequeños, hermosos y feos, interesantes y aburridos, sabios y ridículos, etc., la mayoría de personas no se identifican con los colores y formas que ven, ni con las texturas que tocan… pero los pensamientos, como objeto de la mente, son un poco distintos, y al ser inmateriales e internos, somos más propensos a confundirlos con quienes somos.

Los pensamientos de autoevaluación son seductores y convincentes. Aparecen en la mente como verdad absoluta, ej: no sirvo para nada, no soy digno que me quieran, he defraudado a mi madre, etc. enseguida solemos quedar atrapados en ellos, como si fueran verdades (se basan en nuestra creencias adoptadas principalmente en la infancia...), aunque esto no les sucede a todas las persona, muchos tienen la tendencia arraigada de desestimar las fantasías y otros pensamientos como creaciones de la mente y en cambio toman cualquier juicio sobre si mismo como una verdad absoluta.

Por ello, el reconocer que los pensamientos no son la realidad, puede brindarnos una gran paz emocional.

El problema es cuando no somos conscientes de nuestros pensamientos y nos entregamos a ellos que dan lugar a juicios negativos, miedos, autocriticas, ira, preocupación, suspicacia, desconfianza y otras emociones que nos quitan la paz y el equilibrio emocional.

Al practicar mindfulness nos vamos haciendo cada vez más conscientes de los pensamientos, pudiendo desidentificarnos de ellos.

Se trata de tener conciencia que se está pensando, cuando se está pensando.

No se trata de dejar la mente en blanco como se dice por ahí…

Meditar no es pensar, pero no pensar tampoco es meditar, meditar es llevar la conciencia al proceso del pensar y a los pensamientos como objetos de la mente.
La meditación consiste en mantener la conciencia clara del proceso del pensamiento, lo que nos permite percibir los pensamientos como lo que realmente son (eventos mentales) en vez de tomarlos como algo real y sólido. 
Al reconocer que el pensamiento es un pensamiento, empezamos a ver su transparencia, su fluidez y su relatividad, creando más espacio en la mente cuando dejamos de engancharnos con ellos o de perdernos en ellos, recuperando el poder que, sin darnos cuenta le habíamos cedido y encontrándonos en una mejor disposición para prevenir o remediar el desequilibrio emocional.

Con el tiempo, el volumen y la intensidad de los pensamientos, disminuye, generando más espacio y energía para la comprensión y la creatividad, haciendo que disminuya el estancamiento en emociones difíciles (que se alimentan de pensamientos) y podrás recuperarte más rápidamente cuando estés atrapado en la confusión emocional.

La conciencia de los pensamientos, o sea ser testigos de ellos sin identificarnos con ellos, nos abre la puerta a formas alternativas de interpretar cualquier situación, reduciendo así los patrones reactivos de apego, aversión y evitación.

Aunque a primera vista pueda parecer difícil, extraño e incluso irrelevante, es posible aprender a reconocer un pensamiento como lo que es: un pensamiento. La capacidad que permite este aprendizaje, se llama conciencia.

La relación entre la conciencia y los pensamientos, es similar a la relación entre el cielo y las nubes, al meditar nos comenzamos a identificar con la conciencia (el cielo) y cultivamos la capacidad de reconocer los pensamientos (las nubes) como fenómenos transitorios y relativos.

Notar la respiración, percibir como la mente se dispersa y traerla de nuevo  con amabilidad, son componentes importantes para el entrenamiento de la atención.



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